Devuelvan el dinero por Cenk

La cloaca de la federación. Entre el caso Negreira (18 años de pagos del Barça al vicepresidente de los árbitros, José Enríquez Negreira) y los abusos de Rubiales en los últimos cinco años se nos está quedando una federación española de fútbol extremadamente sucia desde hace décadas. Ya que la justicia deportiva se pone de perfil cuando se trata de juzgar a los poderosos (ni el Tribunal de Arbitraje Deportivo, pusilánime con Luis Rubiales, ni la tímida Ley del Deporte del Ministro Miquel Iceta), es la vía judicial la que avanza contra el Barça en los escandalosos pagos a Negreira. El juez acusa al club catalán de haber sobornado a Negreira durante 18 años para conseguir «una influencia». El magistrado califica a la federación de «entidad jurídico-pública» pese a considerarse «entidad privada». De esta manera, el juez introduce el delito de cohecho como si Negreira fuera un funcionario. Ya no sería necesario, para probar el delito, demostrar que algún partido hubiera sido amañado. Las palabras de uno de los que fueran presidentes de la federación en esos lúgubres años, López Nieto, tachando a Negreira de florero, quedan en nada. El florero le salió carísimo al Barça, 7,5 millones, y a la credibilidad del fútbol español.

Las mujeres mandan. ¿Quién lo iba a decir? La federación ha destituido esta semana al director de Comunicación, Pablo García Cuervo, pese al apoyo de los jugadores de la selección al periodista asturiano. Pero las jugadoras de la selección pidieron su cabeza al representante del Gobierno, el presidente del Consejo Superior de Deportes, Víctor Francos, como exigencia para disputar los dos partidos de la Nations League vencidos ante Suecia (2-3) y Suiza (5-0). Antes ya consiguieron las cabezas del presidente, Luis Rubiales, el jefe de Gabinete, Andreu Camps, el de Integridad, Miguel Ángel García Caba, y el seleccionador femenino, Jorge Vilda. El próximo en caer será el director de márquetin, Rubén Ribera. A todos ellos los acusan de haber atentado contra su «dignidad» o haber sido cómplices de alguna manera. Es la inimagible fuerza de las internacionales españolas primero y principal por haber ganado el Mundial de Australia y Nueva Zelanda sin despeinarse (y sin algunas de las mejores, Alexia, por ejemplo, jugó muy poco) y, después, por haber articulado un potente discurso de igualdad de alcance mundial tras la actitud arrogante y abusiva del expresidente. Rubiales se la dejó botando.