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En el modificado del proyecto que el Valencia Club de Fútbol ha presentado con fecha 31 de enero de 2024 la clave está en la página 80 de las 86 que tiene el documento. Bajo el epígrafe de NOTA, dice textualmente: «Este presupuesto es un avance que se ajustará posteriormente en el desarrollo del posterior proyecto de ejecución. Las cifras aquí nombradas son solamente válidas a efectos de información y deberán desarrollarse convenientemente».
Esta nota no es más que la puerta abierta a los sobrecostes que suelen acumular este tipo de obras gigantescas y al ajuste de una estructura de hormigón que se ha visto deteriorada y afectada con el paso de los años. La nueva cubierta, una gran rueda de bicicleta tumbada como la definen los arquitectos Fenwick e Iribarren, se soporta sobre medio centenar de pilares de acero, como síntoma de que la actual estructura es sería incapaz de soportar una cubierta sobre ella misma por los déficits estructurales que se han acumulado durante los años.
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Juan Carlos Valldecabres
El último presupuesto del estadio es de 265 millones de euros, aunque los que saben del tema, léase arquitectos y técnicos, ya han hechos sus números y saben que ese estadio no costará menos de 400 millones de euros. El presupuesto abre una serie de interrogantes: ¿Quién paga esto? ¿Merece la pena terminar el estadio a toda costa para ser una sede de segunda división en el Mundial 2030? ¿Se ha valorado la posibilidad de reformar el viejo Mestalla y recalificar los terrenos de la avenida de Les Corts Valencianes? El principal problema para terminar el estadio es la falta de tesorería para ejecutar la obra. El Valencia arrastra una deuda astronómica, es incapaz de crecer desde la competición deportiva porque alcanzar la Liga de Campeones, que es donde está el dinero, es una utopía y el único recurso que le queda es la venta o regalar jugadores como síntoma de supervivencia.
Lo datos, como se pueden comprobar en la última memoria del club, confirman que hasta el momento se ha invertido 128 millones de euros en la obra del nuevo Mestalla más los 49 que costó el solar de la avenida Corts Valencianas. Además, lo pendiente por ejecutar rondaría los 180 millones de euros, según los números oficiales del club. A esta cantidad habría que sumar los sobrecostes y la inversión por deterioro, que entre ambas cantidad sumaría más de 50 millones de euros. Con estas cantidades, lo invertido y lo que falta por ejecutar sumaría un presupuesto de más de 400 millones de euros. El problema es que el Valencia no cuenta con el dinero ni la forma de generarlo para hacer frente a la obra. Aquella promesa de Amadeo Salvo y Aurelio Martínez de que Peter Lim pondría encima de la mesa lo necesario para terminar la obra se la ha llevado el viento.
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Las cuentas del Valencia, que viene de regalar a Gabriel Paulista al Atlético de Madrid para ahorrarse su alto coste, no engañan. A 30 de junio de 2023, el fondo de maniobra del club era de 90 millones de euros en negativo. Y si durante los próximos años se cumplieran los presupuestos marcados, algo que no ha pasado nunca, el fondo de maniobra seguiría en rojo en las mismas cantidades. Además, el Valencia se enfrenta a un pasivo a corto plazo que ronda los 172 millones de euros –si Meriton no cobrara su deuda de 10 millones sería de 162–. Una cantidad que ahora mismo son necesidad de tesorería, y si no se crea excedente no se puede hacer frente. Durante los últimos ejercicios se ha cubierto con la venta de jugadores, por lo que es más que imposible hacer frente a los pagos de un estadio si ni siquiera el club es capaz de generar números en positivo para hacer frente a sus compromisos más inmediatos.
¿Y cuál es el plan para financiar el nuevo Mestalla? Existe un prestamos con CVC que aporta 80 millones de euros pero que engrilleta al Valencia durante 50 años y que hacer menguar los ingresos por los derechos de televisión. Hay 30 millones más por el terciario del nuevo estadio, según el compromiso de Atitlán, la empresa interesada en la zona. Y luego habría que sumar los 110 millones de euros de las parcelas del viejo Mestalla. La suma, 220 millones de euros.
La radiografía es clara y preocupante. Sobre un coste del estadio –lo que falta por pagar– de 240 millones de euros aproximadamente, la financiación es de 20 millones por debajo. Si las necesidades de tesorería, en el caso de que Lim perdonara su préstamo, son de 162 millones más los 20 millones del estadio, la carga superaría los 182 millones de euros. Una carga que habría que cubrir con la venta de jugadores, con la entrada en la Champions o con aportaciones del máximo accionista. Un panorama en estos momentos que es inviable.
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En el proyecto que se ha presentado el 31 de enero se intenta equiparar el coste del nuevo estadio con la financiación, pero no se resuelve cómo abordar la deuda a corto plazo. Meriton en ningún caso pone encima de la mesa un plan de gestión económica de los próximos años. ¿Hay alternativa? Cada vez pesa más encima de la mesa la posibilidad de permanecer en el viejo Mestalla con una inversión que rondaría los 130 millones de euros aproximadamente. La remodelación de un estadio por fases, como han acometido otros clubes y que han dado un resultado óptimo. Además, KPMG, una de las consultoras con las que trabaja el Valencia y donde estuvo empleado el concejal del Ayuntamiento, José Marí Olano, apuesta por los estadios en el centro de las ciudades.
La solución pasaría por la recalificación de los actuales terrenos de la avenida de Les Corts Valencianas. Las pastillas del terciario para comercios y hostelerías están valoradas en más de 30 millones de euros, por lo que una recalificación de toda la manzana permitiría obtener más de 145 millones de euros. El Valencia se gastaría en el nuevo estadio alrededor de 170 millones entre construcción, los terrenos y un posible derribo de la estructura. Por lo que si de la venta tras la recalificación ingresa sobre 145, a pérdidas llevaría sobre 25 millones.
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Una operación viable que permitiría poder reformar el viejo Mestalla, sobre el que pesaba una sentencia de derribo de una de las gradas que ya está prescrita. Además, todo encajaría con la estación de trenes que está prevista en la avenida de Aragón, que facilitaría la llegada de aficionados de toda la provincia sin necesidad de coger el coche.
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