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Separados por cuatro días, Pep Claramunt fue el autor de dos goles extraordinarios, probablemente los dos más bonitos de su brillante carrera. El primero de ellos resultó decisivo, porque sirvió para que el Valencia superara la eliminatoria de la Copa de Europa ante el Hajduk Split. El otro redondeó el triunfo ante el Betis en Mestalla en partido de Liga. La grada de Mestalla se pobló de pañuelos en señal de admiración hacia el gran futbolista de Puçol.
La última semana de septiembre de 1971 no pudo comenzar mejor. Los valencianistas vencieron al Atlético a orillas del Manzanares gracias al solitario gol de Quino, que ese día se estrenó como goleador valencianista. El domingo 26 de septiembre las huestes de Dí Stéfano ganaron por primera vez en un escenario que se había inaugurado cinco años antes, con motivo de un duelo liguero saldado con empate. Aquel triunfo por la mínima confirmaba el espléndido momento de un equipo que defendía el título de campeón en el torneo de la regularidad.
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Desde Madrid, la expedición valencianista se trasladó a Split para enfrentarse, tres días después, al campeón yugoslavo en el partido de vuelta de la primera eliminatoria de la Copa de Europa. El empate a cero de la ida obligaba a vencer o a lograr un empate con goles. El viaje fue una odisea; el ambiente en la ciudad croata, un infierno. Los locales salieron a por todas y antes del cuarto de hora ya habían marcado el primer gol. Serenados los ánimos, el Valencia mejoró tras haber sufrido lo indecible al principio.
Nada más comenzar la segunda parte, con la entrada de Forment en el rectángulo de juego sustituyendo a Paquito, los valencianistas pasaron a dominar la situación y a crear situaciones de peligro. Sin embargo, el gol del empate llegó de forma inesperada. El lateral zurdo Antón sacó una falta en corto cerca de la línea de banda, Claramunt recibió el balón desmarcado y sin pensárselo dos veces, pese a la larga distancia, lanzó un disparo potentísimo que entró ajustado a la escuadra para sorpresa de todos, incluidos sus compañeros.
Un gol de bandera celebrado por José Félix Pons, comentarista de televisión española que ofreció en directo el partido aquel miércoles 29 de septiembre desde las 18 horas de la tarde. Un hecho histórico. Se trata del primer partido del Valencia en competiciones continentales que se pudo seguir a través de la pequeña pantalla. Con camiseta roja y pantalón negro, el conjunto valencianista pudo incluso haber marcado algún gol más, pero el marcador ya no se movió. Después vino lo peor, cuando algunos jugadores del Hajduk provocaron una trifulca en el camino hacia el túnel de vestuarios que obligó a la intervención de la policía.
Con la clasificación en el bolsillo, el Valencia regresó a Mestalla para medirse al Betis el primer domingo de octubre en partido de Liga. Llenazo y atmósfera de entusiasmo desbordante. Los béticos habían ascendido la campaña anterior. Claramunt sentó cátedra, una vez más, aquella soleada tarde. Ovacionado desde los prolegómenos por el memorable gol de Split, volvió a ser el hombre del partido al marcar los dos goles del encuentro, uno en cada tiempo. El primero llegó poco antes del descanso tras aprovecharse de un balón rechazado por el portero verdiblanco.
Lo mejor estaba por venir. Mestalla explotó cuando faltaban doce minutos para el final. Pep Claramunt arrancó con el balón controlado desde el medio campo, y tras avanzar hacia la portería bética por el centro, sorteó en velocidad a dos rivales con un espectacular zig-zag para culminar la jugada con una maniobra prodigiosa al levantarse el balón de espuela y pasárselo por detrás de la espalda hacia adelante y a continuación, empalmar con un remate que entró como una exhalación en la portería del Gol Gran. Se desató la locura y los pañuelos afloraron en la grada. Con esta apoteosis se cerraba un partido que dejaba al Valencia como segundo en la tabla, invicto, y a un punto del líder.
Claramunt era, sin ninguna duda, el mejor futbolista español del momento, el más completo. La piedra angular del Valencia y de la selección española, imprescindible tanto para Di Stéfano como para Kubala. Versátil y dinámico, atravesaba por un período de plenitud. Aquel ejercicio, sin embargo, se le torció más adelante por culpa de las lesiones que le impidieron estar en el duelo clave de la Liga contra el Madrid en Mestalla el día de su onomástica, y en el once titular de la final copera. Ambos partidos concluyeron con marcador adverso de 2-1.
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Melchor Sáiz-Pardo y Álex Sánchez
Patricia Cabezuelo | Valencia
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