Un rescate para la historia Los huérfanos del Titanic: la increíble peripecia que tuvo un final feliz
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Cuando los rescataron tras el hundimiento del Titanic, los hermanos tenían 4 y 2 años y estaban solos. Ningún adulto los reclamaba. No hablaban inglés, no entendían nada. Su peripecia a bordo del buque que sigue fascinando el mundo es un novelón; esta vez, con final feliz.
/xlsemanal/autor/fatimauribarriFátima UribarriPOR
Durante el viaje en barco los dos hermanos, Edmond, de 4 años y Michel, de 2 debían decir que se llamaban Lolo y Momo. Su padre les dijo que eso de cambiar de nombre era un juego. También él cambiaba de nombre y en lugar de llamarse Michael Navratil pasó a ser Louis B. Hoffman.
Los niños accedieron encantados a responder a su padre cuando les llamaba Lolo y Momo porque al llegar a Nueva York les había prometido un buen regalo, y porque les pareció divertido. No sabían que se estaban escapando. Su padre, un sastre de origen eslovaco, los estaba secuestrando, se los llevaba a América sin que nadie lo supiera.
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Michael Navratil llevaba cinco años viviendo en París. Allí se había instalado con su mujer italiana, Marcella Caretto, y habían nacido los dos niños. Pero el matrimonio se había roto: Michael había descubierto que ella le era infiel. Habían pleiteado por el divorcio y la custodia se la dieron a ella. Indignado, decidió fugarse con los niños. Se llevó a sus hijos a Inglaterra y desde allí embarcó con ellos en el grandioso Titanic. Rumbo a una nueva vida.
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Cuando la madrugada del 15 de abril de 1912 el enorme trasantlántico chocó contra un iceberg, Michael cogió en brazos a su hijo mayor y otro pasajero hizo lo mismo con el pequeño. Lograron depositarlos en uno de los últimos botes salvavidas donde imperó la ley de ‘las mujeres y los niños primero’. Los niños estaban asustados, iban poco abrigados, los habían sacado de la cama con urgencia, y no entendían nada porque no hablaban inglés.
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Michael Navratil intentó subirse a otro bote, pero no lo consiguió. Fue una de las 1518 víctimas mortales del legendario naufragio y sus hijos se convirtieron en los ‘huérfanos del Titanic’, protagonistas de una historia emotiva que sobrecogió a Estados Unidos y Francia de manera especial.
Edmond y Michel tuvieron suerte, en el bote los protegieron y cuidaron otros afortunados pasajeros. Luego los izaron al buque Carpathian y ahí comenzó otra aventura: estaban solos.
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Al llegar a puerto se hizo cargo de ellos Margaret Hays, pasajera de primera clase del Titanic, superviviente ella también. Se los llevó a su casa, pero le hizo saber al cónsul francés y a la prensa que su intención no era adoptarlos.
Los niños seguían asustados y hablaban poco. Los periódicos contaron su historia. Fue su salvación.
Al otro lado de Atlántico la madre de los niños –ahora Marcelle porque afrancesó su nombre– se desesperaba buscando a sus hijos. Una vecina llamó a su puerta con enorme excitación y blandiendo un periódico: sus niños estaban en América, eran los huérfanos del Titanic.
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La compañía White Star Line se hizo cargo del pasaje de Marcelle a Estados Unidos. Madre e hijos se reencontraron un mes después de la tragedia. Regresaron a Francia. Edmond se hizo arquitecto, luchó en la Segunda Guerra Mundial contra los alemanes, estuvo preso en un campo de concentración y murió poco después de terminar la guerra, a los 42 años.
Michel fue profesor de filosofía. Fue uno de los asistentes a un viaje conmemorativo con supervivientes del Titanic cuando se cumplieron los 75 años del hundimiento del buque. En Estados Unidos visitó la tumba de su padre. Y contó durante años una historia difícil de creer. Dijo que cuando su padre los dejó en el bote salvavidas les dijo «decidle a mamá que la quiero y que la iba a llamar para que se reuniera con nosotros».
Michel murió en 2001 a los 92 años. Fue el último superviviente varón del Titanic.
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