Tenemos el mejor club del mundo, según la Federación Internacional de Estadística e Historia del Fútbol (IFFHS), el segundo mejor según el ranquin de la UEFA. Tenemos el segundo mejor campo del mundo, Mestalla, justo detrás del Westfallen Stadion, del Borussia Dortmund, según el periódico ... británico The Telegraph. Tenemos al Valencia CF convertido en el rey del Mambo en la temporada 2003-04, un caso a estudiar en las universidades y en los despachos de los principales clubes de Europa. ¿Qué hacemos?
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Primer acto. Las administraciones locales tienen varias ideas. Lo primero es cargarse al presidente del VCF, Jaume Ortí, colmado de títulos, pero con apenas acciones y poco dinero: es un persianero. Pensemos en grande: el presidente de los promotores valencianos, Juan Soler, quien a su vez promete: «Vamos a dar pelotazos inmobiliarios. Seremos la envidia del Madrid y del Barcelona». Derribemos Mestalla, vendamos los terrenos y vayámonos a otra parte de la ciudad, donde también especularemos con el terciario. Disfrutaremos de un estadio Cinco Estrellas. Pero pincha la burbuja inmobiliaria y Juan Soler no es precisamente un lince de las finanzas: en cuatro años, arruina al VCF. Ya no nos sirve. Tampoco el tecnócrata Manolo Llorente, vendiendo a todas las figuras aunque reponiéndolas dentro de lo que cabe. No es suficiente.
Segundo acto. El VCF empieza a costarle dinero la Generalitat. Necesitamos un populista que arrastre a las masas a la venta de la entidad sin rechistar. Al puesto se presentan dos voluntarios: Amadeo Salvo y Aurelio Martínez. Este último promete parecerse al Borussia Dortmund, pero resulta más fácil convencer a la gente de regalar el club a un especulador sin escrúpulos de Singapur. «Será la transacción más grande del fútbol mundial», anuncia Salvo, y se queda tan pancho. Martínez recibe la insignia de oro y brillantes. El campo está parado, a medio construir, desde 2009. Ya no le interesa a nadie. Al nuevo máximo accionista, Peter Lim, tampoco.
Tercer acto. Lim es recibido como 'Bienvenido Mr Marshall', pero no pasa de largo, sino que anuncia grandes fichajes entre fanfarrias. Compra y vende jugadores por más de 1.000 millones de euros. El club funciona solo dos años: cuando lo deja en poder de Mateu Alemany y de Marcelino, pero Lim se arrepiente de haberlo dejado en otras manos. Se burla un millón de veces de los entrenadores, de la afición y de las autoridades locales. Estas juegan ahora a las fichitas urbanísticas para acabar el inacabable estadio y se pelean entre ellas. La alcaldesa está dispuesta a ayudar a Lim como sea. Algunos medios de comunicación reciben dinero del VCF en publicidad y blanquean a los dirigentes locales, el 'local management'. Nadie con poder se plantea la posibilidad de empezar de cero y rehabilitar el viejo Mestalla. El club ya es el 94º en la clasificación de la UEFA. Lo peor está por llegar. El próximo curso, tras cinco años fuera de Europa, saldrá fuera de la lista. La prensa blanqueadora prepara ya la venta de los mejores jugadores: Mamardashbily está más fuera que dentro. El VCF lleva 20 años de decadencia. Cada temporada un poco peor. Y a nadie le importa.
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