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Cuando Peter Lim compró el Valencia, los predicadores de las glorias meritonianas se atrevieron a hablar casi por arte de magia de futuras grandezas europeas para el valencianismo. En sus pronósticos negro sobre blanco de 2014, Meriton contemplaba la entrada anual del ... equipo en la Liga de Campeones y resto de competiciones europeas en juego. Algo casi rutinario. Hace unos meses, el club plasmaba a sus accionistas en la última asamblea el siguiente pronóstico: «Las proyecciones tienen una duración de diez años, hasta la temporada 2031-32... Se considera disputar alternativamente competiciones europeas en base a la mejor estimación de la situación actual». Suena a cómico pero no lo es. Quizás por eso no se fichó a nadie en enero.
Ni tampoco había que tomarse a broma el discurso de Miguel Ángel Corona cuando aseguraba hace semanas queriendo ser tajante en rueda de prensa que desde el club no se contemplaba otro escenario que no fuera la Primera División. A más de uno se le heló entonces la sangre. Sobre todo porque de puertas hacia afuera –y también de puertas para adentro si no llega a ser por Gattuso–, la credibilidad de Corona es prácticamente nula desde el mismo momento que el dueño quiso el verano pasado relegarlo a un segundo plano. El Valencia se podrá salvar pero no será por el mensaje –casi propio de manual de autoconfianza– de Corona cuando incluso la amenaza del descenso no era tan asfixiante como ahora. Parecía que era el único que no veía ni las limitaciones de esta plantilla –que sí intuyó Gattuso– ni el problema que se venía encima al equipo. Este jueves contra el Valladolid y también el domingo en Cádiz, el Valencia se juega no sólo prestigio deportivo sino sobre todo su viabilidad económica, cuestión que en los últimos años ha quedado amenazada por el concurso de acreedores. Por eso las ampliaciones de capital llevadas a cabo para salvar los muebles y por eso hay un mar de incertidumbre por lo que puede o no pasar.
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Se piensa un amplio sector del valencianismo que Peter Lim vendería de inmediato el club en caso de bajar a Segunda. Hay teorías que tumban de raíz ese fácil pronóstico por el simple hecho que en ese supuesto, el producto en sí bajaría considerablemente de atractivo y de valor, y si por algo se ha caracterizado hasta ahora Meriton es por esforzarse en dejar claro que ni de lejos se plantea un cambio en la propiedad y mucho menos no recuperar el dinero invertido. Nadie sabe realmente lo que le pasa a Lim por la cabeza, por mucho que diga Layhoon una y otra vez que quiere seguir y hasta que su hijo –el del dueño– va a coger más responsabilidades aquí. Ni ha aparecido desde la asamblea y esa visita para la foto a Joan Ribó.
Ganar al Elche está bien pero el Valencia no tiene ni de lejos asegurada la permanencia. Debe trabajárselo todavía en los ocho partidos que restan hasta el final de este calvario. Pase lo que pase, de cualquier forma, habrá que hacer un examen general de lo que ha pasado para hacer una profunda revisión de lo mucho que se ha hecho mal. Empezando por la dirección deportiva, por el entrenador, por la compraventa de jugadores, por la decisión de apostar por jugadores cedidos, por la propia composición de la plantilla (hay cuatro porteros y falta un mediocampista de garantías) y por el ambiente enrarecido que día a día se palpa a pesar de la generosidad de la afición.
Se hace difícil imaginar en la plantilla de la próxima temporada sea la categoría que sea a jugadores como Mamardashvili o Yunus, dos de los más atractivos en el mercado y sobre todo de cara a la Premier. El portero y el norteamericano son los que mejor cartel tienen. Al georgiano se le blindó en septiembre hasta 2027 con una cláusula de 100 millones, la misma de Yunus aunque hasta 2026. ¿Quién va a planificar el futuro y en qué categoría? Son las grandes incógnitas. El Valencia se juega mucho en muchos frentes.
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Si el Valencia ya está tieso en Primera y por eso se ve obligado a recurrir a préstamos como el de Rights and Media (51millones) porque los bancos no abren el grifo (a Caixabank no le haría gracia el descenso por todo lo que tiene como garantía), imaginarse las finanzas blanquinegras en Segunda produce escalofríos. Ni la mayor inyección económica que habría hecho LaLiga por ayuda al descenso aliviaría al club de Mestalla del padecimiento que significaría afrontar un escenario de economía de guerra total. ¿Cuánto recibiría el Valencia? Cada club recibe un 0,35% de los ingresos por televisión de Primera, descontadas todas las obligaciones (el año pasado fueron 70,8 menos 5,9 de obligaciones); un 20% de la factura media por retransmisiones que hayan cobrado en los últimos cinco años; un 5% de sus ingresos totales medios de los últimos cinco ejercicios, incluidas las plusvalías por traspasos, y, finalmente, un 0,035% de los ingresos netos por televisión de Primera por cada temporada que hayan militado en LaLiga de forma consecutiva, con un máximo de 25 años. El ejemplo del Espanyol en 2021 puede servir como referencia aproximada: los pericos recibieron 30,1 millones de esa hucha que la patronal conserva y que este año se ve amenazada otra vez por dos grandes como el Espanyol y el Valencia. Ese año que bajó el Espanyol, de esa hucha salieron 61,5 millones, la mayor compensación desde que en 2017 se instauró esa medida. El Valencia debería percibir entre 35 y 40 millones de euros y en caso de que LaLiga no tuviera suficientes fondos para cumplir con los que bajan, podría hacerlo recurriendo a otros ingresos.
Indudablemente, Peter Lim debería replantearse todo, teniendo en cuenta sobre todo que no sólo bajarían los ingresos por televisión (muy lejos de esos 83,2 que contabilizó el club como cifra máxima en la 2019-20 y los 67,9 actuales), sino que se produciría también una disminución en otras sensibles partidas: patrocinadores (Cazoo termina y el caso puede acabar en los juzgados) sino también publicidad (18 millones), por competiciones (10) y abonados (13 millones). Aunque la afición se volcara con un apoyo masivo como ocurrió en 1986, no es lo mismo sacarse el pase a un determinado precio sabiendo que incluye un Valencia-Barcelona, que pagar el abono para un Valencia-Villarreal B.
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El Valencia tiene para este ejercicio (2022-23) un presupuesto de 109 millones (el noveno en el ranking de Primera) con un límite salarial de 75,8. El límite salarial más alto en la categoría de plata lo tiene el Granada con 29,1.
El mal sabor queda al ver las cuentas: entre bancos y entidades de crédito, el Valencia debía este año 182 millones a largo plazo y 78 a corto plazo.
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En el 86, el Valencia sufrió una catarsis y purgó como debía sus pecados en Segunda. Apostó por gente de la casa y por jugadores efectivos y volvió por todo lo grande a Primera. ¿Podría pasar eso ahora? Pues seguramente no del todo porque el fútbol ha evolucionado de tal forma que se hace difícil pensar en calcar esa situación. El Valencia ya ha dejado claro que ningún futbolista actual tiene contemplado en su contrato una rebaja o el supuesto de un cambio contractual si se desciende. Pero si se coge uno por uno a la actual plantilla, se observan casos que en Segunda serían impensables. Si el futuro de Mamardashvili y el de Yunus, por citar dos ejemplos, se presupone lejos de Mestalla por esa necesidad de vender que hay cada verano, en ese supuesto la lista se podría ver ampliada por la imposibilidad de soportar los actuales salarios, más allá de su valía deportiva para una categoría difícil como la Segunda. Entonces sí se vería con otros ojos ventas como la de Thierry o Diakhaby –que hace justo un año expresó su idea de marcharse y al final ha renovado hasta 2027–, la salida de Marcos André después de no haber dado nunca el nivel... y nadie puede imaginarse un Cavani en la categoría de plata, por muchos conceptos. A la hora de mirar hacia la propia casa surgen los nombres de Jesús Vázquez, Mosquera, Javi Guerra, Fran Pérez, Diego López… ¿Y Gayà? Es hoy en día el símbolo del valencianismo, tanto jugando la Champions, peleando por la supervivencia o en la penitencia de Segunda. Es el único al que la afición querría tener siempre.
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El Valencia es posiblemente el único club del mundo al que en cada partido, sea en casa o fuera, las protestas de la afición hacia la propiedad se hacen notar. Da igual que la televisión cape el sonido o que se imponga el plano corto en el tiro de cámara. La imagen de un Mestalla vacío como el del último partido de la temporada pasada y miles de aficionados en la calle con carteles amarillos dio la vuelta al mundo. Peter Lim eligió a Anil Murthy y le dejó campo libre para campar a sus anchas. De no haberse destapado el escándalo de los audios es posible que Murthy siguiera hoy en día de presidente, a pesar del conflicto bélico que montó con sus desmanes de maleducado. Ni la llegada de Layhoon ha servido para reconducir la situación. Meriton ha hecho tanto daño desde el punto de vista social y durante tantos años que a la presidenta le va a suponer un mundo volver a recuperar los mínimos de cordialidad que tenía el día que el máximo accionista decidió retirarla de la escena y mandarla de nuevo para Singapur.
Eso sí, nadie duda de que la afición se volcará con el equipo. Da igual si está en Primera o en Segunda. Se ha aumentado este año el número de socios –casi 36.000– y nadie duda de que en el caso del gran batacazo la cifra se mantendría o incluso aumentaría. Eso sí, Meriton estaría sentenciado. Más aún.
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Valencia debe tener un estadio cinco estrellas. Por la historia del club y por el pedigrí de la ciudad. Son nueve años con las obras del coliseo paradas. Las negociaciones para que vuelvan los obreros no han cesado en los últimos meses, aunque desde el pasado enero está enquistado el convenio que deben acordar tanto el club como el Ayuntamiento. Hay una serie de puntos que les separan. Las elecciones están al caer y todos saben que nadie cederá hasta que se deposite el voto y se sepa quién dirigirá el Consistorio. La diferencia de 4.000 asientos para el aforo global, el dinero destinado para el polideportivo adyacente al estadio (el club ofrece 5,1 millones y los políticos reclaman 8) y el uso del recinto –el Ayuntamiento lo quiere de manera gratuita para cualquier tipo de acto y en cualquier momento– son los tres puntos que siguen sin cerrarse. Pero todo ello se iría al traste con un hipotético descenso de categoría. ¿Qué sentido tendría jugar frente a conjunto de Segunda en un recinto de 70.000 espectadores? Además, el club perdería toda la fuerza negociadora, aunque hay que reconocer que Meriton nunca ha forzado la máquina para que el nuevo estadio sea una realidad, más que nada porque exigió que no fuera una obligatoriedad, y así se firmó en el cuaderno de venta. El club debe continuar entre los más grandes de España y cerrar cuanto antes el convenio para disfrutar un recinto que les ofrezca mayores ingresas por entradas, nombre del estadio, restauración y palcos vip. Otro motivo para que la plantilla luche hasta el final para evitar el pozo de Segunda.
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Si no estás no existes. El fútbol no entiende de memoria. Aquí y ahora. Y un descenso llevaría al Valencia al olvido. Quedaría desahuciado a nivel europeo. Pocos jugadores con pedigrí aceptarían jugar en Segunda. El Valencia no se lo puede permitir. Un grande de España que también ha triunfado en torneos continentales, aunque desde la llegada de Meriton se ha complicado todo, tanto que la mayoría de los años con el grupo de Singapur en el club no se ha viajado por Europa. También un hipotético descenso alejaría las opciones de Valencia para ser una de las sedes del Mundial 2030. Recientemente una delegación de la Federación Española de Fútbol visitó las tripas del nuevo estadio. Sólo pudieron realizar un informe de lo visto, sin valoración alguna, ya que con las obras paradas y las negociaciones enquistadas, la preocupación es alta. Fuentes federativas admitían que Valencia es una «ciudad estratégica con un club estratégico» pero que las garantías que exige la FIFA son cada vez mayores y cada vez veían más complicado que el club blanquinegro pudiera cumplirlas. «Estamos preocupados», admitían. En octubre se realizará la elección de las sedes. Hay quince candidatas que se quedarán en once. El Metropolitano y San Mamés tienen asegurado el puesto; el resto tendrá que buscarlo con la remodelación de sus estadios. Unos ya están en marcha pero el Valencia sigue en punto muerto. Sería un descrédito no conseguirlo. Otro punto que incidiría en la crisis reputacional si el equipo no es capaz de pegar un estirón y huir del descenso. El Valencia es un club centenario pero Peter Lim ha ido debilitanto al equipo de manera tenaz hasta dejarlo en los huesos, tanto que flirtea con el descenso de categoría. Sólo la afición mantiene la reputación en una entidad que ha permitido demasiados desmanes que ahora se pagan.
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