Jaume Doménech preparó la final de Copa del Rey con su gente, en Almenara. El portero sabía que sería titular desde hace mucho, cuando Marcelino le confirmó que sería el elegido desde el primer partido hasta el último. «Tanto si juego como si no juego, yo siempre doy el máximo, va con mi carácter», decía Jaume en la zona mixta del Villamarín, donde era el hombre más feliz del mundo. El portero acababa de protagonizar una estampa histórica subiéndose al larguero, como hiciera Quique en 1954. No fue casualidad.
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En los paseos entre naranjos, relajándose, los más mayores de Almenara le pidieron que lo hiciera. «Se lo prometí y lo hice», resume uno de los capitanes del Valencia, cuyo principal admirador es Forment, el futbolista que dio la Liga de 1971 con su gol al Celta. La gran actuación de Jaume contra el Barcelona hizo justicia con un hombre clave dentro de la plantilla que no rechista cuando está en el banquillo y cumple a la perfección si le toca jugar. Por eso abre los ojos como platos cuando se le pregunta si seguirá la próxima temporada: «¿Yo? A 'full', claro que sí».
«Hay que creer en la identidad de este proyecto más allá del título de Copa. Hay que creer en este Valencia», decía Jaume, uno de los jugadores más apoyados durante la celebración de la octava Copa.
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