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Cayetano Ros
Lunes, 18 de septiembre 2023, 10:37
«La mayoría de los estadios nuevos son iguales. Mestalla solo hay uno. Es único. Es demencial (que quieran echarlo abajo e irse a otra parte de la ciudad)», protesta Sid Love, corresponsal de The Guardian tras disfrutar de la exhibición del Valencia CF este sábado ante el Atlético de Madrid (3-0). El viejo Mestalla está 'crumbly' (se desmorona), lo describe Love, pero es tan auténtico que los 45.363 aficionados vieron a un equipo lleno de niños, el de Baraja, reducir a la nada a las figuras del afilado Cholo Simeone. La indignación de Love contrasta con la pasividad valenciana ante su patrimonio. En Italia, la administración ha decidido que San Siro, compartido por Inter y Milan, no puede ser derruido por tratarse de un bien de «interés cultural». Aquí, la alcaldesa, María José Catalá, negocia a escondidas con Lim las licencias para acabar un recinto inacabable y de bajo coste.
El fútbol es tan extraordinario por esto: puedes hacer todo mal durante el verano y obtener un resultado positivo. Las deprimentes declaraciones de la Lay Hoon («el objetivo es la permanencia») fueron acordadas con el entrenador, Rubén Baraja, a fin de quitar presión a los jugadores y al propio preparador. Y los muchachos del Pipo, liberados, cuajaron el mejor partido desde hace meses. Mosquera fue un 'capo' en el centro de la zaga, Pepelu se apropió de la medular y Javi Guerra... Javi Guerra ya es uno de los elegidos entre los centrocampistas españoles. Dirige como un mariscal y, cuando está cerca de la frontal del área, ajusta la mirilla y mete la rosca lejos del alcance de Oblak. Todo con naturalidad. Al ser ambidiestro, quiebra con la izquierda y dispara con la derecha.
Revolución en Las Rozas. Contra los inmovilistas y los chupópteros, los derrotistas y los cínicos, convencidos de que el sistema no se puede cambiar, 39 futbolistas mujeres de la selección española han aprovechado la fuerza de ganar un Mundial para tratar de transformar la sociedad. El comunicado fue un obús en la línea de flotación del 'establishment' federativo. En vez de disfrutar de la gloria de la estrella de campeonas, han decidido pensar en las futuras generaciones. No se conforman con la caída de la cabeza de la pirámide (Rubiales), sino que exigen la marcha de su sucesor (Pedro Rocha), del cerebro (Andreu Camps), de sus propagandistas (gabinete de comunicación y márquetin), del responsable de la falta de integridad (Miguel García Caba), y de todos aquellos que han atentado contra su dignidad. Es una lección para todos. Va más allá de una lucha feminista por la igualdad. Se trata de reconstruir un modelo, el de las federaciones deportivas, presidencialista, clientelar, machista y opaco. Extrañamente cómplice de Rubiales en estos cinco años, y tras una reciente Ley del Deporte muy conservadora, el gobierno de Pedro Sánchez se ha manifestado, a través de su presidente del Consejo Superior de Deportes (CSD), Víctor Francos, a favor de abordar los cambios en las estructuras del deporte. Las campeonas del mundo son esta bandera.
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Jon Garay y Gonzalo de las Heras
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