Marcos Sánchez
Valencia
Sábado, 23 de noviembre 2024
Y después de 25 días, después del peor desastre meteorológico de nuestro país, después del barro, la miseria, las vidas perdidas por culpa de los incompetentes, después de los sueños de los pequeños negocios destrozados por el agua, después del «pueblo salva al pueblo», vuelve, ... en Valencia y en Mestalla, «la cosa más importante de las cosas menos importantes»: el fútbol. Porque en estas situaciones, lo primordial es lo primordial, y lo esencial es que estas poblaciones afectadas por la DANA recuperen la normalidad lo antes posible.
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Pero, aun así, como dijo Calero hace poco en una rueda de prensa: «No vamos a solucionar sus problemas, pero al menos podremos conseguir quitar el barro un rato de sus cabezas». Y con eso, el fútbol puede cumplir su rol. El Valencia, en este caso, ha puesto a disposición autobuses para todos aquellos que, por culpa del clima, han perdido su medio de transporte para poder llegar a Mestalla en el partido contra el Betis. Llegan los primeros afectados al punto de encuentro. Ahí es donde ese medio de transporte que proporciona el club les devolverá, al menos por unas horas, a la normalidad o a una cierta civilización, darles un respiro y alejarse de la triste realidad.
Aun así, muchos esperan con una sonrisa, impacientes, porque, pese a la desgracia que se ha obcecado con su barrio y con sus vidas, vuelve su equipo, su Valencia, para intentar sacarles una sonrisa. De todos modos, faltan muchos afectados; el trabajo o el quedarse con la sábana pegada ha hecho que no puedan llegar a tiempo. Y arranca el autobús, para acercarse a la segunda parada del día: Massanassa.
Todos comentan sus penas, aquello que han perdido, lo impensable que ha sido todo esto para ellos, ver cómo su barrio, los sitios donde iban y quedaban con su gente cercana, ha quedado reducido a la más absoluta nada.
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Álvaro Martínez es uno de los afectados. Él vive en la Avenida de los Reyes Católicos, cerca del colegio La Fila, en Alfafar. Por suerte, su mayor daño ha sido que su familia ha perdido el coche, porque el agua no ha entrado en ninguno de sus domicilios. Aun así, reconoce que ahora no podrá ir a ver a su Valencia sin cierta ayuda.
«Este año me he sacado el pase en la zona de la Curva. Yo cogía el tren en la estación de Alfafar y luego cogía el autobús número 81, pero me terminaba volviendo en coche. Ahora ya no puedo, por todo lo que ha pasado».
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El bus llega a su segunda parada, Massanassa, con mucha antelación. Pocos están presentes por la hora de llegada, pero con el paso de los minutos llegan muchos jóvenes, con una sonrisa y con su bufanda del Valencia, con ganas de volver a su querida Mestalla.
De ese grupo destacan un padre y una hija. Ellos son Paco y Alba Medrano. Paco cuenta con lágrimas en los ojos su experiencia de este trágico suceso, porque, a pesar de haber perdido lo mínimo, que es su coche de 21 años y por el que espera que le den muy poco dinero, se salvó por diez minutos. Dejó su vehículo en su zona de aparcamiento habitual después de recoger a su nieta, pero cuando fue a asomarse por el balcón más tarde, el agua ya cubría las ruedas de su antiguo coche.
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«Yo venía de recoger a mi nieta del colegio. En ese transcurso me preguntaron si el agua había llegado, y yo dije que no. Aparqué y me subí con mi nieta. Diez minutos más tarde me asomé al balcón y el agua ya cubría las ruedas de mi coche. Mi hija tiene el pase desde hace 10 años y yo lo tendré en torno a 17 años».
El autobús arranca con dirección a Mestalla. Algún rezagado se ha subido a escasos 10 minutos de marcha. Las tragedias y las pasiones unen a la sociedad, personas que comparten una misma desgracia y afición empiezan a hablar entre sí, sin conocerse de absolutamente nada, pero viéndose en esa misma situación de desamparo y con destino al templo valencianista. Conforme se va acortando el trayecto, los nervios se hacen palpables, los afectados están ansiosos por llegar.
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Y llega el esperado momento: los aficionados llegan a Valencia, a Mestalla, después de un trayecto «diferente», el más complicado o distinto de toda su vida. Después de 25 días angustiosos, padeciendo y sufriendo por sus localidades, por el fango, por los amigos y la familia, ya están aquí para poder vivir unas horas de normalidad, unas horas alejados del barro. Todos se dispersan y se encaminan un rato por los bares de alrededor, esperando que llegue la hora del partido y de ver a su Valencia.
Una vez terminado el partido y con una victoria contundente, todos vuelven a su bus, cantando, comentando todo lo ocurrido, y habiendo disfrutado de estas horas. Antes de arrancar, ocurre una escena entrañable, una vecina de Valencia, Isabel, se sube al autobús donde están los afectados de la DANA en Massanassa y Alfafar, y se dirige a todos ellos con unas palabras bonitas y de solidaridad. «Estamos con todos vosotros, jóvenes de Massanassa y Alfafar. Os queremos mucho».
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Ante este gesto precioso de una mujer de la Capital del Turia, todo el autobús corea su nombre al unísono y deja que se marche saludando con la mano. Arranca el bus, momento de volver a casa. Todo se calma en la vuelta, el cansancio hace mella, ha sido una jornada de muchas emociones, cada persona mira su móvil y los vídeos sobre el homenaje que se ha hecho en el estadio. Primera parada de vuelta, la gente se baja, contenta y alegre después de la jornada de fútbol, y con un «Amunt Valencia» se despiden de aquellos que con los que han compartido viaje
Queda la última parada antes de volver a casa, los afectados de Massanassa. Escasos metros para llegar, después de un día intenso, un día a flor de piel, donde los afectados por la DANA pudieron disfrutar de unas horas de normalidad, unas horas alejados del barro.
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