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Hace poco tuvimos la ceremonia de los Oscars; parafernalia, glamour, alfombra roja, pasarela de estrellas y última moda. El gran escaparate del cine americano. Pero, ... detrás de la pomposa escenografía, si hay algo me gusta de la ceremonia es el momento del 'Oscar al mejor actor de reparto'. Ese que, sin ser el primero de los títulos de crédito, consigue brillar en una historia que no estaba destinada para él. No es el chico, no es la chica y no es el malo. Es Dimitri Foulquier.

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El Valencia de hoy no anda sobrado de estrellas, para qué nos vamos a engañar. Pero sí es verdad que hay algunos que lucen más que otros. Ahí emerge la figura de capitán José Luis Gayà -toda la suerte del mundo para que vuelva bien y pronto- por encima de todas. Y, detrás de él, lo que ustedes quieran elegir: el currante y goleador Hugo Duro, los chavales Diego López o Javi Guerra, el onmipresente Pepelu, 'paralotodo' Mamardashvili o la explosión de Cristian Mosquera (un día tendremos que hablar de este chico que va para figura). Son los grandes protagonistas de esta historia creada por el director Rubén Baraja.

Pero... ¿y qué pasa con Foulquier? Todavía no he visto a nadie con una camiseta de 'Fulqui', como le llaman sus compañeros de vestuario. Ese jugador al que, cuando le oyes hablar parece un lindo gatito, y cuando le oyes correr parece una estampida de búfalos. ¿Donde colocaríamos al bueno de Dimitri Foulquier en esta película del Valencia de la temporada 23/24? Pues yo creo que ya va siendo hora de poner los focos sobre su figura.

Cuando le oyes hablar parece un lindo gatito y si le escuchas correr, una estampida de búfalos

Foulquier llegó al Valencia sin hacer ruido de la mano de Bordalás. Lateral aguerrido, trabajador y guerrero peleón al servicio del fútbol 'bordalasiano'. A mi me encantaba en el Granada y me pareció un buen fichaje. Nunca compartí eso de que 'en un Valencia normal no podría jugar'. En 'un Valencia normal' nadie habría defendido mejor a Nico Williams en Mestalla hace dos meses... y 'en un Valencia normal' nadie había habría desquiciado -futbolísticamente- a Vinicius Junior hace dos semanas.

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A uno lo secó hasta que se lesionó y al brasileño le aburrió tanto que se acabó marchándose al medio para huir de la pesadilla que le marcaba. Hasta Ancelotti lo reconoció al terminar el partido. Ninguno pudo con Dimitri Foulquier. Estamos, sin ningún lugar a dudas, ante el mejor año de su vida profesional. Como especialista en la marca no hay nadie mejor que él en el Valencia. Quizá debe exigirse más concentración en la pelota parada defensiva -aparece muchas veces en la secuencia de las ocasiones y los goles en contra- y cuando pasa medio campo no le puedes pedir que sea Cafú.

Y eso que, esta temporada, nos ha regalado varios 'slaloms' de increíble factura. Pero 'Fulqui' no está aquí para eso. Él no es un artista con la pelota y no trata de salir MVP de los partidos. Pero sí, en cambio, intenta por todos los medios acabar como la prisión de Alcatraz: inexpugnable. Si de sus dominios no escapa nadie ya ha ganado su partido. Si es solidario con sus compañeros ya ha cumplido sus deseos. Es buen compañero en el vestuario y gran escudero sobre el campo.

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No necesita alfombra roja, grandes focos ni tremendos titulares. Y mucho menos mi Oscar escrito al mejor actor de reparto. Pero, la realidad de esta película basada en hechos reales es que, cuando se encienden las luces de cada partido, 'Fulqui' emerge como gran protagonista en su papel. Y, cuando esas mismas luces se apagan, su trabajo sigue brillando en mi retina.

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