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Por miedo al descenso cuando tan sólo restan cuatro jornadas para el final; con seis puntos de margen cuando te la tienes que jugar con tres que están por abajo y con uno que pelea por el título; cuando la Champions la ves al doble de puntos de los que tienes; sin haber ganado dos partidos de liga consecutivos en todo el campeonato; con un fútbol poco coherente y a veces carente de alma; con la penitencia de ser el tercer equipo más goleado; con elección poco comprensible de futbolistas para el once; con la extraña condena que arrastran los que vinieron en enero como refuerzos y que sólo hacen de espectadores; con un vestuario que sin ser malintencionado ya había perdido hace algunos meses la fe en su líder; con futbolistas como Manu Vallejo y Kang In totalmente desorientados; con una relación aséptica con Murthy... argumentos no le han faltado a Peter Lim para haber destituido a un entrenador, Javi Gracia, que ha permanecido siete meses en el cargo en una situación totalmente rocambolesca. Gracia se quiso ir (5 de octubre de 2020) cuando Meriton incumplió su palabra. En lugar de traerle fichajes como le habían prometido y después de haber vaciado el vestuario de elementos de calidad, le dejaron una plantilla atiborrada de imberbes a la que, eso sí, el navarro nunca ha sabido sacar el rendimiento esperado. Hasta su monótono discurso ha ido posicionando a la afición en su contra pese a la protección inicial que le concedió al ser considerado como una 'víctima' más de los sinsentidos aplicados por Meriton.
La papeleta ahora, como casi siempre en los últimos tiempos, la tiene que resolver de nuevo Voro. Por quinta vez en los siete años que lleva Lim como máximo accionista en Mestalla, el valenciano ha sido elegido por Meriton para resolver los descalabros montados por Anil Murthy y en esta ocasión por Miguel Ángel Corona. Voro se puso ayer mismo manos a la obra y con el cadáver de Gracia todavía caliente, la plantilla trabajó en la ciudad deportiva con el que hasta el mismo domingo era su 'team manager', el encargado de la gestión y representación relacionadas con los desplazamientos del primer equipo.
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Gracia, que acudió este lunes al entrenamiento como estaba previsto, salía a mediodía en su coche de Paterna y sin querer hacer declaraciones, al mismo tiempo que los jugadores trataban de digerir ya sobre el césped el impacto de la noticia. Poco antes, el club emitió un escueto y protocolario comunicado informando de la nueva situación. Ni una palabra más a la afición por parte del secretario técnico o del presidente.
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El 51 cumpleaños que celebró el sábado le ha traído al navarro un agrio regalo. De poco le valió al pamplonica arrinconar aunque fuera tímidamente al Barça el domingo en los últimos minutos de partido. «Es la tendencia del último mes», argumenta el club. Desde el bofetón del Carranza cuando el Cádiz de Álvaro demostró que con trabajo e implicación también se ganan partidos (2-1), el ahora extécnico blanquinegro tenía un poco más apretada la soga. No le ganó a la Real ni al Betis pero se dejó avasallar por Osasuna y fue incapaz ni siquiera de ganarle al Alavés. La exigencia económica que le impidió en su momento al propio Gracia liberarse del compromiso adquirido con el Valencia cuando Murthy le dijo en octubre que no iba a tener ningún fichaje, servía también ahora como argumento para mantener al entrenador en el banquillo hasta junio. Pero el pánico al descenso y la poca o nula predisposición del protagonista a enfatizar las proclamas de Meriton ha vuelto a forzar el pago con un pellizco adicional por ese año de contrato que le quedaba todavía y en el que nadie confiaba.
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A cuatro días para que se celebre la gran manifestación del valencianismo contra Meriton, el relevo en el banquillo ayuda a enturbiar un poco más la sensación de desamparo que tiene la afición. Justo, curiosamente, en el momento en el que se enfatiza desde la propiedad que el futuro entrenador debe representar un perfil con marcada personalidad y que sirva como referencia. El último que gozó de esas características fue Marcelino, guillotinado por Lim precisamente por no cumplir las obligaciones del funcionariado.
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