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Alderete disputa un balón con Iván Alejo, durante el partido entre Valencia y Cádiz

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Alderete disputa un balón con Iván Alejo, durante el partido entre Valencia y Cádiz JESÚS SIGNES

La fortaleza defensiva como consuelo

El Valencia vuelve a acabar con la portería a cero, pero está obligado a hacer más en ataque para poder pelear por Europa

Domingo, 3 de abril 2022, 18:20

El que no se consuela es porque no quiere. No se ha ganado pero al menos el Valencia ha vuelto a resguardar su portería. Si nos retrotraemos a inicio de temporada, cuando la retaguardia era plastilina, esta situación sería un triunfo, aunque en este momento se queda corto. Por varias razones: porque se está dirimiendo el futuro del equipo, porque hay una final de Copa del Rey a la vuelta de la esquina y hay que llegar en la mayor euforia posible, porque el ataque se diluye por momentos y porque enfrente estaba el Cádiz. El equipo gaditano es fajador (ya se vio en la eliminatoria copera) pero al Valencia no debería molestarle demasiado. Por todo ello el punto es insuficiente. El Valencia se quedó a medias en sus aspiraciones. Son cinco partidos sin perder y cuatro sin encajar, pero la gente se marchó de Mestalla con una sensación desazonadora. Quiere más. Necesita más. Que el ADN Bordalás también atraiga buen fútbol y goles. El pueblo valencianista no se concentra en el resultadismo, le gusta disfrutar, paladear un juego más apetitoso. Lo ofrece siempre Bryan Gil (también Guedes y Carlos Soler), aunque el gaditano siempre ejecuta las acciones a máxima velocidad. Parece que ha descubierto la electricidad. Aunque hay momentos que una pausa le beneficiaría en las conclusiones de sus acciones. Pero verle es un deleite. Se tuvo que marchar lesionado en la segunda mitad tras un choque con un futbolista del Cádiz. Del partido hay poco más que contar. Una primera parte en la que el Cádiz dominó incluso un poco más y una segunda más trabada, donde no mandó nadie. Patada para arriba, patada para abajo. Hasta que llegó Diakhaby para hacer un Diakhaby. Primero se inventó un caño propio de Neymar y después cogió del cuello a un rival. El árbitro le mostró la amarilla y se perderá el próximo choque por acumulación de amonestaciones. Con lo serio y concentrado que está en el juego, lo emborrona por tonterías.

El juego debe pasar siempre por el centro del campo. Y al Valencia le falta un hombre en esa zona. Uno más que unirse a Guillamón y Carlos Soler. El capitán se mueve mejor en tres cuartos de campo, creando pero llegando. Si tiene que bajar a organizar pierde parte de su potencial. El sistema de tres centrales deja sólo dos futbolistas por delante. En defensa deben aplicarse más. Bryan Gil era el único de la vanguardia que ayudaba. Maxi y Guedes se quedaban arriba a verlas venir. Los atacantes se activaban cuando llegaban las contras pero sin molestar demasiado. Por eso al inicio sólo hubo disparos desde fuera del área. Primero uno de Alderete y luego otro de Guedes. Y nada más hasta el minuto 35 cuando un centro del portugués era rematado de cabeza por Maxi Gómez y el balón golpeaba el larguero. Fue la única ocasión del uruguayo y la más clara del Valencia en todo el partido. En ningún otro momento se acercó con mala idea. En el lado cadista el peligro era Negredo, pero se encontró con Mamardashvili.

A falta de fútbol que llevarse a la boca, al menos la afición disfrutó de Jesús Vázquez. De promesa ya nada, toda una realidad. La creación de laterales zurdos es infinita. La duda es por qué no salen futbolistas por la otra banda. Un expediente X. Pero el hijo de Braulio lo tiene todo: dispone de planta, posee calidad, sube bien la banda, defiende con solvencia. Y tiene como ejemplo al mejor. Sólo contemplando cómo se desenvuelve Gayà uno debe completar su formación. Jesús Vázquez lo ha hecho. Jugón.

La segunda fase del partido todavía fue más pastosa. Juego trabado, con muchas interrupciones. Bordalás varió el sistema con la entrada de Ilaix Moriba por Alderete. Defensa de cuatro y ya tres en el centro de la línea media. Pero nada mejoró. Ni un desborde por banda, ni una acción entre líneas. Sólo pelotazos sin sentido. En cambio, el Cádiz fue ganando autoestima y se estiró mucho con la entrada de Sobrino. Fue protagonista en dos ocasiones, en un pase al área pequeña que no encontró compañero y en un malísimo remate cuando estaba solo, aunque luego se anuló por manos. Menos mal que era Sobrino, cualquier otro futbolista con algo de calidad te la lía. Al final llegó el show de Diakhaby y el pesimismo de una afición que necesita de más alegrías.

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