![José V. Cuxart, poderío y bondad](https://s2.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202004/24/media/cortadas/cuxart-RpXGfEhJuPtUHCf37uZ7J3O-1248x770@Las%20Provincias.jpg)
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PACO LLORET
Viernes, 24 de abril 2020, 23:06
En una etapa de austeridad forzada, sorteos de coches en los descansos de los partidos celebrados en el conocido por entonces como estadio Luis Casanova, deudas insolubles y precariedad de medios, una camada de jóvenes valores forjada en el filial subió al primer equipo valencianista. Las circunstancias obligaban a nutrirse del Mestalla para completar la plantilla. Entre los que dieron el salto a la élite se hallaba un centrocampista de gran envergadura física: José Vicente Cuxart, nacido en Cornellà, la misma población de la que era originario Daniel Solsona, que en 1983 había dejado la disciplina valencianista. Un año después, septiembre del 84, se producía el debut oficial de Cuxart en primera división, aunque se trataba de un partido afectado por la huelga de jugadores profesionales. Enfrente estaba el Espanyol. El Valencia se impuso por 5-1.
Cuxart se unió a Giner, Fernando, Revert, Granero, Bermell, Sixto, Palonés y García Pitarch que habían sido compañeros suyos en el filial y que participaron en algún partido oficial con el Valencia a lo largo de aquel ejercicio 84-85, una campaña en el que también tuvieron su bautismo de fuego dos prometedoras promesas procedentes de Madrid: Quique y Arroyo. Las cualidades de Cuxart le iban a las mil maravillas al equipo adiestrado por Roberto Gil, caracterizado por su solidez defensiva y su rigor táctico. El entrenador solía echar mano del centrocampista catalán cuando el escenario y el rival exigían la presencia de un jugador de sus condiciones. No es de extrañar que fuera titular en campos esquivos en aquella época que al Valencia se le solían atragantar, como era el caso de San Mamés o El Sadar.
Hubo una tarde especial en la carrera de Cuxart. A punto de concluir la primera vuelta del campeonato, el Valencia visitaba el Bernabéu. En juego estaba la segunda plaza de la tabla que ocupaban los madridistas con dos puntos de ventaja. Esa semana habían protagonizado una remontada épica ante el Anderlecht en la Copa de la UEFA. Los valencianistas acudían a la cita en un momento singular: acumulaban seis empates consecutivos en las seis jornadas precedentes. Roberto Gil habló con Cuxart para anunciarle que sería titular con una misión específica: el marcaje de Valdano, delantero de fuerte complexión física. La variante táctica obligó a Quique Sánchez Flores a adelantar su posición a la medular mientras que Cuxart se retrasaba al lateral diestro.
El Valencia hizo un buen partido pero perdió por la mínima y el único gol lo marcó Valdano en posición más que dudosa, según relatan las crónicas. El conjunto visitante estrelló sendos balones al larguero y desaprovechó claras ocasiones de gol. Miguel Ángel, el portero local, fue el más destacado de su equipo. Pese al gol del argentino, Cuxart cuajó un buen partido y se convirtió en una alternativa a los titulares habituales: Castellanos, Ribes, Robert y Subirats.
En la siguiente campaña, el equipo estaba bajo la batuta de Óscar Rubén Valdez. Hubo cambio de estilo. Cuxart varió su registro como jugador, además de contener y destruir, el técnico le asignó nuevas funciones, quería aprovechar mejor la potencia física y su capacidad de llegada. En las alineaciones apareció con mayor asiduidad y hasta se estrenó como goleador en el último partido oficial de 1985, primero de la segunda vuelta de una temporada que culminó con el temido hundimiento. Sin embargo, en el ecuador del ejercicio, nada hacía presagiar lo que estaba por suceder. El Valencia venció en Cádiz por 2-3. Cuxart fue titular y repitió una semana después en Valladolid. El encuentro reflejó con exactitud cómo era aquel equipo. Ida y vuelta; toma y daca. A los cinco minutos se puso por delante con tanto de Urruti. Antes del descanso llegó el empate local y un nuevo gol visitante, obra de Subirats.
Esa ventaja mínima se esfumó en apenas diez minutos nada más comenzar la segunda mitad. El conjunto de Zorrilla remontó y se puso por delante en el marcador. Cuando peor pintaba el panorama apareció la cabeza de Cuxart para marcar de forma imponente el tercer gol del Valencia que salvaba los muebles. Su reacción de euforia estaba más que justificada. A partir de aquella gélida tarde Zorrilla se inició el desprendimiento de la entidad por el precipicio. Cuxart no varió su compromiso con el equipo en medio de enormes turbulencias y con un vestuario alterado por la situación dramática. Sin malas caras, no perdió la compostura y mantuvo su actitud elegante. Una constante en su vida. Su personalidad cordial y afectuosa le distinguió en Paterna donde prestó años después sus últimos servicios a la entidad.
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