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Mestalla recupera la fe

El solitario gol de Hugo Duro hace que el Valencia se aferre a la supervivencia| El partido se resuelve en el primer tiempo pero la tensión dura hasta el final por el miedo a repetir los errores habituales

Domingo, 19 de enero 2025

Ni hubo remontada, ni autodestrucción, ni gol del rival en la prolongación, ni desesperación, ni el guante de un gran portero que se la enchufa ... de una manera incomprensible... a Carlos Corberán le ha bastado una derrota contra el Real Madrid, un raquítico empate en el Pizjuán y una agónica y sufrida pero merecida victoria frente a la Real Sociedad para cambiar radicalmente el estado de ánimo del valencianismo. Mestalla vuelve a tener fe en lo imposible. Los valencianos somos gente muy peculiar. Construimos fallas durante un año para pegarles fuego en un arranque de patriótica euforia en apenas un par de horas en una mezcla por igual de sonrisas y lágrimas. Pero también somos capaces de convertir la eterna desesperación y angustia en un momento de éxtasis colectivo. Con un único gol, más de pillo que de otra cosa, se ha transformado el espíritu de un Mestalla que se aferra de una manera bestial a la esperanza. Al Valencia le falta calidad y nivel en muchos aspectos pero le sobran arrestos. A esfuerzo es más que probable que ningún equipo le gane en cuanto a valor energético. No siempre va a ser suficiente, por supuesto, pero al menos el respiro general es más que palpable. Por fin el Valencia gana. Esa tercera muesca que acumula en esta mísera temporada no le saca de pobre, ni mucho menos, pero alivia esa sensación tan amarga y extraña que estaba invadiendo al colectivo, siempre superado por las circunstancias en los momentos que más duelen.

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Ganar a corazón abierto siempre llena de orgullo a la grada, entregada hasta la extenuación con los suyos ya fuera por un simple despeje o por un saque de banda. No está el Valencia para grandes exigencias. La apuesta de Corberán va inteligentemente por la vía de la efectividad extrema. De momento ya ha conseguido que al equipo no le marque en hora y media, circunstancia que a Baraja le traía de cabeza. Desde octubre que la portería del Valencia no salía indemne de ningún partido liguero. No es que la Real Sociedad no tuviera opciones, las tuvo y alguna de ellas muy claras, pero alguna vez la moneda sale a tu favor.

Que nadie se vaya a creer que la condición europea del rival, con los importantes cambios que introdujo Imanol en su once, hizo desmerecer el resultado a favor de los valencianistas. En ese intercambio de golpes un tanto burdo que en ocasiones se apreció, el Valencia se encontró a gusto y confiado. Atrás no pasó por más apuros que los previsibles, pero nunca se perdió la confianza en el trazado grueso que se marca desde el banquillo. Es una sensación que se ha recuperado y que por el camino dejó tirado el cadáver de Baraja. El equipo se está cosiendo sobre la marcha y estos tres puntos son la mejor de las golosinas que uno pueda imaginar. Hay que seguir puliendo aspectos antes de que Corberán se quede sin cuerdas vocales. Hay que acertar en situaciones clave, como por ejemplo la de Diego López en ese minuto cuatro de partido. Encontrarse con un balón como el que le envió Javi Guerra, completamente solo dentro del área pequeña, es algo en lo que cualquier futbolista de ataque sueña. Su cabezazo rozó lo esperpéntico, casi del mismo calibre que la ejecución que apenas unos minutos después protagonizaría Óskarsson. Son las cosas que el entrenador debe repasar en vídeo ante sus futbolistas. No se puede desmontar tan fácilmente la defensa, con Mosquera por los suelos, Tárrega yendo al cruce sin nadie presto a la vigilancia. Menos al que el delantero islandés deja bastante que desear y hasta desentona en esta Real Sociedad, porque el Valencia en ocasiones se sostiene bajo mínimos. Esa jugada del lío dentro de su área pasada la media hora en la que hubo infantiles remates, malos despejes y rebotes un tanto absurdos es una fiel demostración que a los valencianistas les cuesta mantener todo bajo control.

El gol de Hugo Duro al menos compensó la extraña desaparición de futbolistas como Almeida. El portugués no se enteró del partido. Incómodo y perdido, es algo que el Valencia no se puede permitir. Para sumar de tres en tres, este equipo necesita que el cien por cien de sus jugadores rinda por encima casi de su máximo nivel. Es también otra de las cosas que deberá analizar el entrenador. Lo cambió quizás demasiado tarde, confiado ya en que el zarpazo de Hugo Duro iba a ser más que suficiente. Es curioso pero el gol llegó con la defensa de cinco de la Real totalmente abierta en canal y tras un golpeo un tanto pueril de Foulquier. Hugo Duro demostró en el seguimiento de la jugada dos cosas: su instinto goleador y que conoce bien las limitaciones técnicas del lateral francés. Cuando el público le pidió a Fouqluier que chutara a puerta, el único que sabía que el balón podía ir en una dirección un tanto inocente fue él. Solo tuvo que empujarla.

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Desde ese momento, el único interés del Valencia fue el de evitar que la historia volviera a desangrarlo por el camino. Son tantos los puntos que se han perdido por remontadas y por goles a partir del minuto 90 que el gran miedo es que la película volviera a ser la misma de siempre. El Valencia apostó por la consistencia defensiva y aunque el atracón hubiera sido mayúsculo si Hugo Duro llega a hacer el segundo, el pitido final supo a gloria.

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