Kempes siempre vuelve. Camino de los 69 años y habiendo dejado atrás un triple bypass, Mario Kempes regresó esta semana a Valencia (en Fallas protagonizó ... partidos memorables), para firmar libros de su autobiografía y para reencontrarse con una afición que lo venera casi 40 años después de su adiós. A pesar de que, en su marcha, en 1984, se sintiera maltratado por los dirigentes del club, el tiempo lo ha puesto en su sitio. Es el único ídolo transversal de Mestalla: pertenece a todas las generaciones. Se le acercan gentes de todas las edades porque han oído relatos míticos sobre él, porque su nombre se pronuncia con reverencia. Kempes no acudió el sábado a Mestalla tras rechazar la invitación de Lim, que lo destituyó como embajador de la entidad en 2017, un capítulo más de las miserias del accionista de Singapur. Pero Mestalla echó a faltar a El Matador ante Osasuna: podía haber asistido como un aficionado más. La grada se habría llenado de orgullo y el campo de energía. Al fin y al cabo, Kempes siempre gana.
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Si el Valencia CF ha minimizado a sus dos últimos rivales en casa, Real Sociedad y Osasuna, los dos en racha, ha sido por varias razones: Baraja les ha quitado a sus jugadores el miedo a competir y Mestalla los ha hecho volar. No era fácil sobreponerse al malditismo alimentado por propios y extraños. En medio de esta marea de negatividad, el técnico ha sabido insuflar las ganas de jugar para ganar. La idea fundamental ha sido simplificar en defensa (despejar el balón sin contemplaciones) y concretar en ataque. En esta última instancia, lesionado Cavani y negado Hugo Duro, dos cedidos, Kluivert y Lino, han asumido la responsabilidad. Quedan 13 partidos, muchos ante rivales directos, y Mestalla se siente capaz de lo mejor.
Negreira decidía los descensos. Tanto el Barça y su entorno como los árbitros, a través de su presidente, Medina Cantalejo, han minimizado el poder de Enríquez Negreira en todos los años, 18, que estuvo cobrando 7,1 millones del club catalán, según la Fiscalía, por «favorecer», como vicepresidente del Comité de Árbitros, al conjunto azulgrana en los partidos. «Él solo se encargaba, a final de temporada, de llamar a los árbitros que habían descendido», dijo Cantalejo. Y ahí está la clave. Esta es la decisión más trascendente desde el Comité de Árbitros, el descenso de categoría, porque es la más temida por los colegiados: no solamente perder la reputación sino también mucho dinero. Y los árbitros sabían perfectamente de qué pie cojeaba quien los bajaba o no a final de campaña.
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