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El sueño de Mestalla. Cuando era niño seguía los partidos del Valencia por la tele y de mayor ha logrado sentarse en el banquillo local. LÁZARO DE LA PEÑA

Bordalás, romano en otra vida y amante del orden

Octavo de diez hermanos e hijo de sastre, aprendió a orillas del Cabo de Gata que la disciplina no se negocia si se quiere sacar adelante una familia o un equipo de fútbol. Se ha quedado a un paso de su primer gran título

Domingo, 24 de abril 2022, 01:55

Los que conocen bien a 'Pepito', un apelativo que José Bordalás (Alicante, 1964) sólo admite a sus más allegados, saben que si hay algo que no negocia el actual entrenador del Valencia es la palabra lealtad. Hay etiquetas que de tanto utilizarlas pierden su valor ... pero lo de persona hecha a sí misma le viene a Bordalás como un traje a medida, un símbolo perfecto porque además es hijo y nieto de sastres. Cuando eres el octavo de diez hermanos aprendes muy pronto que o espabilas o te comen la tostada. Ser uno de los más pequeños de una familia numerosa marca el carácter desde la infancia y a Pepe nunca nadie le ha regalado nada. Tampoco en el fútbol. Cuando comenzó su carrera en los banquillos, en 1993 entrenando en Primera Regional al Alicante B, lo hizo sin un currículum detrás de jugador Top de esos que te suben en el ascensor varios escalones cuando se comienza con la pizarra. Hay dos cifras en su biografía que son contundentes; tardó 24 años en entrenar a un equipo en Primera y ayer debutó en una final tras 29 años como entrenador. Dieciocho jugadores de su actual plantilla no habían nacido cuando comenzó su sueño, en campos de tierra, de forjar un estilo propio como entrenador.

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Ese culto a la lealtad, a la palabra dada y a la rectitud que aprendió desde bien pequeño en su hogar en Rabasa es lo que le llevó a aislarse, junto a sus jugadores, en una temporada en la que vivió demasiadas semanas en un bucle constante de promesas incumplidas por parte de su jefe, Anil Murthy. A Bordalás se le agrió el carácter de tantas veces que tuvo contestar en público sobre los fichajes que no venían o la reunión con Peter Lim que se convirtió como el cuento del lobo. Nunca llegó. Hizo una vez más tabula rasa, no es la primera que la ha tenido que hacer en su carrera para limpiar la mente, para comenzar a llenar de forma simbólica, siguiendo la teoría de Aristóteles, de nuevo la mente para avanzar a partir de la experiencia y del aprendizaje. Traducido al fútbol, encontrar la fórmula para amoldar unos mimbres escasos a una idea de juego que ha permitido llevar al Valencia a rozar con los dedos su novena Copa. No es poca cosa.

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Aunque su lugar preferido para desconectar sigue siendo la costa de Alicante, su mente siempre le lleva a Níjar. Allí nació su padre Federico y su madre Francisca, ya fallecidos. Allí conserva a sus hermanas, su primo Manuel o la casa de sus tíos donde siempre discurrían los veranos en familia. Allí cerca está la playa de El Playazo de Rodalquilar en el Cabo de Gata, uno de sus lugares favoritos del mundo en un Mediterráneo que define como «su fuente de energía», o el Cerro del Hoyazo. Con esos recuerdos de niño, el trabajo sobre costuras de su padre les llevó a vivir en el popular barrio alicantino. Muy cerca del actual Mando de Operaciones Especiales del Ejército de Tierra, que se trasladó desde Jaca cuando Bordalás llevaba ya seis años entrenando. Lo de los 'soldados de Bordalás', desde entonces, está más que justificado.

Para su apodo de 'romano' hay que remontarse a su etapa de jugador, una profesión frustrada a los 16 años tras una grave lesión. Cuando cumplió la mayoría de edad ya era padre del hijo que, algún tiempo después, le hizo ser un abuelo joven. Todo ello le sirvió para acrecentar ese sentido de la responsabilidad, la disciplina y el orden que había aprendido en casa siendo un niño. Es posible que por todo ello le viniera esa fascinación por Roma. Devoraba todos los libros que caían en sus manos sobre esa civilización y no se perdía ninguna película sobre dicha temática. Siempre ha sido más de cine que de series y ahora que están de moda las plataformas prefiere las de música. Su pasión romana la llevó a su cuerpo, donde tiene varios tatuajes por ejemplo con la fecha de nacimiento de sus hijos con números romanos. De su cultura siempre le atrajo ese sentido del trabajo en equipo, donde cada persona tiene un rol ya sea en la vida diaria de la ciudad o en la centuria. Proyectado a un equipo de fútbol, defiende el sentido de la colectividad haciendo del vestuario una familia que se defiende de todos los ataques. Bordalás, incluso, siempre se ha mostrado abierto a que sus jugadores vean en él a una persona a la que acudir para pedir cualquier consejo personal. Él, con menos edad que muchos de sus jugadores, supo lo que es convivir con la presión. Todo en su vida marida, como en una formación romana que ha esperado toda una carrera para poner su primera pica en Hispalis. No pudo ser.

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