![El equipo celebra el golazo de Almeida.](https://s1.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202211/10/media/almeida.jpg)
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Arias, el mito, el líbero más elegante del fútbol, comparaba a André Almeida con Claramunt. Palabras mayores. A cuadrarse. Algo sabe el actual embajador del Valencia. Otros vieron a Parejo lanzando la falta que abría el marcador. Pero no. Era el menudo portugués. Con clase. Un borceguí derecho que esculpió arte. Lo más sorprendente es que era el primer tanto del luso de balón parado. Increíble. Pareció que lo llevara haciendo toda la vida. El mismo futbolista desvelaba que al acabar cada entrenamiento se queda practicando. Y en su primer intento llegó la gloria. Rui Silva se quedó admirando el vuelo del balón. El toque fino fue el culmen de un partido definitivo. Movió al Valencia a su antojo con una efectividad superlativa. El noventa por ciento de sus pases fueron precisos. Generaron acciones de ataque, desequilibraron el encuentro. Y parece que no le cueste nada. Fue su día, el que conquistó a su gente. Justo en el partido que le valió al Valencia para desahogarse. Vivía constreñido por el decaimiento. Llevaba cinco partidos sin conseguir la victoria y, además, sin proteger la intimidad de su casa.
En Mestalla llevaba tantas victorias como derrotas (tres). Pero conforme llegaron los goles el equipo dejó de estar agarrotado. Disfrutó de unos últimos minutos desatados que le valieron dos tantos más. En ambos fue protagonista el espumoso Kluivert. Posee una punta de velocidad necesaria para llegar antes que el rival al balón. Ocurrió en la jugada del penalti de Álex Moreno (marcó Hugo Guillamón) y después al desmarcarse con el pase mágico de Gayà para batir con maestría a Rui Silva. Fue tal el alivio del que gozó el Valencia que al acabar el choque se reunió en el centro del campo en un corro para confortarse. Gattuso llevó la voz cantante pero lo que no se imaginaba era que iba a acabar con las collejas de sus futbolistas. Todo valía en un momento de exaltación. No se lo tomará en cuenta. Hoy viajará a Singapur cargado de razones. Lo necesitaba. No es lo mismo plantarse ante el jefe con la losa de una aciaga racha que con un triunfo incontestable. Pero que tampoco este éxito parcial le haga ser menos pedigüeño. Debe reclamarle fichajes para equilibrar una plantilla que necesita ajustes para llegar al objetivo del Valencia. Europa es una obligación.
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El equipo por fin cumplió el sueño de Gattuso. Ser intenso de principio a fin. Ante el Betis incluso fue más vehemente en el tramo final. Estaba crecido y más ante un rival potentísimo, aspirante a muchas cosas. Dominó el balón y cuando lo tenía el conjunto verdiblanco se lo robaba con suma facilidad. La presión surtía efecto y generaba ocasiones de gol. El mensaje del técnico calaba en su gente, se inoculaba. Ahora que no se les olvide con el parón del Mundial. Las opciones para marcar llegaron en todos los momentos del choque. nada más empezar ya estaba Gayà con su recital de centros. Hugo Duro llegó un poco tarde a uno de ellos. Castillejo, que regresaba al equipo titular, tenía una volea estética que paraba Rui Silva. Instantes después era Yunus el que se marcaba un zurdazo que golpeaba el poste y en el rechace también remataba, aunque sin fortuna. Era todo muy simple. Si tenía el balón generaba opciones con pases al hueco y con profundidad por las bandas, y si lo perdía rápidamente se vaciaba en recuperarlo. Y si el Betis se acercaba, allí estaba Mamardashvili. El georgiano sacó un balón con su mano izquierda a chut de Juan Cruz propio de porteros de leyenda. Lo será.
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No llegó el gol, pero sí la lluvia. Torrencial. Había que comprobar quién se adaptaba mejor a un césped vertiginoso. El que no lo consiguió fue el bético Édgar. En 51 vio la primera amarilla tras derribar a Hugo Duro, que enfilaba hacia el área, y sólo diez minutos recibía la segunda por una falta a Samuel Lino. Contra la Real Sociedad no fue capaz de hacer valer la superioridad. Ante el Betis le vino de fábula. Porque unió este momento con el gol de Almeida instantes después. Doble golpe al mentón. El Valencia llevaba dos años sin un gol a balón parado. El último lo consiguió Daneil Wass. Ya ha llovido, nunca mejor dicho. El conjunto de Gattuso se creció. Se sentía ganador. Fue a por la victoria. A convencer. Y con Kluivert en el campo todo se aceleró. Llegó el penalti que, sorprendentemente, anotó Hugo Guillamón. Sin Cavani y con el fallo de Gayà en otro partido, había que ver quién se atrevía. El internacional es descarado. Con una tranquilidad pasmosa superó a Rui Silva. Pareció Mendieta. Después llegó otro jugadón de Samuel Lino hasta que el capitán del Valencia se inventó un pase al hueco para dejar el gol preparado al hijo de Patrick. Logró el segundo tanto en el Valencia, tantos como consiguió su padre.
Gattuso se los llevó a todos al centro del campo. Siempre lo hace para agradecer al pueblo su apoyo. Pero en este caso se formó un corro, tan feliz como el de la patata, y allí el italiano les elogió y les deseó felices vacaciones. A los que vayan al Mundial que consigan los éxitos que persiguen y que no se lesionen. Y los que lo vean por la tele, que no pierdan el punto de intensidad que mostraron este jueves en Mestalla. Bebió de su propia medicina y acabó con varias collejas. Lino fue uno de los atrevidos. El equipo se desahogó, se liberó. Regresó el Valencia. Por fin. La gente se lo agradeció.
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