Ni Tebas se cree ya a Lim

Un amigo muy versado en el negocio del balompié desde distintos ángulos me arrojó la siguiente reflexión: «No sabemos qué quiere Peter Lim, pero lo que sí sabemos lo que no quiere: un equipo competitivo». Volví a preguntar a un alto cargo del fútbol español qué pensaba, desde Madrid, y este quiso ponerse en la piel del millonario asiático. «Ha invertido 140 millones en el Valencia CF y han caído en saco roto. Ahora está pensando: 'Ya no invierto ni un euro más'». Peter Lim ya no viaja a Valencia porque no sería bien recibido. Ni siquiera acudió a la final de la Copa del Rey de Sevilla ante el Betis. Desde la distancia de Singapur, observa los carteles hostiles que lo invitan a marcharse (Lim, out). Y las manifestaciones multitudinarias en su contra. Vigila su inversión con desdén, como si fuera una tienda de 'todo a cien'. Y pone al frente a unos cuantos incompetentes. «No entiendo cómo no busca a buenos profesionales», se lamenta el alto cargo. Nadie lo entiende. Es difícil encontrar a alguien tan poco empático con Mestalla y tan poco diligente como Anil Murthy. Y a alguien tan sumiso como el director deportivo, Miguel Ángel Corona, feliz de la intrascendencia y la clandestinidad. Su única apuesta fuerte fue Javi Gracia, y lo abandonó a las primeras de cambio, cuando este sucumbió a las mentiras de Murthy.

A instancias de Libertad VCF, la hinchada se prepara para renunciar a su bien más preciado, ver en Mestalla a su equipo, en la última jornada ante el Celta, a fin de demostrar al mundo su hartazgo respecto al máximo accionista. Ni siquiera la Liga apoya ya a Lim sin reservas. Tres años seguidos fuera de Europa han disuadido a Tebas de que quizás esta no sea la mejor apuesta para el Valencia. Lim está enfrentado a la grada, a la federación, a gran parte de la prensa y ahora también a su entrenador, Pepe Bordalás, como ya antes desquició a Prandelli, Marcelino y Javi Gracia. La peor manera de preparar la próxima temporada es esta relación rota entre el técnico y los dirigentes, forzados por la conveniencia de no romper el contrato e indemnizar a la otra parte con 700.000 euros. Ese ambiente envenenado es enemigo de las expectativas y de los jugadores de más talento (cómo llegar así a un acuerdo satisfactorio, sea el que sea, con Carlos Soler). Es un club secuestrado por la mediocridad.

 

El abismo granota. Ni siquiera ante el peso de las evidencias, con el descenso a Segunda consumado, ha reconocido el presidente del Levante UD, Quico Catalán, el gravísimo error de destituir a Paco López en la jornada nueve del campeonato. «Pues no lo sé», le replicó a Mónica Marchante tras la derrota del Bernabéu. Sería hora de saberlo y de reconocerlo a modo de catarsis para comenzar el nuevo proyecto. El Levante fue un club modélico durante los últimos seis años hasta precipitarse al abismo tras haber perdido primero la humildad y, en consecuencia, la estabilidad. Es momento de recuperarla. Es imprescindible reconstruir la plantilla y los valores perdidos. Volver a ser grande dentro del cuerpo de un equipo pequeño.

• Temas
• Javier Tebas