No hay paz para los pecadores ni para los inocentes. Creo que hay sobrados motivos para que cada valencianista se pregunte qué ha hecho para merecer esto. Si mi queridísimo Jaume Ortí levantara la cabeza se preguntaría de qué ha servido tanto esfuerzo y bonhomía. ... La historia está para aprender de ella, no para ignorarla. Seguimos cometiendo los mismos pecados y eso sólo nos lleva sin remedio al más angustioso de los purgatorios. No le den más vueltas, estamos condenados a vagar por la eternidad futbolera, unos por soberbios, otros por ignorantes y el resto por cobardes. Hoy, precisamente hoy, se cumplen nueve años de aquella foto que sólo la buena gente es capaz de protagonizar. En un escenario menos glamouroso del que hemos obsequiado generosamente a los asiáticos en los últimos años, cuando todavía el pueblo podía acudir a las asambleas a decir lo que pensaba, Jaume Ortí hizo que las alturas de Amadeo Salvo y la cólera de Vicente Andreu se fundieran en un inesperado y hasta forzado abrazo. El valencianismo aplaudió la simbología de ese fugaz encuentro aunque nunca creyera de verdad en él. Las guerras internas vienen desgarrando sistemáticamente al Valencia en las últimas décadas, eso es cierto y seríamos unos ignorantes si no lo admitiéramos. Hasta que llegó un señor multimillonario y se encargó él solo de arrasar con el paisaje más o menos colorido y dejar el blanco y el negro como tonos inmisericordes. El Valencia continúa desangrándose y nadie acierta a saber cuáles son los motivos que le llevan a un señor de Singapur a acumular tantos despropósitos de manera tan machacona. Si alguien piensa que con la cabeza de Murthy rodando escaleras abajo se ha acabado el problema y todo será ahora de color de rosa, está muy equivocado. Cierto es que el señor Anil ya es historia en el Valencia pero el legado que ha dejado es mortal. Esos diez años de diplomacia ejercida en las Galias le sirvieron para marcharse a la francesa. Nunca un presidente del club de Mestalla ha desaparecido así dejando a sus espaldas un panorama tan escalofriante. El que venga, por muy torpe que sea, lo va a tener sencillo para que a la hora de su adiós se pueda decir que no fue tan nefasto como su predecesor. Pero no nos engañemos, la ley marcial se dicta desde Singapur, no desde una mesa de restaurante en la playa de la Malvarrosa y con un buen caldo en la copa. Me gustaría saber, por ejemplo, quién fue el genio de la lámpara que diseñó la estrategia en el despido de Bordalás. No me gustó el fútbol que hizo el Valencia esta temporada pero eso no quita para que su responsable merezca un respeto. Como decía una persona muy afín al entrenador, justo el mismo día que el Valencia potenciaba a los cuatro vientos la candidatura de Gattuso, «estos están locos». Intentar entender qué se le pasa al señor Peter Lim por la cabeza en momentos así es ciertamente complicado. Trató de explicármelo una mañana de asueto Mateo Alemany y al final reconoció que ni él mismo era capaz de entenderlo. Apunten una anécdota que quizás les sirva. Día solemne del centenario. Murthy cumple con decoro la procesión cívica y tras una jornada feliz en la que el valencianismo dio una gran lección, camino de las oficinas y feliz por haber superado los exámenes, el entonces presidente recibe un mensaje de Singapur. Lim le pide que el Valencia haga un comunicado en el que recuerde al valencianismo que si todo ha salido tan bien es porque se lo deben a Peter Lim. El relato, vivido en primera persona por algunos, dejó a todos pasmados. Qué lástima que no aprendieran más de ti, querido Jaume.
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