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El bloc del cartero

Olores

Lorenzo Silva

Sábado, 21 de Mayo 2022, 01:50h

Tiempo de lectura: 5 min

La vida, además de imagen y sonido, es olor, sabor, textura. Nuestra carta de la semana se lo recuerda a quienes estando en el pleno uso de sus cinco sentidos casi han dado en abolir, pantalla mediante, toda sensación vinculada al gusto, el olfato y el tacto. Quienes están privados de la vista podrían instruirlos acerca de lo que se puede 'ver' con los dedos o la nariz, pero no hace falta estar ciego de los ojos para tener abierta el alma a esas otras dimensiones en las que se termina de cuajar lo que somos y vivimos. Hay sabores y olores que convocan los instantes ya idos con la misma fuerza que una vieja canción, y no tienen por qué ser sabores con estrella Michelin ni fragancias exclusivas. Pero quizá lo peor no sea la amputación de la memoria. Lo peor, lo dice nuestro lector, es la mutilación del pensamiento.

Las cartas de los lectores

Representar a España

Según el diseñador Palomo Spain, él quería dejar claro que cuando Chanel saliera al escenario de Eurovisión se supiese que representaba a España. La enfundó así en un traje de reminiscencias toreras y andaluzas. He oído decir que las Tanxugueiras solo nos representaban a los gallegos, pero una señora vestida de torera y andaluza tampoco me representa. Ni a mí ni a miles de españoles del norte que estamos hartos de que se nos ignore y se ningunee nuestra cultura. Aquí parece que españoles solo son algunos, y luego nos extrañan los independentismos.

Xoana Martínez Briones. Vilagarcía de Arousa (Pontevedra)

Restaurar

La RAE define 'restaurar': «Recuperar o recobrar» y también «reparar o renovar algo en el estado o estimación que antes tenía». La llamada 'justicia restaurativa' vuelve a estar de moda gracias a una película en la que un acto terrorista se convierte en un melodrama de emociones lacrimosas. Políticos y expertos (¿en qué?) pretenden impulsar encuentros restaurativos (¿para quién?) entre victimarios y víctimas. Unos padres que perdieron a su hija, violada y asesinada, y familias a quienes arrebataron un ser querido, asesinado por una banda terrorista, son tan solo dos ejemplos. Las víctimas no restauran nada: su mochila sigue con el mismo peso, su dolor no se mitiga, la deuda no puede ser saldada. Vivimos en una sociedad evanescente sobre la que se pretende extender un manto que disfrace la moral y la ética con encuentros artificiales para promover una ingeniería social. Es el delincuente quien ha infringido la ley, quebrantado la armonía y atentado contra la vida del prójimo; los arrepentimientos interesados y las lágrimas no arreglan nada. La casi totalidad de víctimas se muestran renuentes a ser las cobayas de políticos. Recordemos a Esquilo: «Toda el agua de los ríos no bastaría para lavar la mano ensangrentada de un homicida».

Francisco Javier Sáenz Martínez. Lasarte-Oria

Leyendo y tocando

Ni soy joven ni vieja, pero estoy en esa edad en la que empiezas a cuestionar la importancia de todo: la moda, la elección de una buena compañía para conversar, la vacuidad de la televisión... Pero sobre todo la importancia de encontrar una buena lectura, un artículo que te haga reflexionar y te ayude en esa larga temporada que debe durar la etapa formativa de una persona. ¿Quién no tiene la inquietud de saber de qué va esto de la vida? Recientemente, he hallado a mi gran aliado en la lectura del periódico. De este periódico. Es una obviedad, pero me siento muchísimo más conectada a la realidad y más ampliamente informada leyendo y tocando un periódico que si conozco la misma noticia en plataformas audiovisuales. Felicito a todos los profesionales que hacen posible el milagro de la información y la formación en estos tiempos tan absolutamente nihilistas. Ole.

Silvia Abarca Hernández. Granada 

Cuando se quiere, se puede

Hay una vigilante jurado en el servicio de empleo de Palencia que me tiene maravillado. La había visto varias veces en la tele, ordenando, dirigiendo y clasificando a la gente que acude a las oficinas del ECYL, pero verla en directo es todo un espectáculo de eficiencia y buen hacer. No solo te saluda con cortesía y buenos modales. Te pregunta a dónde vas y qué servicios demandas. Te pone en espera si la hay, con lo que te quita agobios incluso con varias personas en la calle, en la que maneja la cola, que es la suya, porque solo está ella. Y hoy he visto cómo preguntaba a un usuario si tenía datos en el móvil para iniciar una operación. Y se ha puesto a verlo con él mientras le comentaba. «Este no es para leer, hay que ver un vídeo». O sea, que no es la primera vez que lo hace. Y yo me pregunto qué hace una vigilante de seguridad haciendo el trabajo de funcionarios que solo se levantan de su silla para ir al servicio. Chavala, no sé cómo te llamas ni cuánto ganas. Pero quédate con mi aplauso por ir más allá de tus obligaciones y deberes y demostrar que cuando se quiere se puede. Para mí eres un 10.

Luis A. Diez. Correo electrónico

En esas pantallas no olemos. Siendo yo niño, en aquella Enciclopedia Álvarez, que contenía todo nuestro saber, había dibujos del oído, del ojo, de las papilas gustativas, de la dermis y epidermis y de la nariz que impregnaba nuestro oler. Mucho más tarde, siendo yo maestro, y dimensionado en figuras plásticas, mis alumnos entendían esto de los cinco sentidos: oído, gusto, tacto, vista y olfato. Siendo yo niño y los niños de los que yo fui maestro, utilizábamos con profusión estos cinco sentidos. Ahora, las pantallas de teléfonos y ordenadores ocupan muchos de nuestros tiempos. En ellas vemos, siempre vemos y hasta escuchamos. Pero en esas pantallas no olemos, no tocamos ni gustamos. Sin el olor del tomillo tras las lluvias, sin el de las flores del celindo, sin el del estiércol de los caballos, no sabemos lo que es el olor. Sin el gusto de un tomate cogido de la mata, de un higo maduro en la higuera, del néctar de una flor: solo gustamos lo que nos venden. Sin la caricia en la piel del ser amado, no hay amor que sacie nuestros sueños. Somos menos cuanto menos sentimos. Y nuestros niños, si no sienten plenamente, pensarán poco. Presas fáciles de pensares interesados.

Juan de Dios Molina Suárez. Almuñécar (Granada)

Por qué la he premiado… Por recordar, a cuantos lo han olvidado, esas otras dimensiones del existir, el sentir y el pensar.