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Cuando en febrero de 2009 se echó el cierre a la puerta metálica por donde entraban y salían los obreros del futuro Mestalla por ... la calle del Doctor Nicasio Benlloch, nadie podía imaginar que catorce años después se llegase a poner encima de la mesa la idea tan romántica como enrevesada de quedarse ya de por vida en el viejo estadio, para desesperación de esos bares y comercios de la zona que un día invirtieron pensando en las posibilidades de negocio y que sólo ven cemento y el polvo de la tierra. Y justo ahora, cuando echa a andar el plan del nuevo Gobierno municipal, salpicado tras la reunión mantenida con una de las personas más afines a Lim como el abogado y secretario del consejo, Germán Cabrera, esa corriente popular que se resiste a abandonar el recinto de la avenida de Suecia para marcharse a Cortes Valencianas se plantea entre otras incógnitas ¿cuánto costaría remodelar de verdad un edificio de cien años como el viejo Mestalla?
Desde luego, mucho menos de esos más de 170 millones que ya hay enterrados en la mole de cemento de Cortes. Hacer una estimación de lo que podría costar algo más que un lavado de cara al viejo Mestalla es entrar en un terreno salpicado de riesgos porque siempre dependería de hasta dónde se quiere llegar en la remodelación. Desde luego, el actual recinto necesita algo más que el lavado de cara que le aplicó Amadeo Salvo cuando estaba al frente de la entidad, meses antes de la aparición en la escena blanquinegra de Peter Lim.
Y cuando la reforma del edificio debe ser profunda como es el caso, el gasto y las posibilidades se disparan. Encontrar una estimación fiable no es fácil pero fue el propio Salvo el que encargó en su momento un estudio sobre lo que podría costar. Fue el año 2013 y la estimación por entonces rondaba los 50 millones de euros. Esa fue la proyección que hizo Marck Fenwick, el arquitecto que mejor conoce el nacimiento y la evolución –y deformación– del recinto en función de cada directiva del club. La idea entonces era dejar un estadio «coqueto y bonito», conservando lógicamente ese aroma de 1923 con símbolos históricos como la fachada, y respetando al máximo todo el simbolismo, además de introducir las nuevas tecnologías.
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No había por entonces el dinero prestado de CVC dedicado precisamente a infraestructuras ni se hablaba con tanta firmeza de convertir los estadios, los días de partido, en un espectáculo con juego de luces y música como hoy en día se ha instaurado. Sí se sabía ya que el futuro sí o sí pasaba por tener muy en cuenta los palcos dedicados a empresas, una fuente importante de ingresos para los clubes, como también las zonas de restauración. Y en el Mestalla de la avenida de Suecia hay muchas limitaciones.
Aún así, aquella directiva —valenciana– que irrumpió con aires de renovación absoluta a todo lo que quedaba de la época de Manuel Llorente, encargó el estudio un tanto por conocer sin plantearse firmemente que se pudiera convertir de verdad en una seria alternativa. Molestaban ya por entonces los problemas y la fortísima inversión para acabar la obra del nuevo. Casi diez años después de aquel estudio, habría que añadir un incremento notable en los costes, teniendo en cuenta siempre que el aforo no debía reducirse más allá de los 45.000 espectadores y que se debían cubrir las zonas que hoy en día son descubiertas.
El coste de la vida ha subido y de qué manera en esta última década. De ahí que esa estimación –más o menos oficial– deba ser corregida sustancialmente aplicándose las diferentes actualizaciones. ¿Hasta cuánto habrá subido, por ejemplo, los materiales? Pues se le puede aplicar perfectamente un 50% más, es decir que la cifra rondaría los 75 millones de euros como mínimo. Casi lo mismo que tiene en barbecho el Valencia y que procede del préstamo de CVC, que LaLiga repartió –y que hay que devolver– y que todavía en lo que al Valencia se refiere no se ha tocado.
LaLiga por ahora guarda silencio sobre este planteamiento. Fue Javier Tebas el que se pronunció justo la semana pasada. Y desde luego tenía claro que la solución no era la de plantear marcha atrás en este asunto. «Mestalla se nos queda antiguo para la explotación del estadio más días al año. Sería un paso importantísimo para el club y la ciudad que el estadio se pudiera acabar», dijo el presidente de la patronal.
La intención del dirigente, como siempre ha hecho, era dar el enésimo toque de atención a las autoridades valencianas, locales y autonómicos, para que pusieran más aún de su parte. Seguramente, desconocería en ese momento que el concejal responsable de grandes proyectos iba a tener una conversación con Germán Cabrera, el abogado madrileño que en 2014 negoció en nombre de Peter Lim el proceso de venta a Meriton. Cabrera, secretario del consejo de administración del Valencia, no había aparecido en ninguna de las conversaciones que desde las instituciones se habían mantenido con la entidad. De hecho, el Valencia tiene o tenía en Christian Schneider, la persona dedicada a estos menesteres como director de operaciones que es.
Aunque Catalá ya había dejado claro que no iba a tener ningún avance importante respecto al convenio con el Valencia sin contar antes con el apoyo de los diferentes partidos, que se haya acercado de tal manera a una persona tan afín a Meriton es lo que ha encendido las alarmas de unos y de otros. Si la idea era hacer frente común desde el punto de vista municipal, parece que se ha abierto una brecha precisamente por quien ha actuado como interlocutor desde el lado valencianista.
El convenio –engloba tanto al viejo y al nuevo– sigue en el aire y la sensación que queda es que ni con ese dinero de CVC avanza el tema, ni en un sentido ni en otro. El Valencia, por su parte, prefiere tener una posición de máxima prudencia al respecto. En su ideario, la posibilidad de permanecer en el viejo recinto ni se plantea, al menos abiertamente. Más allá, eso sí, de que la propia Layhoon y seguramente Peter Lim consideren que el viejo Mestalla es un recinto ideal para la práctica del fútbol, en el sentido estricto del juego y de la conexión con la afición.
Otra cosa son cuestiones que siempre habría que tener en cuenta, desde el punto de vista jurídico y económico. Caixabank, por ejemplo, conserva todavía una doble hipoteca sobre el viejo Mestalla de casi 104 millones. Y el banco está todavía muy ligado a la realidad valencianista por mucho que le pese a la afición. Y lo estará hasta 2028.
Ribó y las «bromas»
Si hubiera que señalar un aliado de Meriton en el Ayuntamiento ése sería Joan Ribó. Como alcalde, no sólo fue el mejor de los anfitriones sino que además llegó a ejercer hasta de espontáneo portavoz de Meriton. Hoy tiene cita Ribó (Compromís) con José Marí Olano, en esa ronda de contactos que decidió aplicar la alcaldesa (mañana le toca a Sandra Gómez). «Lo que queremos es que se ha de arreglar de una vez por todas. Ya está bien de bromas. El Valencia ha de cumplir las condiciones. El nuevo estadio es el peor monumento que puede tener Valencia de gasto. Si se quedara en el viejo, habría que pensar qué se hace con el nuevo. No tenemos una postura pero suena razonable que si tenemos una obra sin acabar, con un estadio más grande, pues que se acabe», decía este martes Ribó. Sandra Gómez comentó: «Queremos saber qué quiere hacer la señora Catalá para el nuevo y el viejo Mestalla. Lo queremos saber sin que nos líen ni mentiras. Queremos saber la verdad».
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