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Juan Carlos Villena y ep
Valencia
Lunes, 27 de mayo 2019
El balcón de la plaza del Ayuntamiento es un símbolo para la iconografía de los títulos. Por allí pasaron por última vez en mayo de 2004, con el título de la Copa de la UEFA, el Valencia de Baraja, Albelda, Ayala, Cañizares, Vicente o Mista. Su suelo se quedó con las ganas de recibir los botes de Silva, Villa, Mata o Marchena en 2008. Todo llega aunque sea tarde para la afición que sueña con no tener techo. El reloj marcaba las 20.25 horas cuando el autobús atravesó un pasillo con más de 10.000 personas ondeando sus bufandas y la Senyera, eterna, al paso del equipo campeón. Una liturgia que, quince años después, recuperaron los héroes de la octava. Dani Parejo y Jaume Doménech fueron los encargados de bajar el trofeo para ofrecerlo al alcalde, Joan Ribó. En la recepción en el salón de cristal se evidenció que a la plantilla le estaba pesando la celebración más larga de la historia, la primera dividida en dos días. Coquelin se apoyó en una columna y sus compañeros bromearon con él, temiendo por la integridad de la arquitectura del edificio.
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El trofeo más esperado, once años de condena mediante, asomó igual de orgulloso que el pirotècnic que accede después de una mascletà para recibir el aplauso del éxito. Con humo, no sería una celebración en Valencia sin él, de los restos de tracas y bengalas que se encendieron para rendir honores. El presidente, Anil Murthy, presenció la escena con cara de asombro. La que no se puede quitar desde que los hombres de Marcelino tumbaron al Barça. «No podía imaginar que se podía organizar esta locura para celebrar un título. Ha sido increíble tanto en Sevilla como desde que llegamos a Valencia. Toda la ciudad ha salido a la calle esperando a su equipo. Es nuestro primer título y espero que sea el primero de muchos, para nosotros el proyecto siempre fue el de jugar en Champions y ganar títulos. El fútbol mueve a la gente, en los buenos y malos tiempos», reconoció a LAS PROVINCIAS mientras avanzaba tras la Copa y los jugadores.
El himno de la Comunitat volvió a emocionar a una plantilla que quería inmortalizar cada momento. En la era de los Baraja y Albelda no existían las redes sociales tal y como hoy las entendemos. En su lado positivo, el bufandeo eterno del cántico se estaba retransmitiendo en directo para todo el mundo, en cada rincón donde hay un 'follower' de un jugador. «Han sido unos días inolvidables. Merecíamos algo así, va a ser un recuerdo para toda la vida», declaró un Parejo que volvió a sentir ese romance con la afición con el que tanto soñó cuando venían mal dadas. Marcelino, afortunadamente, no ha vivido ese regusto amargo de la grada de Mestalla: «Gracias de corazón. Me tratáis muy bien para ser entrenador. Quiero acordarme hoy de los jugadores que participaron menos porque son igual de importantes que sus compañeros». La afición contestó con un «¡Saca a Kang In Lee!» y el técnico del Valencia se lo tomó con humor: «Lo quería sacar pero estoy mirando y no está». Y el balcón cerró sus puertas tras el «We are the Champions», deseando que no salte una generación entera para volver a hacer feliz a la gente. Es, sin duda, el mejor valor que transmite el fútbol.
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