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«Ya nos habían dicho que la Copa no interesaba», recuerda ahora Marcelino García Toral, cuatro años después de aquella noche apoteósica en Mestalla: el ... 29 de enero de 2019, en la vuelta de los cuartos de final de la Copa del Rey ante el aguerrido Getafe de Pepe Bordalás. La remontada en los últimos minutos, cuando más gusto da, en los minutos 92 y 93, con el público de Mestalla exultante y el dueño, Peter Lim, enfurecido desde su butaca de Singapur porque había ordenado al técnico y a la plantilla desechar la Copa. La orden iba contra el espíritu de cualquier deportista y los del Valencia se reunieron con el técnico a través de los capitanes, Parejo, Gayà y Paulista, y decidieron ir a ganar esa Copa costara lo que costara. Lo consiguieron unos meses después, ante el Barça de Messi y de Valverde, en el último en el último título valencianista, recordado ya con tanta nostalgia. Fue el primer título en la carrera de Marcelino y también el primero para el club desde 2008. Habían pasado 11 años, más de una década.
«La explosión de alegría de la afición, dentro y fuera del campo, fue algo que subió mucho la autoestima de los jugadores, sobre todo cuando salieron al balcón después del partido para saludar a la afición que estaba coreando sus nombres en la Avenida de Suecia», explica Marcelino. Porque no todo fue de color de rosa ese año de celebraciones del Centenario de la entidad de Mestalla. En la primera parte del campeonato se llegó a pedir, desde distintos sectores, la cabeza del técnico asturiano. El equipo dominaba, generaba muchas ocasiones, pero no pasaba del empate, una jornada tras otra. Era el conjunto con peor efectividad del campeonato en la portería contraria. Hasta que llegó el gol de Piccini contra el colista Huesta, en el descuento, y rompió todos los maleficios. «A partir de ahí, la efectividad se normalizó y empezamos a ir para arriba», continúa Marcelino. Un poco como el partido ante el Getafe, una metáfora de toda temporada, un punto de inflexión. «Empezó todo cuesta arriba, con el gol de Jorge Molina en el minuto 1», indica Marcelino, «pero después tuvimos una actuación muy buena ya en la primera parte y, mucho más, en la segunda». El Valencia formó con Jaume, Piccini, Paulista, Garay, Gayà; Carlos Soler, Was, Parejo; Ferran Torres, Rodrigo y Santi Mina. Los cambios serían determinantes: Cheryshev entró por Wass (m. 56), Kangin Lee por Piccini (71) y Gameiro por Soler (86). En el partido de ida, se había impuesto el Getafe 1-0 y Marcelino alineó a un gran número de suplentes, como en la eliminatoria previa ante el Sporting. Pero ya no. Marcelino tiraría con todo en la vuelta frente al Getafe y también en las semifinales contra el Betis. No quería más bromas.
«Los goles fueron jugadas de una gran calidad colectiva», afirma Marcelino, en alusión a los tres tanto de Rodrigo, una joya tras otra. El primero, un recital de los zurdos: Gayà envía en profundidad a Cheryshev, este llega a línea de fondo y su centro atrás lo emboca Rodrigo desde cerca. El segundo, un centro al área en diagonal de Kangin Lee desde la posición del 8, lo cabecea Santi Mina en escorzo hacia el punto de penalti y, desde allí, Rodrigo lo vuelve a cabecear a gol. Y el tercero, en plena borrachera de Mestalla, un gol que hizo celebre al comentarista, Miguel Ángel Román, en el imaginario valencianista: la jugada cumplió con todos los puntos de un guión 'hitckockniano' al estar a punto de marcar el Getafe (el remate a puerta vacía de Jorge Molina lo detiene con el culo su compañero de equipo en esos momentos Hugo Duro, ahora curiosamente blanquinegro), recupera Gabriel Paulista, lanza a Kangin Lee, este avanza, combina con Gameiro, el francés tira el desmarque y el surcoreano le lanza el balón en profundidad hasta la línea de fondo. El centro rasó de Gameiro lo remacha Rodrigo. Máxima precisión, máxima velocidad. Locura en Mestalla. ¡De qué jugadorazos disponía el Valencia CF comparados con los actuales! ¡Qué escabechina se avecinaba por parte del señor Lim! Primero se cargó al técnico, Marcelino, y al director deportivo, Mateu Alemany, y después fue a por los jugadores: Rodrigo, Parejo, Santi Mina, Wass, Ferran Torres, Kondogbia, Gameiro, Coquelin...
Tras el encuentro, se formó una gran tangana en el centro del campo: la rivalidad entre los dos entrenadores, Marcelino y Bordalás, explotó en el terreno de juego. Los azulones se quejaban de la expulsión de Djené en el minuto 74. Los valencianistas, de la dureza de los hombres de Bordalás. El árbitro, Estrada Fernández, protegió a los locales con la roja al central africano. Estrada, por cierto, se convertiría en la oveja negra del colectivo arbitral cuatro años después, al presentar por su cuenta una querella contra Negreira y su hijo por los pagos del Barça al exvicepresidente del Comité Técnico de Árbitros. «Ese Valencia estaba en ebullición, podía seguir creciendo, no se veían los límites», dice, con rabia, Marcelino García Toral. Nadie sospechaba entonces, en aquella noche de gloria, que aquella era la última ronda de éxtasis antes del desierto.
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