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«Solo hay un camino: usar la violencia»

Jodorkovski sabe cómo acabar con Putin

Hablamos con el oligarca ruso

«Solo hay un camino: usar la violencia»

Ha sido uno de los oligarcas rusos más ricos del mundo. Pero pagó con diez años de cárcel su enfrentamiento con Vladímir Putin. Ahora, desde Londres, busca derrocarlo. Asegura que, de los tres círculos de poder del presidente, uno es vulnerable y puede hacer estallar todo el sistema. Hablamos con él.

Viernes, 03 de Mayo 2024

Tiempo de lectura: 11 min

En una casa en el centro de Londres, Mijaíl Jodorkovski –el que fuera el hombre más rico de Rusia– trama la caída de Vladímir Putin. Han pasado veinte años desde que este oligarca, cuya fortuna se cifró en 15.000 millones de dólares, fuera detenido por orden del Kremlin y casi diez desde su inesperada liberación. Desde entonces vive dedicado a provocar un cambio de régimen en su país.

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Sus tiempos de oligarca. Jodorkovski en una imagen de los años 90 cuando su fortuna se cifraba en 15 mil millones de dólares. Ahora vive en Londres, centrado en su trabajo político. Tiene 60 años y lleva décadas casado con Inna, de 54. Tienen cuatro hijos. Hace poca vida social y cada año pasa una temporada con su familia de vacaciones; la última, en Marbella.

«Hay una cosa sobre Rusia difícil de entender para los occidentales, excepto quizá para los italianos –dice–. Putin no es un hombre de Estado, es un capo de la mafia. Rusia es una dictadura, con una red mafiosa entrelazada con el Estado». De hecho, algunos hechos recientes recuerdan escenas de El Padrino. Prigozhin, leal servidor de Putin y jefe de los mercenarios Wagner, se atrevió a desafiarlo ordenando a sus soldados marchar sobre Moscú. Esto planteó un dilema a Vladímir Putin: si no hacía nada contra el traidor, daría imagen de debilidad; pero, si lo encarcelaba, este se iría de la lengua. Solo había una salida: silenciarlo. Por eso, cuando el pasado 23 de agosto el Kremlin comunicó que el avión en el que viajaba el jefe de Wagner se había estrellado, Jodorkovski no se sorprendió. «El entorno mafioso de Putin no habría entendido que no lo ejecutara».

«¡Claro que no me siento seguro! Si Putin da la orden, me será muy difícil sobrevivir. Pero, en general, llevo una vida normal. Decidí que diez años de cárcel eran suficientes»

Jodorkovski ha escrito un libro, How to slay a dragon ('Cómo matar a un dragón'), donde detalla su plan para que haya un cambio de régimen en Rusia. El primer punto, y más obvio dice, es que Putin no va a abandonar el poder voluntariamente, entre otras cosas porque nunca estaría seguro de que el sucesor no se volviera contra él. Una jubilación en su lujosa mansión en la costa del mar Negro no está en el guion. «Putin no tiene adónde ir –afirma–. Así que aguantará hasta la muerte. No veo otra alternativa».

Jodorkovski no da crédito a los rumores de que el líder ruso padece cáncer, pero tiene claro que el tiempo corre en su contra: ya ha cumplido 70 años. Y Stalin solo tenía cuatro más cuando murió de forma imprevista. «Nadie predijo el fallecimiento de Stalin», dice, y añade: «Acabó muriendo en el charco de su propio vómito».

Jodorkovski, el primer oligarca

Cuando Gorbachev fue elegido secretario general del Partido Comunista en 1985, el colapso económico de la Unión Soviética era ya inminente. Para intentar evitarlo, en 1988, autorizó a los ciudadanos crear cooperativas, es decir, por primera vez se permitía la ‘iniciativa privada’. Pero como eso disparó los precios de los bienes básicos, tomó otra decisión que se revelaría nefasta. Hasta entonces, las grandes industrias podían... Leer más

La cuestión, por tanto, es cómo acelerar el punto final del dictador. Para Jodorkovski, el único camino es usar la violencia o, al menos, su amenaza. «Solo la amenaza de la violencia obligará a las autoridades a renunciar al poder. Sin ella, no habrá revolución». Y advierte: «Si Putin ve su supervivencia en juego, no dudará en disparar».

Una vez desencadenado el levantamiento armado, su éxito dependerá de cómo reaccione el círculo de confianza de Putin. A esos hombres próximos al líder, Jodorkovski los divide en tres anillos concéntricos. Los más cercanos son sus amigos de la infancia o de su época en San Petersburgo; esos se mantendrán leales hasta el final porque están implicados en sus crímenes y saben demasiado. Si Putin cae, la historia «no acabará bien para ellos». Lo mismo puede decirse del segundo anillo, que incluye a Mijaíl Mishustin, el primer ministro, y Sergéi Sobianin, alcalde de Moscú. Sin embargo, Jodorkovski cree que es el tercer círculo, el que engloba a altos cargos del Ejército y del servicio de inteligencia, el que puede ser determinante. El tercer anillo se alzará contra Putin «si Ucrania gana la guerra o existe la sensación cierta de que pueda hacerlo», afirma. Esa escisión de sus leales proporcionaría a la oposición la oportunidad de oro para derrocarlo.

Construir un imperio de la nada

En su opinión, existe esta división latente; y resultó evidente cuando Prigozhin se embarcó en su locura, con el aparente apoyo tácito de varias figuras importantes, de marchar hacia Moscú. Por eso, Jodorkovski hizo entonces un insólito llamamiento a apoyarlo, a pesar de considerarlo un «criminal de guerra». Según el empresario, si muchas fuerzas se hubieran pasado al bando de Prigozhin, «el caos resultante habría permitido a las fuerzas democráticas tomar el poder». Para su consternación, en solo veinticuatro horas el motín ya era historia.

Jodorkovski sabe por experiencia lo que es caer en desgracia ante el Kremlin y temer por tu vida. «Si Putin da la orden, me será difícil sobrevivir. No me siento seguro, pero cuando salí de la cárcel tenía dos opciones: obsesionarme con la seguridad o llevar una vida normal. Decidí que diez años de cárcel eran suficientes. No quiero, como hombre libre, seguir viviendo en una prisión. Viviré el tiempo que toque. Si se me acaba la suerte, pues que así sea».

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Duelo de titanes. Jodorkovski con Putin en 2002 cuando, tras respaldar su candidatura para convertirse en el sucesor de Yeltsin, se atrevió a proponerle una serie de medidas políticas. Y lo hizo en público. Un año después fue detenido.

Hijo de ingenieros, tras licenciarse en 1986 con las mejores notas en Ingeniería Química, decidió enseguida no trabajar para el Estado; le interesaban más los negocios. Empezó abriendo un café en Moscú y luego vendió ordenadores hasta que halló la forma de rentabilizar la perestroika y la caída del régimen soviético. Logró crear un banco, Menatep, y la fortuna sideral le cayó del cielo cuando Menatep se hizo a precio de saldo con Yukos, un conglomerado energético estatal con enormes yacimientos petrolíferos en Siberia. Fue un auténtico pelotazo. Él y otros oligarcas le prestaron dinero a Borís Yeltsin para la campaña de su segundo mandato en 1996 y para que pudiera pagar a los empleados de las empresas públicas quebradas.

Era un crédito garantizado con acciones de esas industrias estatales. Cuando, como era previsible, los préstamos no se devolvieron, los oligarcas se quedaron con las acciones. Esto convirtió a Jodorkovski en un hombre megarrico con asiento privilegiado en el Kremlin. Pero todo cambió al año de llegar Putin al poder. En 2001, Jodorkovski fundó Open Russia, una organización para «fortalecer la sociedad civil», y empezó a coquetear con la política. Hoy se jacta, con cierto cinismo, de ser «una de las pocas personas que le ha dicho a Putin a la cara lo que pienso sobre la corrupción en las más altas esferas del Gobierno». Varios meses después, en octubre de 2003, Putin ejecutó su respuesta: Jodorkovski fue detenido y acusado de fraude, evasión fiscal y otros delitos económicos.

¿Por qué mataron a Navalny?

Jodorkovski ha financiado a casi todos los oponentes a Putin. Entre ellos, a Alekséi Navalny, pero entre los dos no había ‘química’; coincidían en el objetivo pero no en los métodos ni en con quiénes era conveniente establecer alianzas. En cualquier caso, Jodorkovski no duda en culpar a Putin de su muerte. El detonante, según él, fueron las elecciones presidenciales de marzo. A Borís... Leer más

Así arrancó una década de juicios, encarcelamientos y campos de trabajo. Entre otras agresiones, en 2006, sufrió el ataque brutal de un compañero de celda, que le acuchilló la cara. Más tarde, el agresor afirmaría que lo hizo obedeciendo órdenes de los funcionarios de la prisión. Los líderes occidentales pidieron repetidamente su liberación, y en diciembre de 2013 Putin accedió, al parecer para congraciarse con Occidente en vísperas de los Juegos Olímpicos de Invierno. Una vez liberado, Jodorkovski se trasladó a Suiza y luego a Gran Bretaña, donde reside desde 2015.

Para entonces, ya había perdido gran parte de su fortuna y Yukos había sido disuelta y nacionalizada. A pesar de todo, no vive en la miseria. Hace más de una década, Forbes estimó su fortuna en 500 millones de dólares. «No voy a contradecir a Forbes –dice–. Pero para mí el dinero es solo un arma para la lucha».

Jodorkovski opina que Occidente se equivoca si cree que las sanciones van a hacer que los actuales oligarcas presionen a Putin para que ponga fin a la guerra, y mucho menos para que dimita. Incluso el término 'oligarca' es incorrecto, explica, ya que estas personas no tienen influencia política real en lo que hoy es un régimen totalitario. «No son oligarcas –afirma–. Son apoderados, agentes de Putin».

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Castigo ejemplar. El magnate ruso en 2004 durante su juicio. Había sido arrestado el 25 de octubre de 2003 en el aeropuerto de Novosibirsk, en Siberia, donde están los pozos de Yukos. Pese a que sabía que iba a ocurrir y tener medios suficientes, no huyó del país. Fue condenado primero a nueve años de prisión y luego, a otros catorce. Pasó una década en una cárcel siberiana. Fue indultado en 2013 por la presión internacional, justo antes de los Juegos Olímpicos de Sochi.

Entonces, ¿quién debería sustituir a Putin si cayese? Para muchos analistas, en especial de Estados Unidos y Europa, lo mejor sería sustituirlo por otro zar, pero un zar bueno, prooccidental, que pusiera fin a la guerra en Ucrania. Acabar con el conflicto sería vital, ya que eso permitiría elevar el nivel de vida de los rusos y mejorar la aceptación del nuevo líder.

Sin embargo, para Jodorkovski, solo cambiar de líder no arreglaría el problema fundamental de Rusia: la naturaleza de su sistema político, que concentra demasiado poder en manos del presidente. Cualquier zar bueno, teme Jodorkovski, se convertiría en uno tan malo como todos los anteriores.

El verdadero “dragón”

El 'dragón' que quiere matar no es Putin, sino el sistema mismo, al que considera «maldito». La solución para los males de Rusia, según Jodorkovski, es repartir el poder, dar más autonomía a las regiones remotas y sustituir el sistema presidencial por otro parlamentario, con un primer ministro que trabajara apoyado en el consejo de ministros. Reconoce que conseguirlo será un proceso largo y complicado: reconstruir y democratizar las instituciones llevará, asegura, al menos dos años.

Jodorkovski, en cualquier caso, no piensa estar en el meollo de la lucha si las cosas se ponen violentas. «Sí, estoy dispuesto a arriesgar mi vida, pero no es mi trabajo coger una ametralladora y empezar a disparar por todas partes. No soy un francotirador». Tampoco aspira a ser el 'sucesor'. Se ve más como asesor que como líder electo. «La situación en Rusia requiere un primer ministro más joven; deberíamos buscar a alguien de unos 40 años –afirma–. Si tengo que hacer algo durante el periodo de transición, estoy dispuesto a hacerlo. Pero nunca me he presentado a unas elecciones en mi vida y no tengo ningún deseo de hacerlo».


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