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Dos noches en el calabozo, tres meses con un pie en el juzgado y otro en la enfermería, primera convocatoria, catorce minutos en total en ... el campo y a los nueve ya había marcado un gol, su primero con la camiseta del Valencia. Rafa Mir ha vuelto. Bueno, en realidad lo que se dice estar, tampoco es que estuviera mucho. Jugó cuatro partidos con el Valencia –sin mucho que decir– antes del desagradable episodio nocturno y esa supuesta agresión sexual y desapareció por completo de la escena blanquinegra. La vida de este delantero, aún a pesar de ese beso al escudo tras el gol, continúa siendo un mar de incertidumbres y miedos. Primero porque no se sabe muy bien cómo va a responder físicamente en los primeros duelos contra rivales de envergadura y segundo por el estado anímico que pueda tener cuando salte a Mestalla –o a otros escenarios más adversos con decenas de miles de espectadores– este sábado que viene. Mir es hoy por hoy imprescindible para un equipo plagado de chavales que sostiene con pinzas. Y lo mejor que le podría pasar al Valencia es que su delantero estrella marcara en su vuelta a los escenarios.
Fue él precisamente quien enterró en esta localidad aragonesa la desagradable sensación que hubiera quedado de haber tenido que solventar en el añadido un empate. El Valencia pasa la eliminatoria de Copa del Rey, pero por algunos determinados momentos dejó flotando en el ambiente que en lo que a fútbol se refiere el equipo no goza de muy buena salud que digamos. En una gélida noche ante un rival que compite tres categorías por debajo, el cuadro de Baraja mantuvo más o menos el tipo con esos zarpazos de Córdoba y Dani Gómez sin que ello le privara de pasar después algunas sensaciones un tanto incómodas.
Solo cuando Rafa Mir hizo subir el tercero en el 91' respiró tranquilo un Baraja al que por momentos parece que se le está agriando el carácter, pareciéndose a esa pletórica juventud en la que lideraba desde el centro del campo a sus compañeros. Ahora le toca maniobrar desde la pizarra un grupo que comete en ocasiones errores de cierto bulto, ya sea contra un Primera División o contra un Segunda RFEF como en esta ocasión.
Pero piensa seguramente Baraja que este miércoles copero puede ser de alguna manera el punto de inflexión para aliviar parte de los temores actuales. Ser penúltimo en la tabla en diciembre es ciertamente para preocuparse. Las mejores perspectivas llegan no porque el juego desplegado esta vez fuera sublime –más bien todo lo contrario–, sino por la novedad significativa que supuso ver a quien considera su jugador diferencial volver a los terrenos de juego. Eso, ya es de por sí la mejor de las noticias. Hay que recuperar al Rafa Mir futbolista como sea.
Eso permitirá tener una alternativa seria desde el punto de vista ofensivo, porque a veces cuesta ver cómo se las apañan gente como Valera y Dani Gómez, que le ponen toda la voluntad del mundo pero que las están pasando canutas. Y eso, a pesar de que anoche entre ambos consiguieron entenderse en dos ocasiones. En la primera Dani Gómez hizo un gran control y una fenomenal asistencia, que remató Valera al larguero; y en la segunda fue en cambio Valera el que la dejó pasar para que anotara casi a placer el delantero. Antes, eso sí, había hecho el 0-1 Córdoba.
Del partido, bastantes cosas que decir pero pocos dulces que repartir. Para empezar, que Dimitrievski dejó en un par de intervenciones algo más que dudas, porque si el Ejea no marcó más goles fue casi de milagro. También conviene destacar que la defensa de cinco –y a diferencia de la cita contra el Parla– se mantuvo, seguramente con el único objetivo de probar si Fran Pérez consigue casi a contrarreloj aprenderse la lección de carrilero por el infortunio de Foulquier.
Después está esa ubicación de Pepelu de central en lugar de Guillamón –que ha jugado decenas y decenas de partidos ahí–; el tono cada vez más bajo de Jesús Vázquez que sigue sin encontrar la brújula –el gol del Ejea llegó por su lado–; la falta de inspiración en la que se encuentra Almeida, y la corrección de Córdoba y las ganas de Martín Tejón por agradar al entrenador.
Quitando esos apuntes, que no son pocos tampoco, lo cierto es que el partido transcurrió por los típicos cauces de esas noches en la que los grandes o pasan con apuros el trámite o acaban perdiendo por completo los papeles. En el caso del Valencia fue la primera opción. El Ejea demostró estar más cómodo en un campo más estrecho y con tapete artificial y el Valencia basó buena parte de su esfuerzo en mantener más o menos el tipo. El final del primer tiempo supuso prácticamente un alivio para todos y la reanudación un golpe de calma desde el punto de vista valencianista. El córner de Pepelu lo buscó con ahínco Córdoba para rematar casi a placer y estrenarse estadísticamente con los mayores. Cuando parecía minutos después que todo estaba ya resuelto con el 0-2, llegó el 1-2 tras la descomposición del Valencia en defensa y vino la tensión. No parecía que iba a ser lo de Guadix en 2001 pero por si acaso. Entró Mir en el 82' y en el 91' se colaba por la derecha para hacer fácil el 1-3. Que sirva al menos para algo.
Ficha técnica
Ejea: Troya, Sola (Isak, 87'), Espiau, Ginovés, Fedior (Ramón López, 68'), El Mokh, Tudela, Iglesias (Álvarez, 68'), Carrasco, Palmás y Puertolas.
Valencia: Dimitrievski, J. Vázquez, Córdoba, Mosquera (Yarek, 45'), Pepelu, Fran Pérez, Guillamón, Almeida (Javi Guerra, 71'), Martín Tejón (Canós, 45'), Valera (Rioja, 71') y Dani Gómez (Rafa Mir, 82').
Goles: 0-1, Córdoba (48'). 0-2, Dani Gómez (62'). 1-2, Palmás (71'). 1-3, Rafa Mir (91').
Árbitro: Ortiz Arias (Comité madrileño). Amonestó a Iglesias y Germán Valera.
Incidencias: 3.800 espectadores en el Estadio de Luchán.
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