Todo sucedió muy rápido. Mientras Mestalla trataba de digerir lo que iba a ser el empate de uno de los derbis más insulsos de la historia ... , en la esquina del Gol Norte, la portería que en esa segunda mitad defendía el levantinista Cárdenas, se rozó la tragedia. En apenas unos segundos, el pequeño Santi (6 años) pasó de estar viendo el encuentro y saboreando un chupachups, a toser de una manera enérgica y quedarse sin prácticamente aliento ante la mirada sorprendida y atemorizada de su padre. La golosina le había jugado la peor de las pasadas al niño. La bola del caramelo se había desprendido del palito y se había quedado alojada en su garganta. La tos que en este tipo de situaciones, por lo general, suele ser suficiente para expulsar cualquier objeto que se haya quedado ahí y que esté obstruyendo, no fue suficiente esta vez para volver a la normalidad. La petición de ayuda del padre, ya que la cosa no mejoraba, alertó de inmediato a uno de los policías que están distribuidos alrededor del terreno de juego para evitar que se puedan producir incidentes entre los aficionados. El policía hizo lo que la mayoría de personas suelen hacer en este tipo de situaciones, golpear la espalda del afectado.
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Había metido al niño en el propio campo y hasta había espectadores que estaban pidiendo a voz en grito que se suspendiera el juego para que la actuación se pudiera hacer de manera más cómoda y evitara males mayores. Pero la maniobra no fue efectiva. De hecho, no siempre resulta con éxito. Cada segundo que pasaba hacía temer lo peor, ante la desesperación de su padre y de la gente que estaba presenciando atónita la escena.
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Menos mal que lo tuvieron claro los miembros de la Cruz Roja que habían sido alertados en el primer momento y que acudieron casi de inmediato hasta allí. También se presentó personal médico del propio club. La maniobra de Heimlich que practicaron fue decisiva. En apenas unos instantes, y con el niño en la posición correcta, es decir con la cabeza agachada hacia adelante, apoyaron el puño con el pulgar sobre el abdomen para presionar hacia el centro del estómago, bajo las costillas del chaval, y consiguieron eliminar la obstrucción que sentía.
De inmediato, ovación general. El chaval volvía a respirar por sí mismo con total normalidad y lo único que faltaba era devolver a la calma a su padre, al que le había dado un ataque de ansiedad. No es para menos. Más de dos mil personas mueren al año en España por atragantamiento. Hay que tener en cuenta que a partir de los cuatro minutos que pasan cuando se produce una situación así, existe riesgo de daño cerebral y a los diez minutos se puede producir la muerte cerebral.
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Este domingo, lo que pudo ser una tragedia en la víspera se convirtió en un agradecimiento y una celebración de todos. Los que lo sufrieron, los que lo vieron y hasta los que participaron de manera directa en la intervención. El primero, fue el padre del niño. Santiago Soler utilizaba las redes sociales. «Soy el padre, miles de gracias a todos los que han hecho posible que mi hijo esté vivo hoy, nunca lo olvidaremos, Cruz Roja, Policía, médicos del Valencia... perdón si me olvido de alguien. Santi está perfecto, solamente ha sido un gran susto».
Desde luego, el susto del que hablaba no se lo habían quitado del cuerpo todavía, veinticuatro horas después, quienes lo vieron en directo. Pilar Avilés, socia y accionista y activista del movimiento Libertad VCF, confesaba que lo pasó tan mal que no dudó después en agradecer personalmente la actuación de los miembros de la Cruz Roja. «Fue un momento horroroso. La verdad es que no podía ni mirar de la angustia que me entró. Se hicieron eternos los minutos porque cuando estábamos viendo que el policía lo intentaba golpeando la espalda pero no tenía suerte, fue una muestra general de impotencia ante lo que podía ocurrir. Por eso cuando el chiquito salió del apuro, no dudé en felicitar a los miembros de la Cruz Roja y darle las gracias porque gracias a ellos, habían salvado la vida de un niño».
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En concreto, intervinieron dos Técnicos de Emergencia Sanitarios (T.E.S), que no sólo estuvieron rápidos a la hora de acudir al lugar sino diligentes a la hora también de elegir el procedimiento de reanimación para evitar una complicación trágica de Santi. «La maniobra de Heimlich la pudieron practicar porque están formados. En niños y personas muy mayores es más normal que se atraganten», confesaba Pedro, uno de los coordinadores de la Cruz Roja presentes en Mestalla. Para él, como también para el resto de miembros de este colectivo, el hecho de que haya gente que les agradeciera posteriormente su labor, es suficiente recompensa y premio . «Somos voluntarios, como los dos técnicos que estuvieron con el niño, y la mejor muestra de gratitud es que sea reconocido el trabajo que hacemos, por encima incluso de conocer las identidades de los propios voluntarios», apuntaba. Es más que probable que los futbolistas, salvo Cárdenas que estaba cerca, se hubieran percatado de lo que estaba sucediendo. Pensarían que los aplausos –desubicados– fueran por algo sin importancia. Menos mal que todo quedó, como dijo Santiago Soler, en un gran susto.
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