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No le den más vueltas. El Valencia sucumbió porque lo mereció. Así de sencillo pero también así de cruel. No se puede ir a un campo como el del Getafe, por muchas ganas que tenga Ángel Torres de cortarle la cabeza a Bordalás, con confusiones tácticas, despistes individuales y, ni mucho menos, con dudas sobre la energía a emplear. Ya puede uno darle vueltas a lo de siempre, que si el Getafe juega al límite, que si cosieron a los valencianistas a patadas, que si con diez poco se puede hacer... eso es perder el tiempo. Ni el Valencia dio para más en lo que a sus futbolistas se refiere ni su entrenador tuvo la lucidez suficiente para explicar a su gente cómo poder al menos resistir ante el atropello un tanto burdo del equipo madrileño. Perder por tres goles contra un rival como el Getafe, el de hoy en día, es de verdad para hacérselo mirar. ¿Tan mal jugó el Valencia? Pues sí. Jugar, lo que se dice jugar, la verdad es que jugó bastante poco. En realidad nadie quiso jugar al fútbol, si por ello se entiende aquello de salir con el control del balón desde atrás, bajar el esférico al césped, darle criterio en el centro del campo, abrirlo a las bandas, buscar espacios, ofrecer apoyos y acercarse con sentido a la portería rival.
Nada de eso ocurrió. El día del patadón, al Valencia le dieron tres mamporros casi por tonto. Ni demostró Gracia ni su equipo que fueran capaces de verdad de saber cómo meterle bocado al Getafe cuando estaban once contra once, ni dieron ningún apunte de rebelarse cuando Diakhaby ya estaba en la ducha. Hay cosas de este Valencia que tienen difícil justificación. Desde la opción de que Cillessen pudiera haber hecho quizás un poco más para evitar que el lejano zapatazo de Arambarri se colara, hasta las desavenencias conyugales que parecen tener los defensas. ¿Cómo pueden Correia y Paulista liarla tanto en el gol de Mata?
Getafe
Soria; Damián Suárez, Djené, Cabaco (Chakla, '64), Olivera; Nyom (Aleñà, '85), Arambarri (Timor, '85), Maksimovic, Cucurella; Enes Ünal (Kubo, '85) y Jaime Mata (Cucho Hernández, '72).
3
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0
Valencia
Cillessen; Correia, Gabriel, Diakhaby, Gayà; Racic (Gameiro, '68), Carlos Soler (Oliva, '81); Wass, Kang In, Musah (Guillamón, '54) y Maxi Gómez (Cutrone, '81).
GOLES Mauro Arambarri ('39), Jaime Mata ('55) y Carles Aleñà ('87).
ÁRBITRO Jorge Figueroa Vázquez
Es verdad que cuando llegó esa acción que sentenciaba el partido, el Valencia ya estaba con diez, pero nada de lo que ocurría entonces sobre el césped cogía desprevenido a nadie. En realidad, ya desde el principio, cuando uno observa que quien juega por la izquierda es un chaval diestro con apenas cuatro ratos en Primera como Yunus. Guedes no está, por lo que parece, ni para servir de revulsivo. Aquí está pasando algo muy raro. Porque Yunus apenas hizo nada y sólo fue sustituido por la necesidad del entrenador de meter un central tras el inocente despiste de Diakhaby, que se lió de mala manera con un simple balón atrás. El francés volvía al once y parece haber regresado con aquella torrija de la temporada pasada. A los cinco minutos de la reanudación y cuando todavía no se sabia con exactitud si el Valencia estaba dispuesto al menos a intentar la reacción, todo se desmoronó con la roja al central, cuando tocó la pierna del avispado Maksimovic que ya enfilaba la vertical tras birlarle el balón. Con diez, solucionar el desbarajuste se hacía todavía más difícil.
Pero como todo parece que se tuerce, hasta Javi Gracia parecía estar obnubilado por el partido. La acción del entrenador tras el segundo gol, por ejemplo, tardó trece minutos en hacerse de notar después del segundo gol. Gameiro entraba por Racic. Ni el mencionado Guedes, ni curiosamente el mágico Vallejo ni el recién aterrizado Cutrone servían en ese momento. Al Valencia le tocaba intentar ganar una batalla sin munición, sin tener muy claro por dónde atacar y contra un rival que si algo ha tenido desde los últimos años, es arañazos y muescas en combate. Por eso ni los mismos protagonistas creyeron en la remontada. El resultado estaba escrito desde muchísimo antes. Casi desde el mismo momento en que dos zapatazos, con Cabaco y Damián como autores, tumbaron el intento de creación de Kang In, el único que quiso ponerle algo de sentido al juego.
Desde luego, nadie se podía imaginar al principio que el partido iba a terminar con ese marcador. Nada que ver el balonazo desde atrás y a ver qué pasa en la segunda jugada con la vía lógica para ganar un duelo cuya inspiración brilló por su ausencia, tanto en unos como en otros. Cierto es que el Getafe estaba metido en plena crisis existencial por aquello de que al entrenador le pueden quedar dos telediarios, pero el Valencia siempre dio la impresión de andar metido en sus propios problemas existenciales. No tirar a puerta en hora y media de partido es duro de digerir. Cuando se intentó se hizo tan mal que ni tan siquiera fue objeto de preocupación para los locales. Y si, encima, detrás se cometen errores casi de infantil, no hay otra que asumir con dignidad la situación. Hasta Paulista dio la sensación de no saber dónde estaba realmente, cuando siempre ha sido uno de los que se dejan embriagar con partidos de esta calaña. Empezó Gracia tan a última hora con los cambios que más que buscar la portería madrileña, lo que quería el Valencia era acabar lo antes posible con la indigestión de este sábado que vuelve a abrir heridas. Tres del Getafe es durísimo.
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