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No hay mejor notario que un texto en un periódico, pero a veces la imagen vale más que mil palabras. El Valencia publicitaba un vídeo del entrenamiento del equipo este lunes. En uno de los ejercicios, los futbolistas tenían que estirar una goma. Todos menos uno. Guedes, con la mirada ausente, realizaba el ejercicio con una insultante falta de intensidad. Esto ocurría, además, sólo un día después del bochornoso espectáculo del conjunto blanquinegro en Valdebebas contra el Real Madrid, con una indolente imagen del portugués, que le llevó al vestuario en el descanso. Javi Gracia, que divisaba el encuentro desde un palco privado por su sanción, se cansó. Ni el fichaje más caro ni el futbolista con más pedigrí ni nada. A la ducha. El técnico le señaló. Y no es la primera vez esta temporada. Ante el Sevilla no fue ni convocado. No había lesión de por medio. Fue una decisión técnica basada en la apatía del portugués en los entrenamientos. Hasta ahora todo era una suposición porque el club oculta las sesiones en Paterna, pero fue la misma entidad la que ha desnudado el (mal) hacer de Guedes en los entrenamientos. También en Balaídos fue sustituido en el descanso. Y otro borrón fue su autoexpulsión ante el Granada por menospreciar al árbitro. Pero no sólo con Gracia ha tenido problemas el luso, también Marcelino y Celades tuvieron que darle algún toque.
Gonçalo Manuel Ganchinho Guedes (Benavente, Portugal, 29 de noviembre de 1996) ha pasado de la atracción a la frustración. De inversión millonaria a opulento fracaso. El agosto de 2018 fue eufórico. Lim cerró en Córcega con Nasser Al Khelaifi el fichaje del portugués tras una descollante cesión previa del PSG. Lim no se resistió al halago y se presentó con el jugador en el aeropuerto de Manises. Días de vino y rosas. Era una operación que en parte parecía tener como objetivo reforzar la imagen pública del empresario. Pero en ese momento ya se dijo que un futbolista de tan alto coste hipotecaba al Valencia si no era capaz cada año y hasta 2024 –fecha en la que expira su contrato– de estar en todo lo alto de cualquiera de las competiciones. No todos pueden pagar 40 millones más otros 10 en variables más o menos factibles y otros 7 ya más difíciles de cumplir. Guedes, con 300 millones de cláusula, tendría que ser el líder de este Valencia y no lo ha sido.
En un momento de tanta necesidad económica, el portugués debía ser uno de los candidatos para llenar la caja de caudales. Pero a ver quién se deja embaucar para llevarse a un futbolista que en tres temporadas sólo ha demostrado irregularidad. Alguna jugada vistosa, algún gol lujoso y más de una bronca. El 3 de diciembre de 2018 se hizo famoso el toque de atención de Marcelino al portugués en el Bernabéu: «¡Van veintisiete minutos y no te vas de uno!». En esta situación se antoja complicado colocar a un jugador que cobra tres millones de euros por temporada. Sólo la magia de Mendes podría solucionarlo. Porque uno de los grandes problemas es que todavía hay que amortizar veinte millones de su fichaje y otro es que el PSG se guardó un porcentaje de una futura venta. Por tanto, la cantidad a ingresar tendría que ser escandalosa para que saliera rentable al Valencia.
Pero el Valencia tiene que vender por necesidad. Debe completar los 26 millones previstos de pérdidas en las cuentas del club, además de otros gastos a corto plazo, como son los 54 millones que prestó Lim. Por eso el club confía en una mejora sobre el césped de Guedes para que se revalorice. Pero sus actos no ayudan. Uno de los que tendría que dar ejemplo pese a no ser capitán sólo ofrece imágenes poco edificables. En otro club, con una estructura coherente, el director deportivo o el presidente pondrían en su sitio al futbolista, pero este Valencia contra natura no tiene a nadie con esa capacidad. El único que lo ha hecho ha sido el entrenador, señalándolo como lo hizo en el Alfredo di Stéfano.
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