A veces sale cara y no hay que tener ningún rubor en celebrarlo por todo lo alto. El Valencia de hoy en día tiene un ... tesoro en Rubén Baraja y mientras el grupo siga fiel a su entrenador, es más que probable que al final tengamos que darle la razón a Peter Lim, que de pescador ha pasado a pitoniso con ese convencimiento un tanto naíf de que este equipo se va a salvar. Aunque la realidad dice que se han sumado dos puntos de los últimos quince en juego, lo cierto es que conviene tener muy en cuenta que el que sumó este sábado debe manejarse con cierta propiedad. En otros tiempos, cada vez más añorados, el Barça temblaba cuando venía a Mestalla. Aquí costaba sudor y sangre salir airoso, en esos partidos de tensión desbordante, en el césped y en la grada. Las cosas cambian y ni el Valencia es el que pilotaba, por ejemplo, un David Silva que hoy sería más que capitán general, ni este Barça tiene la convicción necesaria para sacar rédito de su mejor cartel. Para Mestalla, es un puntazo en toda regla, una más que aceptable manera de despedir un año con demasiados tonos grises. Por eso, dentro de esa neblina en la que se ha instalado el club prácticamente en todos los estamentos, resistir ante un titubeante Barça es poco menos que un premio de cierta consideración. Que se pudo perder, pues sí. Pero para eso, entre los jabatos que tiene Baraja, hay un gigante que parece tener guantes, brazos, piernas y pies por todos lados. Ya le puede tirar Lewandowski o Ferran nada más salir. A él le da igual. Lo para todo. Bueno, casi todo, porque hay veces que se lo ponen tan difícil que es imposible llegar a todos lados.
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Son cuestiones que analizadas en profundidad pondrían seguramente los pelos de punta. Es decir, la forma en la que en ocasiones los jugadores del Barça se plantaron ante el jardín de Mamardashvili. El gol es un ejemplo de ello. De Jong recibe cómodo, levanta la vista, ve el corte de Raphinha y se la pone para que solo tenga que cruzarla y servirle en bandeja el postre a Joao Félix. Así cualquiera.
Fue un borrón importante, pero el partido se desarrolló en unos términos siempre difíciles para los valencianistas. Para empezar, Baraja intentó sorprender a Xavi poniendo dos delanteros de cierta referencia, sobre todo Yaremchuk. Eso hizo que el ucraniano tuviera la oportunidad de pelarse con unos y con otros, de recibir pelotazos y hasta de intentar marcar casi al minuto y poco de empezar el encuentro. Pero eso hizo que Hugo Duro estuviera confuso en cuanto a labores ofensivas se refiere. El Valencia prefería tener cierta calma, no andarse con excesivas alegrías y prepararse parar un partido que estaba claro que se le iba a hacer muy largo. El problema fue que metidos unos y otros en proteger al grupo, se perdieron habilidades a la hora de por lo menos aplicar algo de criterio de detrás para adelante. Que se lo pregunten a Fran Pérez. El chaval tiene el pero que todo lo que hace se le ve, tanto en lo bueno como en lo malo, y sólo hay que ver lo desesperado que estaba cuando se ganó una amarilla por una patada pasada la hora de partido. Eran los momentos de más duda del equipo, que había sabido tratarle en algunos instantes del primer tiempo incluso de tú a tú al rival.
Menos mal que justo en ese impás, cuando parecía que los jugadores estaban a punto de hincar la rodilla y poner el pescuezo visible, surgió lo inesperado. Arranca Fran Pérez, voleón casi de infantiles al área, y entre unas cosas y otras a Hugo Guillamón le da por exprimir esa templanza que tiene para mandarla a la escuadra. Vaya golazo. Ni él se lo podía creer. De la sorpresa a la reivindicación. Error. Mano a la oreja, por aquello de 'no me pitabais, pues aquí tenéis'. Es su primer gol en lo que va de temporada. Es Guillamón un caso atípico en el Valencia. Internacional en todas las categorías, mundialista y casi a punto de hacer las maletas hace unos años porque como central era no muy alto y hasta blando. Ahora, de nuevo volvía a estar Guillamón en boca de todos para este mercado de invierno. No en vano, ya lo había avisado Layhoon. El Valencia no va a vender a jugadores de peso, pero lo cierto es que el centrocampista era el decimonoveno jugador del ranking de minutos de esta plantilla. Hasta Yarek había sumado más tiempo en el campo que él.
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El fútbol es así de caprichoso. Parece una cosa a veces y luego resulta otra. Con esta aportación exclusiva de Guillamón, el Valencia evitó un fin de año dolorido. Para que no se torciera en el tirón final de partido Baraja movió la pizarra. Pasó a jugar con defensa de cinco. Había que resistir como fuera. Cualquier pepita de oro es toda una fortuna para el Valencia al que no se le puede echar nunca en cara esa predisposición a partirse la cara como sea y con quien sea.
Aunque haya que admitir que rivales como el Barça, aún estando desorientados, derrochan suficiente fútbol para dejar la impronta de un nivel superior. El Valencia supo sufrir y tragar saliva cuando entraban por un lado u otro. En el primer tiempo, por ejemplo, a Jesús Vázquez le pusieron alguna que otra vez en serios compromisos. Pero aún así, valió la pena la hora y media de uno de esos partidos que siempre te acaban dejando una sonrisa en el cuerpo, aunque nadie se crea a Peter Lim.
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