Héctor Esteban
Sábado, 21 de noviembre 2015, 19:59
Las Palmas jugó al fútbol en Mestalla. La frase resume el partido. No haría falta escribir nada más. El resultado, casi anecdótico. Un punto fue un botín excesivo para el peor Valencia de la temporada. A la par que en Gante. Lo peor es que en esta ocasión el bochorno se sufrió en casa. Delante de los que en veranos se gastaron unos buenos euros para disfrutar de su equipo. Ahora, con menos dinero en la cuenta y helados de frío, se marcharon a casa con el calentón propio de alguien que se sintió zarandeado por un todopoderoso Las Palmas, al que Quique Setién le ha dotado de alma para tratar de salvar el cuello en esta vuelta a Primera.
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En Vigo lo de Gante pareció un espejismo. Ahora, lo que parece irreal es la goleada en Balaídos. Las Palmas bailó al Valencia. Con todos los ritmos posibles. Miren las estadísticas que figuran en la columna de salida de esta crónica. Demoledoras. Vergonzosas. Los canarios dominaron el partido a sus anchas. Con una posesión tan aplastante como sonrojante para el equipo de Nuno, que ayer se marchó con flamear de pañuelos en la grada. Los de Setién se marcaron un rondo con los jugadores del Valencia como víctimas. Casi como escolares. Atentos: 518 pases a favor buenos de los canarios por tan sólo 282 de los valencianistas. Números de ridículo espantoso.
La suerte que tuvo el Valencia es que la portería la defiende un tal Jaume, un chico de Almenara que tuvo que hacer mucha mili para ganarse el puesto. Sus paradas sostuvieron al equipo. Lo lleva haciendo desde Gijón, en el día del debut. Es bueno, pero también tiene una cosa de la que hoy carecen algunos de sus compañeros: hambre, mucha hambre. Y ese es el secreto del éxito. Las ganas de competir, de dar un paso al frente, de hilar tres pases seguidos para demostrar que se quiere salir de esta. Hay que mirar al banquillo, pero también al césped, donde se exigen responsabilidades.
La primera parte le dio la razón a Nuno. El entrenador reconoció hace unos días que el equipo no sabe manejar muchas fases del partido con el marcado a favor. Pasó en San Mamés, durante muchos minutos en Vigo y ayer ante Las Palmas. El gol de Alcácer en el aperitivo del encuentro sirvió para sosegar a la grada, que durante las últimas jornadas ha acudido a Mestalla en agrupación coral contra Nuno. La goleada en Balaídos otorgó el beneficio de la duda y el tanto del delantero sirvió de momentánea infusión tranquilizadora.
La ventaja en el marcador al amanecer del partido firmó la tregua parcial con Nuno. El Valencia, como advertía su entrenador días atrás, se enmarañó con el resultado y con el balón. Mala gestión. La eficiente presión arriba se agotó con el gol y a partir de ahí el partido se quedó en las botas de un batallón de Minions canarios. La factoría insular produce futbolistas en serie. Bajitos, morenos y con una calidad sobresaliente. Roque Mesa convirtió el centro en una peligrosa anarquía con Viera y Tana como cómplices. El primero volvió a casa a reivindicarse; el segundo, uno de los recuperados como solista por Quique Setién para la sinfonía canaria.
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El partido sopló a favor enseguida. Alcácer, desde que se ganó el puesto de 9, ha respondido con goles. Hoy se pueden contar con los dedos de la mano los jugadores con una efectividad tan sobresaliente. Un depredador a un toque. Picadura mortal. A partir de ahí, la nada. Nervios como cicuta. Lo mejor que le pudo pasar a la primera parte es que el árbitro pitara el descanso. La grada empezó a moverse inquieta, con el cuchillo entre los dientes. La lógica invitaba a que la charla del vestuario serviría para corregir errores y trazar un plan. Matar el partido rápido.
Pero tras el descanso llegó el horror. La primera decisión obligada de Nuno fue quitar a Fuego por problemas físicos para dar entrada a Enzo Pérez. Con el asturiano el equipo estaba en peligro de descomposición. La entrada del argentino sólo hizo que se cayera a plomo. Estrepitoso. Las Palmas crecía desde atrás. Con un chico llamado Bigas espectacular. Inteligente central. Vicente Gómez sostenía el centro del campo para que los bajitos hicieran sus diabluras en esta estudiada anarquía que Setién ha dibujado para los suyos.
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Roque Mesa aguantó hasta la asfixia. Y Jonathan Viera, ese chico que no sirvió ni para el Valencia ni para el Standard de Lieja ni para el Rayo Vallecano, marcó el empate tan merecido como escaso al final del partido. El excompañero le dio al club de Mestalla su merecido con Abdennour acusando la falta de rodaje y colgado en el fuera de juego. Despistes que cuestan puntos. Viera no lo celebró, como gesto de agradecimiento por la vida pasada.
Las Palmas pudo machacar. Momo se encandiló entre tanto regate para tirarla por arriba del larguero. A Tana -excelso jugador- le sacó Jaume una mano tan milagrosa que el balón rebotó en la madera para agotar una vida más. Araujo se confió en su fuera de juego inexistente para desaprovechar el balón del triunfo. Y al final del partido, Bigas, el central, se atrevió en el área en pleno disparate para soltar un pepinazo que rozó el larguero. El punto del Valencia es lo menos malo en una jornada en la que el Sevilla, Celta y Real Madrid se dejaron los tres. El problema no es el resultado, que ya se ha convertido en un detalle sin importancia. La desazón está en las sensaciones de un equipo con todas las costuras abiertas, sin el punto de equilibrio entre Gante y Vigo. Ese es el gran problema y ahora se mira a Nuno... y a los jugadores. Llegan las cuestas del calendario y a la grada ya se le ha agotado la poca paciencia que le quedaba.
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