En plena vorágine ya contrarreloj para que el Valencia reactive, de la mano del Ayuntamiento, la obra del nuevo Mestalla, ¿qué pasaría si la sociedad valencianista hiciera una apuesta reflexionada y fundamentada para quedarse en el actual? ¿Sería viable a corto, medio y largo plazo ... reformar el actual campo y dar marcha atrás al de Cortes Valencianas con todo lo que eso supone? Desde luego, para algunos –tachados falsamente como viejos románticos– sí. Últimes vesprades a Mestalla abandera esa opción que lleva años casi en la penumbra y que ahora se ha decidido a irrumpir en la escena para impulsar una revolución que no pocos tachan de tardía. Desde luego, escuchando los argumentos de los expertos que aportaron este lunes los responsables de este colectivo, es probable que más de uno se eche primero las manos a la cabeza para luego, imaginarse un panorama más despejado sin los millones que el club va a tener que recurrir para sufragar la nueva obra empeñando la supervivencia a futuro.
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Viendo el curriculum de los que ayer participaron en el acto celebrado en el Colegio de Arquitectos, lo menos que se puede hacer es escucharlos. Que Rafa Rueda, que lo sabe todo lo que se refiere a hormigón, tirotee el proyecto presentado por el Valencia al Ayuntamiento enciende la luz de alerta. En su exposición, este experto ingeniero no salía de su asombro a la hora de señalar las tremendas deficiencias que ha encontrado en la documentación firmada por Marck Fenwick. Tal fue su argumentación a la hora de detectar los errores cometidos que se hizo un silencio sepulcral en la abarrotada sala. Quedó flotando la sensación de que casi es más peligroso hoy por hoy entrar en el nuevo estadio, por los daños que hay ocasionados por los años de deterioro, que en el viejo. Defectos de bulto, desconocidos para el gran público pero muy sensibles para los especialistas. «Es un proyecto provisional y con numerosas deficiencias. Es inadmisible que ponga en cada capítulo provisional. Se ha hecho deprisa y corriendo, esta provisionalidad es inadmisible. Si fuera una obra pública sería suficiente para el rechazo. El cálculo de la estructura de hormigón que se ha hecho no es válido, y no para una vida útil de 50 años sino de cien. No cumplen los códigos estructurales. Son los mismos hormigones empleados en el proyecto inicial ¿Fueron correctos en el proyecto inicial? En Valencia en exteriores no diseñamos este tipo de hormigón por la pluviometría que hay. Hay un serio problema de durabilidad de la estructura. Es una bomba de relojería. El nuevo estadio lleva quince años parado y ha sufrido un proceso de degradación acelerado. En todos los forjados y las losas hay agua y así ha pasado desde hace años. Hay que hacer un proyecto de reparación que debería haberse adjuntado».
La sensación que dejó Rueda es que el Valencia ha conseguido colarle un gol al Ayuntamiento. Y lo hizo curiosamente en presencia de dos concejales de la oposición que estaban en la última fila de la sala. Allí, Borja Sanjuán (PSPV) y Papi Robles (Compromís) tomaron nota mentalmente y en silencio de esta denuncia, alejada seguramente de la pasión que pueda dar alguien que no quiere a Meriton en el Valencia. De hecho, del máximo accionista apenas se habló. No era ese tampoco el motivo de la charla. Ahí se fue a hablar del riesgo de trasladarse al nuevo campo y de las posibilidades que hay para hacer del viejo un estadio de prestigio más allá de un simple lavado de cara. «La construcción modular del viejo Mestalla, que es independiente los tres anillos, permite amplias alternativas de reforma. Se puede modular para ver qué reforma se puede hacer», llegó a plasmar Iván Cabrera.
Por eso, conforme fueron avanzando unos y otros en sus exposiciones, fue tomando forma el por qué no se opta por cambiar radicalmente el escenario. El primero que lo puso en situación fue Ernesto Colomer. «Es posible que la estructura del nuevo estadio esté peor que el estadio actual. Es complicado que mudarnos suponga un incremento de ingresos recurrentes –como así justifica el club–. Mestalla permite reformarse y tiene lista ya una superficie comercial de 10.000 metros cuadrados pendientes simplemente de tabicar y construir».
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Para este doctor e ingeniero de caminos, en contraposición a los más de 300 millones a los que puede subir de coste acabar el nuevo, «con dos mil euros por butaca se podría reformar el actual. Un refuerzo estructural, financiación de cubierta y fachada y modernización general. Costaría entre 100 y 130 millones para reformarlo y hacerlo cubierto para 47.000 espectadores».
El dinero es desde luego un asunto que centra la preocupación de unos y de otros. El Valencia está con el agua al cuello y argumenta que con el traslado y los nuevos créditos va a poder salir adelante en el futuro. Opinión diferente tiene Jorge Milla que dijo que «el déficit de tesorería se va acumulando y en nueve años llegaremos a más 250 millones de euros. El problema es que no vendemos estadios. La única fuente de ingresos es mejorar la entrada de competiciones y retransmisión. Si se mejora el equipo se puede mejorar los ingresos. El objeto social es competir en competiciones europeas no en competir en estadios». Para los que piensan en números, una aclaración: «Si el nuevo lo derribamos habría que aplicar una pérdida de 140 millones, podría parecer que cayéramos en causa de disolución pero se podría compensar con CVC».
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El punto de vista de la Universidad lo dio Cabrera. Él ha estudiado todas las reformas de los estadios que se han producido en Primera. Para empezar, un aviso: «Las indefiniciones de los proyectos –como puede ser el actual– pueden irse al doble o al triple del presupuesto. Además, una capacidad máxima del estadio no siempre es la óptima».
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