Cuando tu propia afición te acaba sacando los colores fuera de casa sólo hay una cosa que debes hacer: tragar saliva como buenamente uno pueda ... y hacértelo mirar. ¿Hay alguien que, de verdad, se puede sentir medianamente orgulloso de este Valencia? Que me lo explique. Que nadie se atreva a decir que el de anoche era un rival más hecho, ni que tenía jugadores de más nivel o que incluso podía estar crecido por lo del ambiente ante su gente. El que se atreva a sugerir algún apunte de los anteriores miente descaradamente y hace el peor de los daños que le pueda hacer a este equipo. El Valencia, este Valencia, es tan pequeño que no le da ni para dejar claro sobre el terreno de juego que quien viene de Segunda es precisamente el anfitrión. Claro que se puede debatir que Baraja se pasa de la raya cuando ante un Leganés tiene el atrevimiento de plantar una defensa de cinco, pero lo peor no es la cifra de gente atrás que pone sobre la pizarra, lo lamentable es que el equipo continúa ofreciendo tal cantidad de carencias que hasta el punto que en otras circunstancias podía ser considerado hasta asumible teniendo en cuenta de dónde se venía, se convierte ahora en insufrible.
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No se asusten. Hay algo positivo en este partido además de ese primer punto que han sacado los valencianistas fuera de Mestalla. Si alguien buscaba desde hace algunas semanas tres equipos peores que el Valencia para poder imaginar un final de calendario con más calma, pues ya tienen la respuesta. De momento y por lo que se vio en este enfrentamiento, el Leganés da motivos más que suficientes para pensar que de seguir así se va a ir hundiendo poco a poco. Por eso el partido fue un verdadero tostón, con pelotazos, pases y acciones por debajo del cinco raspado. Actitud sí y ganas también, pero eso es lo único que, por desgracia, aportaron los jugadores de Baraja durante muchísimos minutos de juego. Que haya que esperar al minuto 82 para ver un remate muy malintencionado de Diego López y cuatro después para echarse de los pelos cuando Dani Gómez remató –forzado– muy desviado cuando hubiera sido una culminación casi espectacular ante la mejor combinación de todo el encuentro refleja a las claras por dónde discurrió el juego. Si de verdad Baraja pretendía arrinconar el duelo a ese margen entre la desesperación y el bostezo, desde luego rayó la perfección. Pero cuesta creer que Baraja quiera realmente esto. El Valencia, con tres centrales, con Foulquier por la derecha y Thierry a pierna cambiada; con Pepelu y Almeida como pivotes, y Rioja y Canós atentos a la contra para acompañar a Hugo Duro debe dar para algo más que para convertirse en un equipo del montón. Ante el Leganés, posiblemente no hacía falta defender con tanta gente, pero es tal el miedo y la poca confianza que hay que Baraja juega casi a la desesperada. Demasiado miedo a perder. Razón tiene. Regresar anoche con la vergüenza de una derrota provocaría tiempos convulsos, pero volver dando esa pobre imagen mantiene en todo lo alto la incertidumbre de qué es realmente lo mejor.
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Desde luego, lo más idóneo hubiera sido meterle algo de miedo al rival desde el minuto uno. Si no lo haces, acabas jugándotela casi a la ruleta, como cuando a Óscar Rodríguez, ya en el 91' se le ocurrió golpear con su interior de manera inteligente para mandar el balón al poste izquierdo de Mamardashvili. Cuando vio la trayectoria del balón Baraja se quedó lívido. No es necesario llegar hasta ahí y él es el primer en saberlo.
Lo peor de todo es que ese dibujo de cinco es más que probable que acabe asentándose. Al menos por ahora y mientras la tempestad no ceses. Fuera de casa, al Valencia le tiemblan las piernas. No da tres pases seguidos, falla entregas facilonas y es imposible montar una contra de las de verdad, de las que puedan doler. Hizo más Diego López en los pocos minutos en los que estuvo sobre el terreno de juego, que Rioja y Canós en todo el partido. Ayudaron ambos a sus laterales, eso es innegable, pero hay que hacer algo más para empezar a asomar la cabeza. El problema es que todo el mundo estaba viendo que el Leganés tenía tan mal cosidas las costuras que hasta producía cierto sonrojo ver cómo se perdían inútilmente los balones. Un simple saque de falta de Almeida al espacio y una carrera avispada de Hugo Duro, que acabó desbaratando el guardameta, dejó en evidencia a los Jorge Sáenz y compañía. Lástima que el ejemplo no cundiera. E más que probable que en la pizarra de Baraja, el partido estuviera perfectamente diseñado: nos protegemos atrás, ganamos confianza en el centro y salimos a la contra porque en una de esas la vamos a tener. Bueno, sobre el papel no pinta mal y hasta no parece nada complicado. Pero no. Marcha atrás se funcionó de manera aceptable, que se lo pregunten a Mamardashvili que se aburriría de lo lindo. Pero si te conformas empatándole al Leganés es porque de verdad estás metido en un problema y de los gordos. Y jugando y sumando así... por ahora sigues en descenso.
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FICHA TÉCNICA
Leganés: Dmitrovic, Rosier, Sergio, Sáenz, Javi Hernández, Altimira, Neyou (BRasanac, 70'), Cisse, Roberto, Juan Cruz (Óscar, 84') y Haller (Miguel, 62').
Valencia: Mamardashvili, Foulquier, Mosquera, Tárrega, Yarek, Thierry, Pepelu, Almeida (Barrenechea, 72'), Rioja (Valera, 86'), Canós (Diego López, 62') y Hugo Duro (Dani Gómez, 72').
Árbitro: Quintero González (C. Andaluz). Amarilla a Rosier, Neyou, Pepelu y Tárrega.
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