El Valencia tendrá el equipo que quieran los valencianos«. La frase tiene años pero los hay que la trasladan a la actualidad y hasta podría llegar a encajar con algo de imaginación. Este jueves se cumplirán diez años del fallecimiento de Arturo Tuzón Gil –autor de la frase inicial–, el presidente de un club que el paso del tiempo le ha situado en un privilegiado lugar en la historia del valencianismo, pese a no haber ganado ni un solo título –salvo el 'honor' de ser el mejor de Segunda División– en los siete años que estuvo al frente de la entidad. Los éxitos de don Arturo –como muchos le llamaban y aún le siguen llamando– fueron otros igual de tangibles e incluso de más valía que un trofeo. Cogió al equipo en el pozo de Segunda con 2.350 millones de las antiguas pesetas (más de 14 millones de euros) de deuda y se marchó con el contador a cero. Es verdad que el recuerdo facilón sobre él llega en forma de cántico machacón de la grada popular (»¡Arturo suelta los duros!«), pero con una justa perspectiva, el juicio sobre una gestión muy alejada de los parámetros que manejan hoy en día Anil Murthy y Meriton le sitúan como el dirigente que fue capaz de unir al valencianismo en un momento tan crítico quizás como el actual y con una seria amenaza de disolución. Duplicó la masa social, de 16.000 abonados a 30.000, y el equipo –con un vestuario que hablaba valenciano– llegó a ser subcampeón de Liga en la campaña 1989-1990. Lástima que en aquella época no existiera la Liga de Campeones como hoy se concibe.
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En una semana de luto blanquinegro por el adiós de Españeta, el recuerdo de una figura como Arturo Tuzón, natural de una pequeña localidad del interior de Castellón, Montán, invita a una profunda reflexión sobre las peripecias que azotan hoy en día a un Valencia casi sin alma. «Si mi padre viera cómo está hoy en día el club, alucinaría», apunta Vicente Tuzón, que llegó a ser incluso patrono de la Fundación y uno de los tres hijos del matrimonio del dirigente (Arturo y María Dolores son los otros) con Natividad (90 años). «En el fútbol hay mucho conspirador, mucho filtrador y mucho trepa. Mi padre nunca lo diría pero yo sí», reflexiona en voz alta Vicente.
Recordaba precisamente esta semana en este periódico Quique Sánchez Flores la figura de Tuzón. El viernes decía Carlos Soler que no sólo no tenía el teléfono de Murthy sino que los jugadores apenas hablaban con él. Pues bien, Quique, después de marcharse del Valencia, nunca perdió la costumbre de llamar cada Navidad a casa de Tuzón para felicitarle. «Fue un futbolista que tuvo ese detalle y que nunca olvido. Eran otros tiempos. Los futbolistas, y hablo de una larga lista como Robert, Giner, Voro... tenían una relación especial con mi padre y eso que era un hombre muy serio». La comparativa con las maneras de Murthy se rompe en pedazos.
Si hubiera que elegir calificativos para definir la personalidad de Arturo Tuzón, aplicada también a su gestión, se recogerían adjetivos como rigor, seriedad, palabra... «era un hombre súper estricto en el gasto, también en la economía doméstica o en su negocio –industrial de maquinarias– y mucho más aún con el dinero de los demás. Nunca le conocí ningún exceso. El Valencia no le costó dinero más allá de los gastos en compra de los trajes para representar al club y los viajes que hacía«.
Antonio Orts, Pepe Domingo, Melchor Hoyos... fueron sus más fieles amigos dentro de una directiva en la que fueron entrando y saliendo personas con la especial idiosincrasia de lucha de egos y protagonismos que siempre ha caracterizado a la cúpula blanquinegra. Su peor enemigo, con diferencia, fue la conversión en Sociedad Anónima Deportiva. Luego, Paco Roig acabó por empujar a su dimisión un 24 de noviembre de 1993, cuando el Valencia se alejaba de la orilla del romanticismo y se arrimaba a parámetros de otro interés. La suya, aunque cueste difícil ahora de creer con la política de oscurantismo que promulga Meriton, era una época en la que la afición de Mestalla aplaudía en los descansos cuando se anunciaba por megafonía la recaudación que se había obtenido en taquilla ese día.
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Eran tiempos en los que el presidente acudía acompañado de jugadores a actos de las peñas. «A mi padre le causaba más honor recibir una placa de una peña de Betxí, por ejemplo, que un reconocimiento de la Federación», apunta Vicente, que describe con sencillez la forma en la que Tuzón llegó al club. «Era muy futbolero. Nos llevaba de pequeños a ver al Castellón de Planelles. Cuando bajó el Valencia se juntaron varios (Vicente Pascual y Vicente Sastre) y le convencieron. Llegó a casa y dijo: 'Se han empeñado en que sea presidente'«. Hoy, muchos anhelan la aparición de alguien como él para coger la bandera del valencianismo.
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