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Paco Camarasa, en un partido con el Valencia en Mestalla. juanjo monzó

El debut inesperado de Camarasa

el túnel del tiempo ·

Temporada 1987-88. El defensa de Rafelbunyol jugó cinco minutos en sustitución de Jon García en un Valencia plagado de bajas que perdió por la mínima ante la Real Sociedad

paco lloret

Sábado, 10 de octubre 2020, 00:00

Forzado por unas circunstancias extraordinarias, se produjo el debut de Camarasa en el Valencia. Una plaga de bajas le abrió las puertas del primer equipo. No fue el estreno soñado, pero al menos el futbolista de Rafelbunyol disputó sus primeros minutos, apenas cinco. Corría la temporada 87-88, la del retorno a la máxima categoría. Aquella aparición precipitada no tuvo continuidad. Medio año después, inició, ya sí con carácter definitivo, una trayectoria que le permitió convertirse en referente del club, uno de los pocos jugadores que a lo largo de la historia ha defendido siempre los mismos colores. Un caso singular de permanencia en la entidad: entró con 14 años y la ha abandonado a punto de cumplir los 53.

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A Alfredo di Stéfano se le habían caído muchos de los jugadores titulares con los que contaba para afrontar una dura prueba. El panorama era tan desolador que hubo de incluir al juvenil Nando Díaz para completar la convocatoria. Aquel domingo, 28 de febrero, la Real Sociedad, dirigida por John Benjamin Toshack, visitaba Mestalla en los compases iniciales de la segunda vuelta de un campeonato que se le había complicado al cuadro local a medida que avanzaba el calendario. El equipo donostiarra se había convertido en la revelación de aquel ejercicio por su juego atrevido y efectivo. Al final hubo de conformarse con ser subcampeón de Liga y de Copa.

Por entonces el Valencia había entrado en una fase de acusada irregularidad, a pesar de un inicio inmejorable. Precisamente, en el duelo de la primera vuelta celebrado en San Sebastián en la sexta jornada, perdió la condición de invicto. Camarasa jugaba por entonces en el filial, encuadrado en el grupo IV de segunda B, bajo la dirección de Manolo Mestre. En aquel Mestalla también estaba su hermano Higinio y jugadores como Enric Cuxart y Vicente Mir que, años después subieron al primer equipo, aunque ningún miembro de aquel joven plantel iba a protagonizar una carrera tan brillante como la de Xisco Camarasa.

Antes de recibir al once donostiarra, los valencianistas habían arrancado un empate sin goles en La Condomina de Murcia. Un resultado aceptable en un contexto de relativa inquietud. Lo peor fue la recaída de Rabah Madjer, una nueva lesión muscular que dejó fuera de combate al argelino durante varias semanas. A esa ausencia tan significativa se unían las de Quique Sánchez Flores, Fernando, Arias y Bossio. Muchas bajas y todas relevantes. Se trataba de jugadores imprescindibles que componían parte de la columna vertebral. El once que se presentó aquella tarde contaba con nueve valencianos, todos menos Arroyo y Jon Garcia. Los más veteranos de aquella improvisada formación eran el guardameta Sempere y el centrocampista Subirats.

El rival acudía envalentonado a Mestalla, el técnico galés había implantado un sistema táctico, novedoso por entonces, que levantaba admiración y proporcionaba excelentes resultados. Un trío de expertos centrales y una extraordinaria capacidad para desequilibrar por ambas bandas convertían a la Real en una escuadra difícil de superar y más para un Valencia tierno y mermado por la acumulación de tantas bajas. El cuadro de Di Stéfano se batió el cobre, luchó hasta la extenuación, resistió con entereza en la primera mitad, pero finalmente claudicó por la mínima. Un solitario gol, logrado por Begiristain a veinte minutos para la conclusión, sentenció el encuentro.

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Camarasa apareció sobre el terreno de juego en el minuto 85 en sustitución de Jon García. El panorama no era el más idóneo para el lucimiento. Su presencia, al menos, quedó registrada para los anales. En otro contexto muy diferente, con un equipo más potente y otro entrenador, Víctor Espárrago, en octubre de ese mismo año, 1988, protagonizó otra aparición fugaz, pero esta vez con final feliz y, de nuevo, ante otro rival vasco: los valencianistas visitaban San Mamés, campo en el que no se lograba el triunfo desde hacía 19 años. Sin embargo, aquella noche se impusieron por 1-2, idéntico marcador al de la victoria anterior en 1969. Camarasa salió con el tiempo casi agotado. Relevo testimonial para enfriar el encuentro y asegurar el resultado.

A la tercera oportunidad, dos semanas después del choque de Bilbao, se consumó su bautismo de fuego como titular. Tampoco era un encuentro sencillo: en el ecuador de la primera vuelta. Ambos contendientes se situaban en el pelotón de cabeza igualados a puntos. Aquella noche, en el único encuentro televisado de la jornada, toda España asistió a un esperpéntico arbitraje de Calvo Córdoba. La absurda expulsión de Eloy Olaya y su posterior reacción dirigida al palco donde estaba Gil y Gil, es probablemente lo que más se recuerde del encuentro ganado por los locales con polémica. Camarasa disputó los 90 minutos y cumplió de sobras. A partir de ese día, su presencia fue aumentando de forma progresiva en un once que aseguró el gran objetivo. Después de seis ejercicios ausente de las competiciones europeas, el Valencia se clasificó para jugar en Europa.

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