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Botubot recuerda que Heriberto Herrera no le dejaba entrenarse con sus compañeros y tuvo que hacerlo con el cuidador de césped. la voz de Cádiz
Manolo Botubot: «Yo era tan fuerte que el contrario rebotaba»
TRABAJO, SILENCIO Y SUERTE

Manolo Botubot: «Yo era tan fuerte que el contrario rebotaba»

El central gaditano repasa su carrera en el Valencia de Kempes que ganó tres títulos pero se quedó sin la Liga: «En Mestalla hay que ir a pecho descubierto»

cayetano ros

Viernes, 18 de diciembre 2020, 00:33

- ¿Balón o motocarro?

- Cuando empiezo en el fútbol, a los 12 años, le pregunto a mi madre: '¿Qué voy a hacer yo con mi vida?' Y ella me dice: 'Si el fútbol no te va bien, puedes coger el motocarro de tu hermano (para llevar escombros, material de construcción…)'. Eso se me quedó grabado. Y yo fui a por el balón. La necesidad te hace ir al 1000%. El vivir cómodamente no es lo mejor. Lo mejor es tener un objetivo y alcanzarlo. Yo fui futbolista por cojones. Me lo propuse. No tenía otra vía. Mi padre era frutero. Éramos ocho hermanos y yo era el más chico. Tenía un hermano retrasado mental, Paco, de un año más.

- ¿Él le vio triunfar?

- Sí, participó mucho en mi carrera y me esforcé mucho por él. Me siguió toda le etapa del Valencia y me enviaba los recortes. Falleció hace cinco años de neumonía.

- ¿La primera foto se la hicieron a usted a los 12 años?

- Sí, yo era muy delgadito, bajito, con las piernas muy finas y una rótula muy grande, me acomplejaba, y me preguntaba: '¿Cuándo voy a ensanchar?'

- ¿Y cuándo fue?

- Antes de jugar en el Cádiz. Estaba aburrido, pasé por el cuartel militar y me metí de voluntario. Al poco me envía una carta el Cádiz diciéndome que pasaba a la primera plantilla. Me fui primero al servicio militar y el teniente me dio permiso para, en los tres meses de instrucción, entrenarme solo por las tardes en las montañas de Cerro Muriano, Córdoba. Me puse como una bestia. Cuando fui a jugar al Cádiz, terminaba un partido y quería jugar otro. Y me comía todo lo que me ponían: toda la carne de caballo que no querían. Lo hacía todo con mucha ignorancia, porque no había salido nunca de Cádiz, ni había ido nunca a un restaurante o a un hotel, ni sabía dónde poner la cuchara y el tenedor.

- ¿Le ayudó jugar en campos de tierra?

- Sí, porque al haber piedras, arena, agujeros, tenías que tener muchos reflejos y estar muy concentrado. Y la condición física debía ser muy buena para correr por esa superficie.

- ¿Silbaba cuando jugaba?

- Sí, tenía esa costumbre cuando subía la banda. Primero empecé de lateral izquierdo, pasé a central y otra vez, cuando surgió Tendillo, al lateral izquierdo. '¡Qué pesado eres!', me decía (el malogrado) Juanito. Yo subía 40 veces en un partido: subía a 40km/h y volvía a 50. Supe explotar mi condición física porque técnicamente era muy limitado. He tenido que aprender el oficio. Nunca me regalaron nada. No quería ser uno más. Quería ser especial y para eso me tuve que esforzar más que nadie.

- ¿Cuándo se da a conocer?

- Lo mío fue explosivo. Había salido de la nada. Enrique Mateo me hizo debutar con el primer equipo del Cádiz en el Trofeo del Cubillo, en el Puerto de Santamaría, y empezaron a decir: '¿Quién es ese chaval?'. En Cádiz somos raros a la hora de pronunciar y me llamaban 'Botibol'. Me seguían el Madrid, el Barça, el Zaragoza y el Valencia. En el Cádiz solo jugué nueve partidos, de septiembre a enero, cuando me fui al Valencia.

- ¿Cómo era ese Valencia?

- Una potencia. Como el Atlético de ahora, hecho a base de talonario. Ramos Costa trajo la 'creme de la creme' del fútbol mundial: Mario Kempes, Fernando Morena, Diarte, Rep, Solsona, Carrete, Pereira, Manzanedo… Era un equipazo y me fastidia no haber ganado una Liga. ¿Quién no se acuerda de la defensa Carrete, Arias, Tendillo y Botubot?

- Pero los comienzos fueron terribles.

- El primer día, el entrenador, (el paraguayo) Heriberto Herrera, hace un corro en el centro del campo de Paterna y dice: 'Les voy a presentar a un miembro más de la familia, Manolo Botubot. Él dice que ha costado 25 millones de pesetas, pero no vale una mierda. Váyase de aquí y yo ya le avisaré'. Estuve tres semanas entrenando solo con el cuidador del césped. No me dejaba ni entrenarme con el segundo entrenador, Manolo Mestre. A la segunda semana me quería ir a casa, pero me frenó mi padre deportivo, Pasieguito, que fue quien me había fichado. Al poco tiempo, fuimos a jugar contra el Espanyol y despidieron a HH. Pasieguito dirigió al equipo y yo debuté en la segunda parte. Me tuve que reconstruir emocionalmente: yo había llegado con un globo de motivación y ese señor lo pinchó. El tiempo me devolvió la ilusión.

- ¿El mejor entrenador?

- Pasieguito fue un punto y aparte. Pensaba como un jugador: se ponía a jugar contigo, le gustaba vivirlo, ponerse en tu lugar… Y aunque era un poco antiguo, también aprendí de Marcel Domingo, que trajo a Manzanedo, Palmer y Cabral. Manolo Mestre hizo mucho por el Valencia.

- Compartió vestuario con grandes figuras: Mario Kempes.

- Nunca quiso darse importancia. Demasiado humilde. Él llevaba el juego y la responsabilidad. Todos la volcábamos en él. Mario Alberto Kempes. El resto parecíamos bastones a su lado.

- Solsona.

- El jugador más técnico que he visto. Podía quedarse el balón todo el partido. Compartí cinco años habitación con él. Nos hemos reído mucho: 40.000 anécdotas.

- Arias.

- Un gallo peleón: elegante, elástico, estético, ¡qué maravilla verlo sacar el balón!

- Tendillo.

- El tío que más he visto disfrutar en un campo: cortaba una pelota y 'jajaja', salía riéndose. Cortaba y salía jugando. El público eso no lo veía. Cuando subió al primer equipo, Di Stéfano me pasó al lateral izquierdo. 'Póngame donde usted quiera, pero en el 11', le dije. Alfredo me daba mucha confianza: 'Tú centra, no te preocupes si va dentro o va fuera, pero centra', me decía. Yo bajaba más rápido que subía. He disfrutado mucho con Arias y con Tendillo.

- Carrete.

- Era explosivo, te podía mandar a tomar por culo. Un año, el Madrid nos mete tres o cuatro y nos dijo: 'A la mina, a la mina tenía que ir más de uno'. Se revolvía, tenía mucho carácter.

- Carácter no le faltaba a ese equipo.

- Un día Ángel Castellano le dio una patada a un extremo del Real Madrid y cuando este le pidió explicaciones, Ángel le dijo: '¿Te acuerdas del año pasado?'. Se la había estado guardando.

- ¿Cómo está Castellanos?

- Tiene mucho cariño de su mujer y de sus hijos. Intento tener un contacto continuo cuando voy a Granada, pero cada vez te reconoce menos. La enfermedad sigue su curso. Hemos sido muy amigos. En Valencia, él vivía en el piso 12 de un edificio frente al hotel Renasa y yo en el 10. También vivían allí Carrete y Manzanedo. Nos reuníamos después de los partidos. ¿Y sabes qué? No pegué ni ojo en mis tres primeras noches en Valencia.

- ¿Por qué?

- Por el silencio de la décima planta del hotel Rey don Jaime donde me hospedaron. Yo estaba acostumbrado al ruido de los coches y los camiones de planta baja donde vivía en Cádiz.

- ¿Cómo era Mestalla en aquel momento?

- Muy exigente. En Mestalla tienes que ir a pecho descubierto. Si ve que lo das todo y no das más porque no sabes, te perdona.

- ¿Qué delantero le trajo de cabeza?

- Butragueño era tan habilidoso que sabías lo que iba a hacer, pero no podías evitarlo. Cruyff era como marcar a una gacela: tenía tres velocidades. Y Maradona siempre te ganaba por potencia, habilidad y calidad.

- ¿A quién marcó y se quedó más satisfecho?

- A Santillana. Él sabía valorar tu esfuerzo, un caballero.

- ¿Y el más antideportivo?

- Hugo Sánchez. Tengo la oreja rota por él. En esos tiempos los árbitros permitían mucho y él practicaba mucho la tijereta. Un día metí la cabeza y me dejó este regalo, ya me podía haber dejado algo en la cuenta corriente… (risas).

- ¿Usted podría haber jugado en estos tiempos?

- Me tendría que reciclar, claro, pero habría disfrutado mucho. Me veo en el campo. Me vi reflejado en Pujol. Todos los de antes que han valido, valdrían también ahora.

- ¿De qué título está más orgulloso?

- De la Copa del 79. Le ganamos al Madrid en Madrid. ¡La cantidad de valencianistas que fueron al Calderón! ¡Y cómo disfrutamos en la vuelta de Madrid a Valencia, con todos los pueblos esperándonos! La llegada a la plaza del Caudillo fue impresionante. También estuve en la última que ganamos en Sevilla (2019) y la disfruté de otra manera: desde la grada.

- ¿Qué recuerda de la final de Heysel (Recopa de 1980, ante el Arsenal)?

- El partido fue muy aburrido y yo, en la tanda de penaltis, no sabía dónde meterme para que Di Stéfano no me dijera que tirara un penalti. Kempes falló el primero e hizo temblar al resto. La tanda se repitió tres veces y después de Arias me tocaba a mí. Iba a tirar fuerte como hicieron otros, pero no estaba preparado para esa responsabilidad. Menos mal que Pereira paró varios penaltis.

- ¿Cómo era Pereira?

- Tenía una mano tremenda y una gran condición física. Con un 50 de pie y 1,90m de estatura, se ponía a tirar el primero en la carrera continua. Manzanedo venía de una lesión y Di Stéfano le dio confianza a Pereira.

- Poco después, en la final de la Supercopa contra el Nottingham de Brian Clough, le acusaron de ser muy duro.

- El entrenador dijo que nunca se iba a olvidar de mi nombre. Allí empatamos 1-1 y aquí marcó el 1-0 Fernando Morena. Ese partido de ida no se televisó aquí en España y me gustaría verlo algún día para saber por qué iban todos contra mí. Yo era tan fuerte que hacía rebotar al contrario. Y me volvía y le decía: '¡Pero si no lo he tocado!'. José María García dijo que yo había hecho un marcaje perfecto. Siempre intentaba anticiparme. Un día, en un partido en Mestalla, salté de cabeza y, al caer de espaldas, me doblé completamente los cuatro dedos de la mano. Me fui al foso muerto de miedo, tenía las falanges todas dobladas, pero seguí jugando con un vendaje. Tengo la fotografía.

- ¿Cuál fue su peor temporada?

- La primera, yo era muy alocado, salía de atrás sin ton ni son, y fui aprendiendo. Los valencianos me enseñaron mucho, el oficio, y me distéis seguridad. Lo aprendí todo en Valencia, también mi forma de vivir. Y sigo viviendo igual que entonces: me acuesto a las 10, me levanto a las 7.30, voy al gimnasio, como lo mismo, todo igual solo que no juego. Todos los días agradezco a los valencianos lo que hicieron por mí.

- ¿El mejor gol?

- Metí 10 o 12 en mi carrera. El mejor fue uno de cabeza al Barça en un 3-0. Estaba Artola de portero.

- ¿Y marcar a Paolo Rossi en su único partido con la selección española?

- La educación en persona, un hombre con formación deportiva. Yo tenía 21 años y me llamó Kubala para jugar en Roma contra Italia. Fui más veces a la selección pero solo jugué una. Tengo las camisetas con los dorsales 5, 12, 14 y 16. Migueli no se lesionaba nunca (risas).

- ¿Se marchó herido del Valencia?

- Sí, porque podía haber seguido y porque hubo una persona que me hizo mucho mal y no me apetece decir su nombre. Yo tenía 32 años, la mejor edad para jugar. Me fui antes de la temporada del descenso.

- Pero ya se veía la decadencia en esa campaña salvada por el gol de Tendillo al Madrid.

- Esa jugada la estuvimos ensayando toda la semana. Centró el córner Pablo, prolongué y el balón al primer palo y lo cabeceó a gol Tendillo. Fue una temporada muy triste: no salía nada, el público encrespado, no había consuelo.

- ¿Por qué se marchó al Castellón?

- Porque mi mujer estaba estudiando Danza Española y no quisimos irnos fuera de Valencia. Pero allí me encontré con la misma persona y me dijo: 'Conmigo no juegas más', y me dieron la baja. Perdoné el año. Fui tonto, pero no guardo rencor a nadie.

- Y se retira en el Xerez.

- Sí, allí descubrí algo que desconocía: Jerez es el sitio donde mejor se come del mundo.

- ¿Qué hizo al dejar el fútbol?

- Montamos una academia de baile clásico español, Las Bayaderas. Empezamos en los ochenta y aquí seguimos, casi en 2021. Invertí en unos cuantos bajos comerciales y soy presidente de los veteranos del Cádiz. Solo tengo una espinita clavada: no haber estado vinculado a un club para ayudar a los chavales en sus inicios.

- Por último, ¿cómo vivió el Centenario del Valencia?

- Impresionante. No se me va a olvidar nunca esa emotividad y unión del valencianismo. No hubo jugador al que no se le saltaran las lágrimas al ver tanta ilusión, entusiasmo, fervor y agradecimiento. Tuve un nudo en la garganta desde que pisé Mestalla. Mi amigo Ángel (Castellanos) estaba en una burbuja. Quise que fuera partícipe y le hablaba: 'Mira Ángel, pues no he subido y por esta banda'. Se unió Manzanedo y los dos lo llevamos. Nunca lo olvidaré. Mejor no habrá nada.

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