Algunos pisaban por primera vez la impresionante Catedral y cómo reaccionaron a la ventaja inicial del gol de De Marcos: con grandeza. Los chicos de Rubén Baraja volvieron a rebelarse contra todo y cuajaron una notable segunda parte para remontar (Fran Pérez y Hugo Duro) ... y acariciar una victoria memorable. Solo la falta de recambios de calidad propició la caída en los últimos minutos y el postrer empate de Belenguer. Los buenos están en casa. Amallah es menos de lo que parecía. A Yaremchuk habrá que esperarle una eternidad. El amor propio y el desparpajo vino de Fran Pérez, de Javi Guerra, de Pepelu, de Diego López y de Hugo Duro. Mamardashbily, brillante en muchas intervenciones, erró en los dos goles. Es la dura vida del portero. La pena fue ver cómo Baraja hubo de defender el 1-2 con sustitutos muy por debajo del nivel de los titulares. Y acabó pagándolo. Honor a Baraja por cómo está cincelando a estos críos para que parezcan futbolistas consagrados.
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Fenwick, disco rayado. Al arquitecto del nuevo estadio del Valencia, Mark Fenwick, no se lo cree nadie. Aparece y desaparece. Y, cada cierto tiempo, concede una entrevista a la agencia Efe y repite el discurso otras veces pronunciado. «Las obras se van a iniciar de manera inmediata y el Nou Mestalla será uno de los mejores estadio del mundo». Y, mientras, Lim no mueve pieza. Y los 200 millones necesarios para acabar el nuevo campo siguen sin estar avalados. Y ya llevamos 14 años con las obras paradas.
Racismo. En Montjuïc hubo gritos racistas contra Vinicius en el Clásico del pasado sábado. En el Sánchez Pizjuán, la semana anterior, también. Y los habrá en casi todos los estadios de España por dos razones. La primera es porque hay una parte racista en la sociedad española. Obvio. La segunda es porque Vinicius es un jugador tan antideportivo que hasta su entrenador, Carlo Ancelotti, hubo de arrastrarlo al ser sustituido para tratar de que dejara de menospreciar a la grada y al árbitro asistente, sin ser amonestado, claro. Queda muy en evidencia la sobreactuación madridista tras los insultos recibidos en Mestalla por su estrella procedentes de unos cuantos descerebrados la pasada campaña. El Madrid, recién eliminado de la Champions y sin opciones de disputar la Liga, necesitaba enmascarar el fracaso. Y no se preocupen los aficionados sevillistas ni los azulgrana: no será cerradas sus gradas como sí lo fue Mestalla porque solo entonces el Bernabéu necesitaba un chivo expiatorio. El racismo hay que combatirlo, pero no solo cuando al poderoso le viene bien para tapar sus vergüenzas.
Gündogan. En un mundo plagado de tópicos y de frases 'bienqueda', pocas veces escuchamos a un jugador hablar con tanta sinceridad. El centrocampista alemán de origen turco lanzó una puya muy profunda a sus compañeros tras la derrota en el Clásico frente al Madrid. «He visto al vestuario poco dolido y yo no he venido aquí para esto (a los 33 años y procedente del Manchester City, campeón de Europa la pasada campaña)», vino a decir ante la estupefacción de todos. Frente a la autocomplacencia de Xavi («merecimos ganar»), la autocrítica sin paliativos de Gündogan.
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