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El 12 de abril de 1986, el día que el Valencia Club de Fútbol selló el descenso a Segunda División tras perder 3-0 en ... el Camp Nou contra el Barcelona, el brazalete de capitán lo lució Ángel Castellanos Céspedes, un gregario de leyenda. Pocos jugadores han sido tan silbados por la grada, pocos futbolistas se han crecido ante la adversidad como el de Miguelturra y pocos futbolistas han sido encumbrados por una afición que, con el tiempo, supo ver que aquel hombre con pinta de leñador tenía un corazón valencianista tan grande como el escudo. Aquel brazalete representaba el fervor de los 3.000 incondicionales que acompañaron al Valencia a Barcelona a la espera de un milagro que no se dio.
Una de las últimas veces que Castellanos pudo ser consciente sin paréntesis de su Valencia fue en diciembre de 2014 cuando el equipo visitó el estadio de Los Cármenes de Granada, ciudad en la que residía y donde falleció ayer a los 71 años. Aquella mañana, en los pasillos del hotel de concentración, apareció acompañado de su gran amigo, el gaditano Manolo Botubot, y compartió anécdotas con otro grande del Valencia como Juan Cruz Sol, con el que podrá departir a partir de ahora en esa tribuna de Mestalla reservada en el cielo.
Muchos llegamos al Valencia en la época de la Copa del Rey de 1979 y la Recopa de 1980. En el Vicente Calderón, Castellanos fue titular en la victoria con los dos goles de Kempes ante el Real Madrid. Y en Heysel ante el Arsenal, el manchego salió desde el banquillo en la prórroga para ser clave en la tanda de penaltis en la que marcó el 3-2 con un zurriagazo por el centro que pegó en el larguero para entrar después en la portería del norirlandés Pat Jennings.
A los raros, los que idolatramos a José Manuel Sempere por encima de Mario Alberto Kempes –que el Dios del fútbol nos perdone–, las imágenes fijas de Castellanos son aquellas en las que un gol suyo sirvió para derrotar al Castellón de un Racic inconmensurable o el que le marcó a Mejías del Atlético de Madrid en Mestalla en febrero de 1983, que a la postre sería vital para que el Valencia sumara dos puntos más y así poder llegar con vida al último partido de liga para salvar la categoría con el gol de Tendillo al Real Madrid. Sus goles eran siempre iguales. Desde fuera del área, tras un recorte y con un disparo seco. Y cuando marcaba, el Valencia sólo ganaba por 1-0.
Castellanos llegó al Valencia en 1976 tras destacar en el Granada, al que llegó desde el Sabadell. Aterrizó con la vitola de internacional de la mano de Kubala. El 6, que fue el dorsal que lució durante casi toda su carrera en Valencia, era un jugador diesel. Ni vistoso ni brillante, incluso a veces desesperante para una grada que idolatraba la belleza de Solsona y las galopadas de Kempes, pero más que necesario para un equipo campeón como el de aquella época. Castellanos jugó 362 partidos oficiales con el club de Mestalla. Tosco en sus movimientos, casi robótico, como lo definió Paco Lloret en el artículo «El último gol de Castellanos en Mestalla» de la sección El Túnel del Tiempo en LAS PROVINCIAS –se lo marcó al Real Madrid en la temporada 1984-85 para romper una racha sin ganar de cuatro meses–, pero indispensable para todos los entrenadores que tuvo. Siempre más de treinta partidos cada temporada.
Su último partido en Mestalla fue el 20 de abril de 1986, con el equipo ya descendido en la victoria 1-0 contra el Cádiz con gol de Roberto. Castellanos jugó 68 minutos y fue sustituido por Juárez, uno de los jóvenes jugadores del Mestalla. En ese momento, diez temporadas después, se acabó la carrera en el Valencia de uno de los jugadores más honestos que ha pisado el césped de Mestalla. Arias, compañero suyo en aquel equipo, y Fernando Giner asistirán hoy a su funeral. La imagen de Botubot y Manzanedo llevando del brazo a su amigo, que ya era presa del alzheimer, en el partido de leyendas del centenario del club será una fotografía que ningún valencianista de bien tiene que olvidar. Ángel Castellanos Céspedes, leyenda del Valencia Club de Fútbol.
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