![Gonçalo Guedes, disputando un balón con Escalante](https://s2.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202202/13/media/cortadas/1445006149-U30640099767vcG-U160926541670weD-1248x770@Las%20Provincias-LasProvincias.jpg)
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El galimatías médico del Valencia es tan tremendo que se le olvidó recetar un medicamento a los futbolistas para limitar el exceso de ácido del estómago. El equipo acabó empachado de éxtasis tras el choque copero en Bilbao y ni la siesta ha sido ... reparadora. Cada día que pasa hay que fiarlo todo al torneo del KO porque en la competición de la regularidad el paso está cambiado. Ha sumado dos puntos de los últimos dieciocho disputados. La última victoria fue en el mes de diciembre frente al Levante y durante todo este tramo únicamente se ha conseguido empatar contra el Sevilla y la Real Sociedad.
Pero el equipo que te ha devuelto a la realidad ha sido el Alavés, penúltimo cuando empezaba el choque (con los tres puntos ha ganado una posición). Un conjunto que parecía desahuciado, que llevaba once jornadas sin un triunfo, y que entre sus incorporaciones estaba Jason, uno de los jugadores más limitados del fútbol nacional. Pues ante sus antiguos compañeros parecía el mejor Míchel del Real Madrid. Durante la primera mitad realizó tantos centros desde su banda que acabaría extenuado. El Valencia fue un equipo pastoso, incapaz de practicar un juego combinativo. No vale correr y presionar, hace falta dar tres pases seguidos, es necesario que el centro del campo fabrique fútbol. Ni Carlos Soler, el hombre más clarividente, consiguió facilitar el juego a sus compañeros. Tanto que acabó en el vestuario en el descanso.
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Estuvo más tiempo protestando que disfrutando. Por tanto, la sala de creación quedaba a cargo de Ilaix y Yunus. Está todo dicho. Ni una acción coordinada ni nada que se le parezca. Hay que recordarles de vez en cuando que con el nombre no se gana. No hubo que esperar mucho para detectar el naufragio. En el primer minuto el gigantón Loum se plantó en el área pequeña a pase de Joselu y el balón lo desviaba Mamardashvili. Guedes, el mejor del Valencia, tuvo instantes después su jugada preferida, encarando desde la banda para chutar desde la frontal del área. Paradón de Pacheco. Pero llegó el desastre. Jason centraba -una vez más-, Escalante remataba y el rechace del portero valencianista lo aprovechaba Loum, que volvía al Alavés después de alzarse con la Copa de África con Senegal. Un futbolista descomunal, con un poderío que bien querría Bordalás para alguno de los fichajes que solicitó. El Valencia se caía por momentos. En todas las acciones paradas llegaba tarde. Seguía muy pesado de la indigestión copera.
La rotaciones daban opción de demostrar algo a Hélder Costa o Marcos André. El brasileño aún tuvo alguna ocasión; lo del portugués es para enfadarse. Ni apareció. Deambuló como alma en pena. Los dos se quedaron en el vestuario al descanso. Demasiado jugaron para sus merecimientos. Lo único reseñable en ataque fue un chut de Carlos Soler desde el centro del campo que se fue fuera por bastante poco.
Hugo Duro, Bryan Gil y Maxi Gómez salían al rescate. Eso se creía porque aportaron muy poco. Algo el gaditano, siempre espumoso, pero los otros dos ni aparecieron. Bordalás fijó un 4-4-2 y dejó la creación para Ilaix y Yunus. Ni tres pases daba el equipo. Patadón y a correr. Hasta que Jason quiso dar las gracias y facilitó un penalti por unas manos tras un toque de Bryan Gil. El árbitro lo revisó en la televisión y Guedes anotó el empate, aunque Pacheco rozó el balón. Era el mal menor en un encuentro denso.
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Era cuestión de reforzarse atrás y esperar alguna contra para sentenciar. Pero el equipo que tuvo intención fue el Alavés. Se juega mucho en la clasificación y se nota su disposición en los partidos. Les va la vida. Se la dejan en cada acción. El omnipresente Loum remataba de manera defectuosa en una acción combinativa del conjunto vasco. Y de repente llegó la hecatombe en un mal marcaje de Yunus a Escalante, al que derribaba en el área. El deseado Joselu marcaba el penalti con una facilidad pasmosa. Toda la excitación que generó el partido en San Mamés derivó en depresión. El Valencia se ha convertido en una montaña rusa de sensaciones. Ni Bordalás consigue darle la continuidad precisa.
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