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Racic y Guillamón, durante el partido ante el Deportivo Alavés

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Racic y Guillamón, durante el partido ante el Deportivo Alavés EFE

La pena de alegrarse con un empate ante el Alavés

Gayà evita en el último minuto que el Valencia caiga en Mestalla ante un rival directo y se meta en el fango de la lucha por el descenso

Sábado, 24 de abril 2021

El Valencia es todo una contradicción. Aúna la pena de tener que alegrarse. No hay quien lo entienda. Hace unos años un empate en casa ante el Alavés generaría hasta rabia. Pero ahora, en la época ominosa de Meriton, todos respiraron con el tanto de Gayà en el último minuto. No porque te da acceso a la Liga de Campeones o a otra competición europea. No. Es por evitar el descenso a Segunda. Así de triste. Así de real. El conjunto vasco es en estos momentos un rival directo. Y todo esto que están leyendo no es un chiste. Es la funesta realidad de una entidad que vaga en la mediocridad. Todo son justificaciones, del entrenador en la previa y de los jugadores tras los partidos. El capitán de Pedreguer admitía al acabar el choque que les «falta mucho». Pues quedan seis partidos. Como tarden mucho en llegar al nivel deseado veremos cómo acaba la temporada. La suerte del Valencia es que esta campaña hay bastantes equipos enfangados en la lucha por la permanencia. Siete puntos le separan del Valladolid, que marca la línea del descenso. Deberían ser suficientes, pero la tristeza es tener que estar teorizando sobre esta posibilidad.

Nadie sabe a qué juega el Valencia. Por momentos intenta dominar el juego, en otros opta por la salida rápida en contragolpes, luego se refugia en la defensa, en ocasiones se buscan las bandas, más tarde sólo hay acciones entre líneas. No es un equipo trabajado. No es un conjunto con un estilo propio. En la mayoría de encuentros acaba dominado. Que lo haga el Real Madrid o el Barça es entendible, pero que sea el Alavés desnuda el nivel actual del Valencia. En los momentos clave, cuando se deciden los partidos, quien dominaba era el conjunto que dirige Javier Calleja. Lo intentó hasta que Guidetti se encontró un balón en el área tras una falta mal defendida por el Valencia. Laguardia cabeceó la pelota y el tanque danés remachó. El tanto era el fruto del interés, del deseo de buscar la victoria, del ansia de salir del pozo. Al menos hay una intención. El conjunto de Javi Gracia parece vagar en la inmensidad. Menos mal que tuvo una pizca de orgullo y tras el golpe alavesista se lanzó en busca del empate. Lo consiguió Gayà, a quien nadie esperaba en esa disciplina, pero por eso es el capitán de esta histórica entidad, para que aparezca cuando se le necesita. Siempre está ahí. Se aprovechó de un rechace de Pacheco tras un cabezazo de Maxi.

Valencia CF

Jaume; Gayà, Paulista, Guillamón, Wass; Guedes, Soler, Racic, Musah (Cheryshev, '61); Gameiro (Manu Vallejo, '76) y Maxi Gómez.

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Deportivo Alavés

Pacheco; Ximo Navarro, Laguardia, Lejeune, Martín; Édgar (Guidetti, '71), Tomás Pina (Deyverson, '88), Battaglia, Jota Peleteiro (Rioja, '71); Joselu (Manu García, '88) y Lucas Pérez (Pere Pons, '63).

  • ÁRBITRO Guillermo Cuadra Fernandez.

  • GOLES John Guidetti ('82), José Luís Gayà ('88).

Son cinco partidos sin una victoria. Son tres puntos conseguidos de quince posibles. Esto es insostenible. El único pellizco dulce es el estado de forma de Guedes. Por fin. Ya nos alegramos de dos buenos partidos del portugués, cuando al futbolista más caro de la historia del Valencia habría que exigirle una continuidad que jamás ha tenido. Pero es un brote verde. Ha recuperado la punta de velocidad que le hacía diferencial. Estuvo en las mejores ocasiones del Valencia. Fueron pocas, pero en ellas apareció. La más clara fue una galopada por la banda izquierda y su centro al área pequeña no encontró rematador. Gameiro se quedó a un centímetro de golpear la pelota. Hasta se atrevió a lanzar una falta desde la frontal del área. Desde la zona izquierda se movió con soltura por todas las zonas de ataque. Pero la falta compañía. Buscó relaciones con Maxi y Gameiro, pero estos están a otras cosas. Y Yunus ni está ni se le espera. No hoy, ya hace mucho que este futbolista se queda muy lejos del nivel necesario para jugar en la élite.

Guedes ya apuntó maneras en la primera mitad. Se le vio animoso desde el principio. A los ocho minutos ya había provocado una falta y buscaba pases interiores a los delanteros. Todo ello mientras el Alavés asustaba con un gol que acabaría siendo anulado por fuera de juego. Luego la tuvo el Valencia con un pase del portugués a Gameiro que sacó Pacheco en la frontal del área grande. Y ahí acabó toda la producción valencianista. Ni un tiro entre los tres palos. Tampoco lo hizo el Alavés, pero al conjunto blanquinegro hay que reclamarle mucho más. Debería dominar el choque y disponer de acciones de gol. Por obligación. El equipo fue difuminándose conforme pasaban los minutos y el fútbol se enredó en el centro del campo.

La segunda parte tuvo de todo. Al menos los televidentes (los que quedaron) se divirtieron algo. Nada más salir del vestuario llegó la acción más clara con la galopada de Guedes y el pase de la muerte no supo rematarlo Gameiro. El francés sí acertó en otra cesión del portugués. Pero cuando ya se celebraba el tanto, el colegiado se quedó quieto atento al pinganillo. Tensión. Nadie sabía qué había podido pasar. El árbitro que ve el partido sentado y con la televisión delante no quiso mojarse y fue el principal el que acudió a verlo. Al final alegó para anularlo que Maxi Gómez estaba en fuera de juego. Otra vez a seguir remando, que diría Emery. Pero la posible animosidad valencianista la disfrutó el Alavés. Joselu tuvo el tanto en un remate acrobático que sacó Jaume y en la siguiente jugada fue Edgar Méndez el que la tuvo. Hasta que apareció Guidetti para sembrar la zozobra. Y cuando ya todos sacaban la calculadora para ver cuánto le separaba del descenso apareció Gayà en el área y evitó el cataclismo.

La segunda mitad continuaba con los mismos hombres sobre el terreno de juego, sin cambios.

El drama llegó con los últimos minutos del partido. Una falta lateral mal defendida, y mal despejada, dejaba el balón franco a

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