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Vicente Guillot | «Ganamos la final de Copa del 67 al Athletic porque éramos un grupo de amigos»

Guillot: «Ganamos la final de Copa del 67 al Athletic porque éramos un grupo de amigos»

«La afición me dejó en el césped sólo con las botas y las medias», recuerda de la invasión de campo tras conseguir el título en el último precedente contra los vascos en el torneo copero

Jueves, 10 de febrero 2022, 14:01

Vicente Guillot Fabián (Aldaia, 1941) formó una delantera mítica en el Valencia con Waldo durante la década de los 60. Uno de los grandes hitos de aquella generación fue el título de Copa de 1967, superando en la final al Athletic en el Bernabéu por 2-1. Desde entonces, aunque parezca casi increíble a nivel estadístico entre dos clubes ya centenarios, nunca volvieron a cruzarse.

–Este jueves se cierra un círculo de casi 55 años sin jugar contra el Athletic en la Copa.

–Es un dato que parece increíble y más siendo dos clubes que han sido siempre muy coperos. Si jugué aquel partido quiere decir que me estoy haciendo mayor.

–¿Qué recuerda de esa edición?

–Lo primero es que llegamos a la final después de tener unas eliminatorias muy difíciles. En cuartos superamos al Real Madrid con la vuelta en el Bernabéu y en semifinales al Elche que fue un rival durísimo. Entonces el camino era mucho más complicado. Hasta pocos años antes no entraron los equipos de Segunda y se llegó a jugar una histórica eliminatoria contra el Mestalla.

–¿Y de la final del 2 de julio de 1967 en Madrid?

–En la final no éramos favoritos porque aquel Athletic ya destacaba como uno de los grandes de la competición, con Iribar en la portería, pero jugamos un buen partido y lo ganamos. Primero marcó Jara y en el gol de Paquito en la estadística cuenta como asistencia mía. Fue una jugada en la que me marché por la derecha y chuté muy fuerte desde fuera del área. El balón iba esquinado y muy tenso y lo remató con el tacón Paquito. Un tiro malo que acabó con un gol decisivo.

–¿Cómo se vive desde el césped una final con más de 30.000 valencianistas en las gradas?

–Recuerdo que el ambiente en las gradas era espectacular porque fue mucha gente de Valencia y también de Bilbao. Se escuchaban las tracas y el regreso fue tremendo desde que el autobús llegó a la altura de Alarcón. Como entonces la carretera pasaba por los pueblos, era una fiesta por cada uno en el que pasábamos. No llegamos a bajar en ninguno porque si no hubiéramos llegado a Valencia. El autobús iba casi parado por las calles de los pueblos. A eso hay que sumar la caravana de coches de aficionados que también regresaban por carretera desde Madrid. Fue como una procesión de valencianismo.

–Hay imágenes tras el partido de invasión de campo.

–Fue tremendo. La afición me dejó en el césped sólo con las botas y las medias. Lo primero que me quitaron fue la camiseta y luego el pantalón. Menos mal que debajo llevábamos algo que si no hubiera sido tremendo. Fue parte de la locura que se desató con la gente que saltó al césped a celebrar el título. Cuando vimos la avalancha de gente que venía hacia nosotros aún no nos creíamos que habíamos ganado el título.

–En el banquillo tenían a otro mito del club. A Mundo.

–Siempre he pensado que una de las claves de llegar a aquella final del 67 fue el entrenador. A Mundo le salió a la perfección la táctica de variar el once, que entonces no lo hacía casi nadie, en los partidos de Mestalla y fuera. En casa quitaba a Poli y ponía a Ansola y en los de fuera quitaba a Ansola y ponía a Poli. En Valencia, jugando en punta con Waldo y Ansola, la presión era tremenda para los rivales y les obligábamos a jugar replegados. Así llegamos a la final.

–¿Le recomendaría algo parecido a Bordalás ahora?

–De Bordalás lo que puedo decir es que estoy asombrado por lo que está haciendo, creo que se está adaptando muy bien a la plantilla que tiene. No nos engañemos, si al Valencia le marcan dos goles en un partido es muy difícil que gane y por eso incide tanto en el tema defensivo. Es un fútbol más aburrido, que depende de una genialidad de Guedes o de otro compañero, pero que es efectivo. Me recuerda a un entrenador que tuve en mi época que se llamaba Alejandro Scopelli. Era argentino y nos decía en el vestuario que si marcamos un gol ganamos o empatamos. Si marcamos uno, no perdemos. Confiaba en ese sistema.

–Ya no se estilan jugadores como usted, de regate corto. Me imagino que le ilusiona Bryan Gil.

–Es un jugador muy rápido y salvando las distancias que tiene cada época sí que es verdad que es del estilo de futbolista que puede identificarse con el fútbol que yo hacía. Lleva muy bien el balón entre los pies. Si algo recuerdo de mi juego es que tenía mucha habilidad con el balón, que era complicado quitármelo, y que tenía diez o doce metros muy rápidos. En carrera larga no, pero en una corta, con el balón en los pies, era peligroso. Eso lo veo reflejado en Bryan Gil. Lo único que le falta es tener un poco más de concentración y tener un poco más pegado el balón.

–Abelardo, Sol, Mestre o Waldo. Compañeros de aquella generación que ya nos han dejado.

–Sí, esa es la parte más triste y emocionante de recordar esos partidos. Es una pena que te queda pero es ley de vida y lo que estará siempre es el recuerdo. El mejor de todos es el vestuario. Ganamos la final del 67 al Athletic porque éramos un grupo de amigos antes que un equipo de fútbol. Cuando llegaba un jugador de fuera se amoldaba a los valencianos, que éramos más de la mitad, y lo adaptábamos casi al instante, con Mestre, Piquer, Roberto Gil o Claramunt que eran los referentes. Nadie se aislaba. Era un vestuario con mucho valenciano y la 'terreta tira molt'.

–Vamos, que eran amigos más que compañeros de equipo o vestuario.

–La clave es que convivíamos más allá del trabajo. Hay una anécdota que lo resume todo. Entonces entrenábamos en los campos anexos a Mestalla, en la Avenida de Aragón y Juan Reglá. Cuando terminábamos nos íbamos al bar La Deportiva, que aún existe y que entonces lo llevaba Tomás, que era el padre de Pepe De los Santos, el histórico masajista del Valencia. Nos íbamos allí y los porrones de cerveza con gaseosa desaparecían de la mesa. Siempre éramos como mínimo diez o doce. Eso hacía grupo y convertía el vestuario en un grupo de amigos. Ahora, están deseando acabar para cada uno meterse en su coche y salir rápido de Paterna. A mí lo mejor que me dio el fútbol, más allá de los títulos, fueron los amigos.

–¿Uno de los más especiales para usted fue Waldo Machado?

–Sí. Con Waldo conecté desde el primer día. Llegó al equipo desde Brasil en 1961, el mismo año que a mí me subieron desde el Mestalla. Ni el hablaba español ni yo portugués. A los pocos entrenamientos ya nos entendíamos en el campo con la mirada y todo era porque ya le habíamos integrado en el grupo. Era de los que venía con nosotros a tomar una cerveza después de entrenar. Pasó lo mismo con Juan Sol, que a los pocos días ya era un valenciano más y parecía que nos conocíamos de toda la vida.

–Me consta que usted era de los que mantuvo contacto, y visitas, durante la etapa que estuvo en la residencia de Burjassot.

–En una de las visitas que le hicimos en la residencia pasó algo que se me quedó grabado para siempre. Waldo ya no reconocía a nadie por el alzhéimer pero al verme comenzó a decir 'el pelao, el pelao'. Era como me llamaba en el césped para que le pasara el balón. Nos emocionó a todos los que estábamos en ese momento en la habitación.

–¿Confía en que el Valencia elimine al Athletic y pase a la final?

–Han pasado muchos años pero creo que la gente no ha cambiado mucho, al final la ilusión del valencianismo es la misma. Cuando eliminamos al Elche y nos metimos en la final casi no podemos salir del campo de la gente que había y si ocurriera ahora en la vuelta contra el Athletic pasaría lo mismo. Claro que hay opciones de pasar y de ganar la Copa. Si lo analizas bien, no habían podido tener un mejor camino aunque es verdad que siempre es difícil pasar una eliminatoria a un partido aunque el rival sea inferior.

–¿Qué recuerda de sus piques en el césped con Di Stefano?

–Con él no tuve ningún pique. Es cierto que en un partido contra el Real Madrid en Mestalla, que yo era muy joven, hubo una jugada en una esquina que yo le hice un túnel y la afición enloqueció. Eso no le sentó muy bien y tiempo después, cuando él jugaba en el Espanyol, sí que hubo un momento de mucha tensión en el túnel de vestuarios.

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