No es verdad eso que dicen que no tienen compradores para el solar de Mestalla. Lo que pasa es que Meriton no tiene ninguna intención de vender porque el Ayuntamiento ha mantenido conversaciones con propuestas serias que ofrecían un precio justo por el terreno y Lim las ha rechazado«. La airada y reciente manifestación corresponde a una de las personas que desde el Consistorio se han encargado de manera directa de manejar la atípica situación urbanística que vive actualmente el Valencia.
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Este lunes, a dos meses vista, se inicia la cuenta atrás definitiva para enterrar la famosa ATE. El proceso, regalo parido hace nueve años para beneficiar al club por una condescendencia política por ser el Valencia lo que es, va camino de pasar a la historia por una de las situaciones más absurdas protagonizadas en los más de cien años de vida de la entidad. Año tras año, el Valencia de los Soler, Soriano, Llorente, Salvo y Peter Lim ha ido dándole una patada sin miramiento al solar del viejo Mestalla, enriquecido políticamente con una inyección de suelo terciario que sin la Actuación Territorial Estratégicas se esfumará. Así, como quien no quiere la cosa, dinamitar este procedimiento excepcional y singular hará saltar por los aires a las primeras de cambio algo más de quince millones de euros y según apuntan expertos como los abogados Juanma y Gaspar Romero, conducir a la sociedad a causa de disolución.
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Eso para abrir boca, porque luego se abre un amplio abanico de posibilidades que puede llevar a algún accionista a presentarse en el juzgado exigiendo responsabilidades a los administradores por haber provocado, a su juicio, un daño irreparable al propio club. El tiempo dirá si ésa, la vía judicial, se acaba convirtiendo en el ariete que termine por derribar el muro que todavía sostiene como puede Meriton, estando por ver si el príncipe de Johor viene para implicarse también en este negocio urbanístico o sólo para probar suerte en el proyecto deportivo.
Mientras, el aficionado del Valencia seguirá asistiendo impávido a un campo de batalla desconocido hasta el momento. Nunca un presidente del club y la máxima representación de los valencianos se habían liado a mamporros, metafóricamente hablando. Es más, ahora lo que trata de fundamentar Meriton es que uno de los motivos por los que ningún fondo de inversión se ha interesado por comprar el solar del viejo Mestalla es precisamente por la incertidumbre y el clima bélico que originan las propias autoridades políticas con sus actuaciones y manifestaciones. La culpa va de un lado a otro con el Valencia retorciéndose por el camino, mientras los vecinos de Benicalap siguen sin su pabellón y los vecinos de Mestalla con una sentencia de derribo de parte del viejo estadio a su favor sin ejecutar.
Nadie pensaba cuando el Consell (con el PP a los mandos) aprobó esta fórmula de la ATE, la primera que se aplicaba en la Comunitat, que iba a tener este final tan esperpéntico. Hasta un total de trece alegaciones y dieciocho informes sectoriales se aportaron en su momento cuando la discusión respecto al proyecto Valencia Dinamiza –así se denominaba– era otro. La ATE podía ser de iniciativa privada, pública o mixta y entre los principios básicos se recogía que debía ser compatible con los objetivos y principios rectores de la Estrategia Territorial de la Comunitat, ejecutarse de forma inmediata y acoger usos y y actividades empresariales que contribuyan a la excelencia del territorio. La mole de hormigón que asusta cuando se entra a la ciudad lleva doce años dormida. En 2009 se acabó el dinero y Meriton insiste en dejar claro que el Valencia es un club de fútbol y no puede vender futbolistas para, así, reiniciar las obras.
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No hay comprador, no hay venta, no hay interés en cambiar de estadio. A Layhoon le tocó el marrón de dar la cara en junta de accionistas y decir abiertamente que era imposible acabar el campo para el centenario y que lo mejor era esperar tiempos mejores. Amadeo Salvo, siempre en privado, optaba por expresar una hipérbole de su pensamiento: «Lo mejor sería dinamitarlo». Cien millones de euros fulminados por la dinamita. De cualquier forma, fue Layhoon, como presidenta, la primera que empezó a airear que el viejo Mestalla posee una mística especial, una forma sutil de decir que para qué meternos en un lío como el de acabar el otro estadio si no estamos obligados por contrato. Y tenía y tendría ahora también razón. A la Fundación les coló Peter Lim –con el beneplácito de Salvo– un gol por toda la escuadra cuando se escabulló negro sobre blanco de la obligatoriedad de acabar una obra para la que en su día se estimaron hasta 3.500 puestos de trabajo tanto directos como indirectos. Hoy, muchos de los bares de alrededor de la avenida de las Cortes agonizan o han echado el cierre. Meriton va a marcharse algún día –la sensación es que cada vez queda menos– y desde la ventanilla del avión verán el hormigón de Cortes Valencianas.
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