Entre la euforia y el pánico

Vamos a pasar un mes atrapados entre la euforia y el pánico. Escribiendo un día que sí se puede, y al rato preparando las exequias. Confieso que voy muy justo de fuerzas para lo que ha de venir, y eso que no tengo que vestirme ... de corto. La salvación o la tragedia será como un combate de boxeo decidido a los puntos. En el último momento. Con dobles o triples empates, en un recuento final de muertos y heridos. Que nadie piense que esto será fácil. Una persona de las que después del caos del retorno desde Cádiz, fue acogida en el autobús del club, mencionó en la red que Javier Solís estuvo viendo partidas de pádel, y hasta llegó a recostarse en el asiento. De ser cierto, me asombran estas reacciones, que no sé si son fruto de la serenidad o de la inconsciencia. Por mucho que lo pienso, me asombra una y otra vez que no se haya sido consciente, de manera cabal, con un mínimo de responsabilidad, del impacto financiero, emocional y hasta político del descenso. Lo que nunca perdonaré a Meriton no es la carencia de un proyecto deportivo, la banalidad de su estructura institucional, o la parasitación de la entidad. Lo que más me duele son todas estas semanas agotadoras, viendo partidos propios y de los rivales, mientras la cuenta del club segrega pasteurizados mensajes de motivación, nutrientes de autoestima envueltos en atmósfera protectora, píldoras apelando a la emoción, el enfermizo ADN, el falso elogio, y del viva la gente, la hay donde quiera que vas. Es fácil echar la caña en el caladero de la emoción del aficionado, siempre dispuesto a la generosidad, sabiendo que si se consiguiera el objetivo, no se remediará nada, ni rectificarán nada que no sea contante y sonante, traspasable, o que tenga que ver con derechos urbanísticos. Una vez pase la resaca, se sentarán de nuevo a los mandos como si nada hubiera pasado. No lo volveré a hacer más, como cantaba Sandro Giacobbe, y vuelta a las andadas. La magnitud de la tragedia es del mismo rango que el nivel de torpeza con el que se han desempeñado todos estos años, y del nivel de la pasividad que hemos demostrado para consentirla. Estoy convencido que en estos momentos, con ayuda de la Inteligencia Artificial, y combinando ciertas expresiones, estar unidos, volveremos, corazón, sentiment, Amunt, historia, Mestalla, deben estar preparando distintos comunicados para el final de la temporada con descenso y sin descenso. Con dramatismo o con tranquilidad. También tengo la certeza que serán capaces de utilizar en provecho propio, hasta una salvación postrera. Como la llamada del gobernador al alcaide de la prisión, el día del Espanyol, anunciando el indulto en el traslado hacia la sala de ejecución, y hasta sacando pecho si la salvación viniera de Paterna. Como si no conociéramos el paño. Siempre pensé que en estas cosas de la clasificación en el fútbol, la posición concreta acaba generando una distinta manera de competir. En el abismo de la lucha por eludir el descenso uno se tiene que acomodar a esas reglas concretas que no están en ningún manual convencional sobre la guerra. Un día será un triunfo agónico, otro día un empate sabrá a gloria, en otro la derrota propia quedará compensada por los errores ajenos, como corresponde a la lucha en la jungla de los últimos puestos. Somos buenos chicos de Kentucky que no saben qué hacen en Vietnam. Con la decisión final también se acreditará que hemos sido derrotados en el intento de revertir la situación, y seremos, una vez más, la víctima propiciatoria, el chivo expiatorio de los demás clubes, el ejemplo que se enseña para moralizar acerca de los errores que no hay que cometer. Cualquiera de nosotros, cada cual con su estilo, escribirá el epílogo, la oración fúnebre, que es cierto que estamos bien dotados para la lírica, y han sobrado tantas columnas y adjetivos como firmeza y valentía para haberles hecho la vida imposible.