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El pintor del erotismo Schiele y el sexo: ¡Esta exposición es un escándalo!

«Hay que entrar con cuidado en la sala. Las personas de buen gusto corren el riesgo de sufrir un ataque de nervios». Así describían los críticos la obra de Schiele en el año 1909. Ha pasado más de un siglo, y el trazo y la temática del genio siguen conmoviendo. Retratamos el mundo interior de un pintor que anunció una nueva era del arte y, como casi ningún otro, la angustia del hombre.

Lunes, 14 de Agosto 2023, 13:36h

Tiempo de lectura: 6 min

Fue una estrella fugaz. Pero en apenas 30 años de vida abrió el arte a registros desconocidos. El sexo a secas, sin pretextos históricos o simbólicos. La angustia vital irrumpió con su obra en la pintura y ya no la abandonaría jamás.

Schiele encarnó el salto sin vuelta atrás del idealismo decimonónico a la descarnada modernidad, que latía sordamente en la Viena finisecular. Bajo la orgía esteticista del art noveau; junto al despreocupado derroche de óperas y valses, las teorías de Freud y Nietzsche descubrían aspectos nada tranquilizadores de la personalidad. Y con ellos, un nuevo sujeto. Histérico muñeco roto. Melancólico huérfano sin dios ni futuro en que apoyarse.

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Amor a pequeña escala. Pareja sentada, de 1915, es una de las piezas expuestas en el Guggenheim de Bilbao. Al ver muchas de sus obras, sorprende la escala a las que Egon Schiele (1890-1918) las realizó, más pequeñas de lo pensado. Esta, hecha con acuarela, lápiz y sello sobre cartón, mide 52 x 41 cm.| Albertina Museum, Viena.

Schiele trasladó con sorprendente acierto sus idas al lienzo, porque las vivió personalmente. Conoció muy pronto el dolor de la pérdida y los desgarros de la enfermedad mental. Su padre, al que adoraba, murió loco y sifilítico cuando él tenía 15 años. Muy al contrario de lo que sugieren sus retratos, Schiele era un joven vitalista y lleno de humor. Eso sí, orgulloso hasta la insolencia sobre el valor del arte y del creador: «El artista es ante todo un superdotado del espíritu. Su lengua es la de los dioses, que no necesitan justificar lo que dicen. Son descubridores, al contrario del prosaico hombre corriente».

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Amante y modelo. Schiele amó ante todo a dos mujeres: Wally Neuzil (arriba), a la que abandonó para casarse con Edith Harms. Cansado de Viena, Schiele se instaló unos años en el pueblo de su madre y vivió allí con Wally Neuzil, de 17 años, aunque por poco tiempo. A los pocos meses, acusados de concubinato, los acaban echando del pueblo. Wally fue su amante y su modelo hasta la irrupción, años más tarde, de Edith Harms, por quien el artista abandona a su joven compañera tras cuatro años de relación.|Albertina museum, Viena.

Con tal seguridad consigue convencer a su tío y acaudalado tutor de estudiar Bellas Artes. Con 16 años es el alumno más joven, pero detesta el academicismo. En cambio, le deslumbra la obra de Gustav Klimt, el líder de la Secesión que pretendía reconciliar el arte con la vida y se quedó en mero –y maravilloso– decorador de la realidad. Schiele iba a independizarse pronto de su seductor influjo, aunque conservó siempre su amistad.

Su padre, al que adoraba, murió loco y sifilítico cuando el joven Schiele solo tenía 15 años

Con su familia, sin embargo, rompió sin remisión: «Después de librarme de la voluntad de mi madre y mi tutor para vivir como artista independiente, pronto fui más pobre que una rata. Llevaba ropa prestada, vieja y gastada. Los cuellos de las camisas eran de mi padre y me estaban grandes… Los domingos y ocasiones especiales, me los hacía yo mismo con cartón recortado…». En 1909 abandona la academia y expone por primera vez en una gran muestra.

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Amada esposa. Si con Wally pasó años difíciles, con Edith Harms todo brilló para Schiele. Tiene éxito, gana dinero, es aún joven... Se casan, pero estalla la Primera Guerra Mundial y él es alistado. Cuando la paz por fin está a punto de volver a toda Europa, la gripe española arrasa parte del continente y se lleva a Edith, embarazada de seis meses. Tres días más tarde muere él.

Sus dibujos cuelgan junto a los de Oskar Kokoschka: «Hay que entrar con cuidado en esa sala. Las personas de buen gusto se exponen a sufrir un ataque de nervios», escribe un reputado crítico vienés. Y con razón, porque la ruptura que estas dos estrellas del expresionismo austriaco llevaron al lienzo fue espectacular. Es la que separa las doradas ondinas art noveau de los desgarros del sexo explícito.

Su erotismo es casi clínico. Mujeres que se exhiben en posturas nada favorecedoras contra un fondo vacío

Con 20 años, Schiele ya ha definido su estilo y su temática. Se centra en el dibujo, siempre del natural, que domina con total maestría –jamás usa la goma de borrar–, y en el cuerpo humano. Preferentemente femenino y desnudo, nimbado de un gélido erotismo casi clínico. Sus mujeres no se están bañando o desnudando, como en Renoir o Degas. Se exhiben sin pretexto en posturas nada favorecedoras contra fondos vacíos. Indiferentes, abstraídas o alucinadas. Portadoras del tabú de la época por antonomasia: el sexo.

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Belleza imborrable. Schiele se centró en el dibujo, siempre realizado según un modelo del cuerpo humano, preferentemente femenino y desnudo, y tomado del natural. Su maestría era tal que, cuentan, jamás usó una goma de borrar.

La fama de obsceno lo acompaña y lo cansa: «Querría irme de Viena –escribe–. ¡Qué mal se está aquí! Todos son envidiosos y arteros conmigo. Es una ciudad negra donde todo está prohibido». Y a él, que odia los prejuicios, eso le afecta muy particularmente. Posee la mejor colección de pornografía japonesa de Viena. Se interesa por el esoterismo, el espiritismo, la gestualidad patológica. Realiza estudios de mujeres embarazadas y enfermas en la clínica de un ginecólogo amigo. También retrata a púberes y un día estalla el escándalo.

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Desenfado y humor. Al contrario de lo que sugieren sus obras, Schiele era un joven vitalista y lleno de humor que detestaba el academicismo y el acartonamiento.

Se había instalado en el pueblo de su madre buscando la paz del campo. Vivía con Wally Neuzil, su amante y su modelo de 17 años. Su estudio atraía a la chiquillería. A los pocos meses los echan del pueblo, acusados de concubinato. Un año después, en otra pequeña localidad, la costumbre de Schiele de tomar como modelos a niñas de las familias vecinas lo llevó a la cárcel. El padre de una de ellas lo acusa de secuestro y violación. Y, aunque fue absuelto, pasó 24 días en prisión.

Retrata a niños casi púberes. Y estalla el escándalo. Un padre lo acusa de violación y secuestro

De su estancia en la cárcel quedan 13 dibujos que ilustran su angustia ante su incomprensible situación: «Yo amo descubrir la interioridad de cada ser vivo. Pero detesto la coerción hostil que me tiene cautivo y pretende obligarme a llevar una vida que no es la mía. Una vida baja y funcional. Útil, sin arte».

De nuevo «en la fría Viena» participa en varias exposiciones. Los coleccionistas se interesan por su obra y él, por dos hermanas guapas y de buena familia, vecinas suyas. «Gritando como un indio de ventana a ventana» despertó su atención. Y muy fríamente comunicó a su amante, que desde hacía cuatro años lo había acompañado frente a las humillantes acusaciones y posado para él en las más desairadas posturas eróticas, que la dejaba: «He decidido casarme de manera ventajosa, no contigo». Y, efectivamente, su vida cambió tras su matrimonio con Edith Harms.

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Autorretratos. Realizó más de cien (este está fechado en 1910, cuando el artista tenía 20 años). Y en ellos volcó la poliédrica visión de sí mismo, como eccehomo, profeta, delincuente sexual, monje, presidiario, loco... Todos ellos revelan tanto al artista narcisista como al despiadado observador de sí mismo.| Albertina Museum, Viena.

Tiene éxito, gana dinero. Pero su oscura estrella o, en otras palabras, las fechas en que le tocó vivir se lo impiden. La angustia, que tan certeramente reflejó en sus cuadros, estaba ya en la calle. Estalla la guerra y acaba el mundo de las viejas seguridades. En 1915 lo movilizan, pero no va al frente. Le encargan tareas de avituallamiento.

Tres años después muere Klimt, y Schiele se encarga de organizar la 49.ª exposición de la Secesión vienesa. Es su consagración pública. Importantes galeristas programan muestras con él. Son los últimos días de la guerra y todo lo que deseaba en la vida parece al alcance de su mano, cuando la gripe española acaba con la vida de su mujer, embarazada de 6 meses. Tuvo tiempo de dibujarla en el lecho de muerte. Fue su última obra porque tres días después murió él. Tenía 28 años y sus postreras palabras fueron: «La guerra ha terminado... Y yo he de partir».