En los guateques y transistores suena de fondo 'Un rayo de sol'. Es verano de 1970. Julio de Miguel y Vicente Peris deciden contratar a Di Stéfano para el Valencia. Llegan tiempos de revolución. Sin Waldo o Guillot pero con Abelardo o Valdez y los canteranos Forment y Claramunt entre otros. El rodaje se hace cerca de casa, nada de giras asiáticas o americanas. La mejor preparación, los torneos de verano que gozan de un gran prestigio.
Publicidad
Los primeros partidos para aquel Valencia fueron en Andalucía. El Trofeo Naranja volvía tras un breve paréntesis y los del técnico argentino no dejaron escapar el título. Esta temporada se cumplirán 50 años de la cuarta Liga del Valencia. Tras muchos veranos de pretemporadas europeas, visitas a Singapur o Nueva York, la pandemia obligará a los blanquinegros a prepararse a pocos kilómetros de distancia de sus domicilios. Un verano con cierto aroma a los de antes. Con todos sus matices. Porque en la estructura del club no está, entre otros, aquel Vicente Peris.
No es que los jugadores de antaño no vieran mundo. Ni mucho menos. Hombres ilustres del club como Roberto Gil y compañía bien lo saben. En los 60, el Valencia viajó en dos ocasiones a México. Las relaciones entre España y el país centroamericano estaban totalmente rotas pero los blanquinegros fueron invitados a jugar amistosos. Entre los aficionados que acudieron a verlos, un Max Aub exiliado que profesaba a miles de kilómetros de su París natal su amor por los colores de la entidad de Mestalla. Pero aquellos viajes fueron tan puntuales como inolvidables.
Tanto en la época en la que el Trofeo Carranza era uno de los más cotizados y al que todos los equipos querían ir, como en la época en la que los entrenadores escogían países más frescos para la puesta a punto y en la que los intereses comerciales obligaban –pese al malestar de muchos entrenadores por realizar miles de kilómetros para jugar en un punto del mundo y otros tantos para disputar un amistoso en otro lado– la pretemporada, para los jugadores, se limita a sufrir, comer, entrenar y dormir.
Bueno, para casi todos. Lubo Penev es uno de esos para los que la disciplina les era un concepto ajeno. Cuentan que en una pretemporada, mientras sus compañeros dormían, él paseaba bien acompañado portando una bicicleta por la ciudad más cercana al lugar donde el técnico había establecido el cuartel general. Genio y figura el búlgaro.
Publicidad
Antes, el hotel Mondúver de Gandia o El Saler se convirtieron, durante muchos años, en el lugar donde los futbolistas sudaban la gota gorda. No había ni un descanso. Los entrenadores sacaban su lado más estricto. En la capital de la Safor, el hotel donde se entrenaba el equipo estaba a varios kilómetros del campo de entrenamiento, ese recorrido lo debían hacer a pie los jugadores. Tendillo rechazó un día la ayuda de un amable conductor que iba con su 'dos caballos': «Si se entera Paquito, me hará ir y volver dos veces», le respondió.
No es el único que se acuerda todavía de las pretemporadas. Ricardo Arias todavía tiene pesadillas con Víctor Espárrago. El técnico uruguayo estuvo tres pretemporadas en el Valencia, desde el 88 al 91, y eligió El Saler como búnker. Sin tanto cuerpo técnico ni ristra de ayudantes, el preparador tenía su actividad favorita. Ataviaba a los jugadores con un chaleco de plomo y les hacía subir y bajar las dunas. Ni una sola vez pudo Arias llegar a completar el ejercicio.
Publicidad
Ya fuera, en Países Bajos, en Suiza o Alemania, hay algo que no cambia; mucho físico y a veces menos balón del deseado. Otros, ni siquiera eso. Parejo no olvidará el verano de 2016. Aquella estancia en Marlow fue una pesadilla para el de Coslada. Que no sólo tuvo que aguantar que Ayestarán le señalase y lo bajase del autobús cuando se dirigían a hacer piragüismo por el Támesis. También leía en la prensa a un García Pitarch que sin pelos en la lengua afirmaba de manera pública que se olvidase el madrileño de vestir la camiseta del Sevilla. Que aquello no iba a ocurrir. Parejo, decía, debía pedir perdón. Fue un año duro para el centrocampista. Pero cómo cambia la vida. En cuatro temporadas, el de Coslada ha pasado de defenestrado a capitán, a emocionarse con el himno de la Comunitat y a alzar un título de campeón con el Valencia. Este verano, por cierto, su futuro vuelve a estar en el aire. Aunque todo apunta a que Javi Gracia, que ya dijo que el futuro del futbolista de 31 años era algo para lo que estaba trabajando el club, le dará un apretón de manos. Si le quita o no el brazalete, es otra cuestión.
La última pretemporada fue otra vez convulsa. Salieron a la luz las discrepancias entre Mateu Alemany y Peter Lim con el fallido traspaso de Rodrigo al Atlético. La competición arrancaba frente a la Real Sociedad y la afición estaba pendiente de si Marcelino convocaba al delantero blanquinegro. Detalles que podrían desvelar algo más del futuro del delantero. Sin embargo, el ariete se mantuvo en el equipo y la salida fue del técnico asturiano.
Publicidad
Mañana, Javi Gracia pasará de la soledad en Paterna a la compañía. El nuevo proyecto del entrenador navarro se pone en marcha quizás no en su manera soñada, más allá de la situación del club, pero con la crisis sanitaria cruzar las fronteras se prevé un laberinto. Toca quedarse en casa.
Empieza febrero de la mejor forma y suscríbete por menos de 5€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.