![Parejo, Paulista y Rodrigo, en el entrenamiento de ayer por la mañana en Paterna.](https://s3.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/201909/17/media/cortadas/141910613--624x424.jpg)
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JUAN CARLOS VALLDECABRES jcvalldecabres@lasprovincias.es
Martes, 17 de septiembre 2019, 00:16
«¿A qué hotel en Londres va el equipo? Como ya no nos dicen nada y como ya ni hablan...» El Valencia está más irreconocible que nunca y si encima pierde lo mejor que tiene, que es el roce con sus propios aficionados, va camino de convertirse en un ente extraño. La pregunta anterior la efectuaba una de las aficionadas más acérrimas que tiene el equipo, de esas que no se pierden un partido de su gente sea donde sea, invierno o verano, Liga o Champions, y que se montaba este lunes por la mañana, camiseta oficial puesta, en un vuelo para la capital londinense. El espíritu de los seguidores que han decidido, pese a todo, estar hoy junto al equipo en este estreno de Champions es posiblemente la única llama que persiste pese a los bombazos que se han lanzado entre unos y otros. El Valencia, deportivamente hablando, ha entrado en una descomposición general, instalada en ese desafortunadísimo «es lo que hay» que, si nadie lo remedia a tiempo, puede acabar en tragedia global. Toda esa corriente de acontecimientos hace que lo de ganar hoy en Londres sea a estas alturas algo alejado de una entidad con un sinfín de frentes abiertos, empezando por un dueño que hace y deshace a su antojo sin dar explicaciones a nadie; siguiendo con un presidente que prefiere manejar las redes sociales a hablar a la afición; con un entrenador sin curriculum que da la impresión se sentirse abrumado por la escena; contando también con unos jugadores que ahora son mudos fuera del campo pero que dentro, donde verdaderamente importa, no hablan tampoco; siguiendo por un director general que cobra muy bien por no gestionar ahora casi nada, y terminando por una afición que no entiende por qué el club disfruta pegándose tiros en el pie. Con esos ingredientes, lo mejor que podría pasar es salir más o menos indemne de Stamford Bridge.
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Ayer, en Londres, los periodistas locales se esforzaban en intentar entender qué es lo que ocurre exactamente en las tripas del Valencia. Y, ojo, que ellos también han vivido lo suyo cuando Róman Abramóvich apareció un buen día por Londres dispuesto a comprarse un club de fútbol. Meriton se esfuerza cada día en sacar pecho por los 200 millones que ha puesto Lim para 'salvar' al Valencia poco menos de la ruina, pero el magnate ruso, en 2003, desembolsó 165 para evitar la quiebra del Chelsea. Eso sí, aunque las cifras ya se sabe que son discutibles, Abramóvich se ha gastado luego la friolera de 1.600 millones de euros en comprar jugadores en esos más de quince años de gestión. Pese a haber inflacionado desmesuradamente el mercado y a pesar de las tremendas pifias que ha cometido, las recompensas han llegado: cinco Premiers, cinco FA Cups, tres Copas de la Liga, dos Community Shields, una Champions y la reciente Europa League (ya tenía otra). Por aquí han pasado desde Benítez hasta Mourinho, pasando por Villas-Boas (uno que siempre gustó en Mestalla).
Eso no garantiza ni mucho menos que esta noche el equipo dirigido por Lampard (un seminovato en el banquillo) tenga ya adjudicados los tres puntos y por consiguiente esos 2,7 millones de euros de premio que se lleva el club por la victoria (el empate sale a 900.000). Un pico jugoso para cualquiera. Con el ánimo de ingresarlos en el Valencia, Celades es más que probable que apueste por el once de Marcelino con alguna posible variación.
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