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De chalé futurista a casa-eje: el centro artístico de Felipe Pantone en l'Eliana

El artista valenciano de origen argentino se hace con la casa donde se rodó la serie Black Mirror y otras producciones y acomete su conversión en un espacio multifuncional: taller y residencia de artistas, entre otros cometidos

Jorge Alacid

Valencia

Viernes, 25 de agosto 2023, 00:37

Para llegar hasta la mansión de l'Eliana que el artista Felipe Pantone (1986) acaba de adquirir para dar una nueva vida al antiguo chalé que firmó en los años 70 el arquitecto Pascual Genovés debe cruzarse la localidad, dar un rodeo por la solitaria urbanización donde se alza la vivienda y acertar con ella al final de una encrucijada donde sólo habita el silencio. Para ingresar en el corazón de la vida y obra de Pantone debe seguirse un itinerario semejante, incluso más complejo. Es un viaje alrededor de una figura emergente del arte contemporáneo, que hunde sus raíces en Argentina, se desplaza luego a Torrevieja, llega a Valencia… Un artista en su periodo máximo de esplendor, que tiene en el mundo su hogar y que vuelve, que siempre vuelve, hasta Valencia para transformar este fastuoso chalé hoy en obras, con las tripas del jardín al aire, en un centro que emita en su misma longitud de onda las vibraciones que se detectan en su obra artística. Pasión por el riesgo, un punto de rebeldía. Un inconformista llamado a encontrar su lugar en el mundo según esos mismos principios que palpitan en esta casa, que no será su hogar sino algo distinto, más ambicioso. El eje de un espectacular proyecto que durante una bochornosa mañana de verano accede a desvelar para LAS PROVINCIAS.

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  1. El origen

La palabra eje no es casual. Por un doble motivo. Remite al principio original con que Genovés levantó su casa, que hubiera sido rotatoria, pivotando sobre su eje, si hubiera prosperado el proyecto de ingeniería asociado a su criatura. Aquella extravagante idea no fructificó pero ahora, pasados cincuenta años, la idea de eje resucita en el alfabeto de Pantone, quien ha bautizado así su pretensión de crear en el chalé un centro artístico, que será también residencia de estudiantes, taller y cuantas vertientes posibles se agiten en su incandescente cabeza, siempre en combustión. Muy concentrado en exponer su discurso en medio del fragor de las máquinas que van avanzando sobre la parcela de casi 7.000 metros cuadrados, Pantone desgrana su proyecto con la clase de pasión que anida en temperamentos como el suyo, disruptivos, propensos a la genialidad. Y echa la vista atrás. Lejos, a su etapa inicial como grafitero, y más cerca. En noviembre del año pasado, luego de cuatro años buscando sin éxito la localización que bullía en su mente, formalizó la compra de este espléndido ejemplo de la buena arquitectura del siglo pasado, un edificio que resiste estupendamente bien el paso del tiempo y cuyas puertas accede a abrir mientras va relatando cómo irá transformando el conjunto mediante una acción múltiple.

Por un lado, mediante un proceso de rehabilitación que respetará la esencia de la casa aunque introduciendo mejoras (electricidad, fontanería, climatización); por otro, levantando en el exterior una serie de edificaciones para dotarse de un nuevo estudio, un espacio expositivo para el que rechaza la etiqueta de galería, zonas de trabajo, taller… Y una tercera vertiente de esta resurrección que experimenta la casa y merece otra ración de entusiasmo mientras la explica apoyado en las imágenes que salen de su portátil: documentar las valiosas muestras de diseño que dotan de un encanto mayúsculo al antiguo chale, firmadas por algunas cimas de la historia del diseño mundial.

  1. El interior

Es en esta fase de su relato cuando Pantone se enciende. Añade un suplemento de entusiasmo para guiar al periodista por ese catálogo de las maravillas que permite entender su casa casi como un museo, refrescando la sensación que experimentó aquel primer día en que visitó la casa. «Fue como descubrir un tesoro», señala. Y apunta hacia el interminable inventario que habita su posesión, piezas de alto valor para cualquier coleccionista «muy bien conservadas». Sillas, sofás, taburetes y otras piezas de mobiliario. Luminarias, paredes enteladas, cortinas. Colgadores, pomos, manivelas. O la estilizada chimenea y otras preciosidades que aún no están bien documentadas, donde habitan los apellidos de cumbres del diseño como Aulenti, Starck o Rietveld. ¿Más referencias de fuste? Las lámparas Oluce de Giuseppe Ostuni o las creaciones de otro maestro italiano, el gran Elio Martinelli. O algunas icónicas piezas de Artemide o de Tecno, otras dos indiscutibles símbolos del mejor diseño del siglo pasado, muy presentes durante el recorrido, reconvertido de repente en un alucinante paseo por la historia del lujo y el buen gusto que aguarda emboscado en los mil detalles con que se edificó esta casa asombrosa, donde nos guiñan un ojo también Hermes o Missoni, por citar otras dos famosas referencias que dejaron su huella en las espléndidas habitaciones, salas de ocio, salones y demás estancias que se reparten entre los más de mil metros cuadrados construidos. O en el jardín, donde se diseminan nada menos que ochenta luminarias: los famosos diseños de Tobias Scarpa para Flos, que dotan de noche a la finca de una evocadora apariencia onírica.

  1. El subterráneo

El resultado es una edificación que en algo recuerda a la célebre casa de la cascada, la icónica vivienda diseñada por el arquitecto estadounidense Frank Lloyd Wright que tal vez sirvió de inspiración no sólo por su elegante esqueleto sino también por el prodigio arquitectónico de elevarse sobre el suelo como si estuviera suspendida en el vacío. Un milagro admirable que a su escala reinterpretó Genovés: la casa no se movía sobre su eje en función de la orientación solar pero sí que se levantó sobre una estructura bajo la cota cero cuya contemplación suscita una expresión de estupor infinito. Ocurre que, en efecto, la construcción se eleva sostenida por media docena de impresionantes vigas metálicas, que soportan el peso de la estructura superior de manera ingeniosísima y permiten incluso que el conjunto disponga de una coqueta piscina interior. Bajo sus entrañas se abre ante nuestros ojos, mientras Pantone dirige a las visitas una cómplice mirada de sorpresa compartida, otra edificación subterránea, donde al autor de esta maravilla dispuso los espacios para las infraestructuras que dotan de oxígeno a su invento y otras posibilidades adicionales.

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Por ejemplo, la vivienda de los guardeses, que permanecen custodiando la finca igual que lo hicieron para su anterior propietario, incluyendo los cinco años durante las cuales apenas la disfrutaban. Y, por poner otro asombroso ejemplo, una discoteca. Una joya dentro de otra joya más grande. Situada justamente bajo la piscina, dotada de un modélico sistema acústico y decorada como era preceptivo en los años 70, bola de cristalitos incluidas y peluches junto a la pista para las confidencias, alineados junto a los ceniceros metálicos de pie tan propios de aquella década y apartados de otro tesoro escondido bajo la tierra de l'Eliana. Una estupenda barra de madera donde dan ganas de quedarse a vivir mientras un camarero invisible te prepara un Martini.

  1. El exterior

Volvemos a la superficie, acompañados de una indescifrable sensación, muy gozosa. La idea de estar visitando una cumbre de la arquitectura contemporánea en compañía de un cicerone inmejorable, porque Pantone alimenta nuestra curiosidad con su pasión indesmayable, dueño de un discurso donde habita la alta cultura entendida con un sentido contemporáneo: al servicio de un relato callejero, urbano, que asume los mandatos de esa clase de arte que enciende el mejor grafiti. La idea de volatilidad, la idea de precariedad, el combate contra los principios canónicos e inmutables. La idea de que el arte, el auténtico arte, opera siempre en movimiento, en dirección hacia un punto del horizonte que siempre se aleja. La pulsión entre lo infinito y lo finito puede explicar muy bien su obra, alejada de tópicos pero muy referenciada en el diálogo con los artistas que le precedieron, una aparente contradicción que no es tal y que Pantone resuelve con la misma fórmula argumental que aplica a su recién nacido, a este proyecto que le trajo de vuelta hasta Valencia y que localizó en su futurista chalé de l'Eliana. «Fue un flechazo a primera vista», recuerda. «Entré por la puerta, vi el salón de 500 metros cuadrados y dije: '¡Pero si me cabe medio taller aquí!'. Y luego vi el jardín y me di cuenta de que quedaban más de mil metros de edificabilidad, de modo que no hace falta tocar la casa. Es una pasada porque la podemos aprovechar entera».

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Bingo. Una epifanía: fue entonces cuando supo que su sitio estaba aquí, porque había tropezado con el eje que buscaba para seguir alimentando su vida y su oficio.

  1. El artista

Así nació Casa Axis, al menos en su cabeza. «Un axis es el eje donde rota todo y va a ser el eje donde rote mi vida», exclama. Un proyecto que tardará en materializarse («Hay que invertir un montón en hacerla funcional», observa), aunque algunos de sus postulados ya se agitan en la cabeza de su creador. Pantone, mientras vive a caballo de su hogar valenciano, Estados Unidos (donde su obra goza de extraordinario prestigio, China (donde expondrá en otoño) y otros rincones del globo, observa que esta vivienda, que ha servido de plató para el rodaje de series como 'Black Mirror' (la más reciente) o películas como 'Llenos de gracia', y también de escenario para campañas publicitarias de firmas como Bottega Veneta, Mercedes-Benz o Palomo Spain, se adapta con su fisonomía retrofuturista («Parece una película de Kubrick», apunta) a su pretensión de disponer de una suerte de espacio casi de orden renacentista, multifuncional y de raíz altruista, «a fondo perdido»: lo habitarán artistas de diversas disciplinas que, a través de su programa de residencias artísticas, promueva el intercambio de conocimientos y genere un valioso bien para la posteridad, un jardín de esculturas, formado por las creaciones que dejen como recuerdo quienes pasen por Axis una temporada.

Son obras a las que Pantone añadirá su colección privada, donde se detecta la poderosa influencia de sus contemporáneos: Cruz-Díez, Le Parc, Escif o Inma Femenía, la luminosa artista de Pego. «Aquí podré probar mi obra, ver cómo funciona, antes de ir con ella a las galerías», explica. «La solera que tiene esta casa, su energía… Encapsula arte, creatividad, diseño… Sería imposible hacerla ahora construyendo desde cero. Todo lo que ha pasado aquí, yo lo quiero respirar. Quiero para mí el humo de estas paredes».

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  1. El futuro

Como se puede deducir, estamos ante un proyecto coral donde congeniará el alma del antiguo chalé con la propuesta de nuevas edificaciones que emana del taller de arquitectura de Marina Victoria, cuyas recreaciones revisa Pantone en su ordenador: módulos transparentes, que forman una ele y se relacionan de manera natural tanto con el jardín que los rodea como con la propia vivienda madre. Con ella le hermana ese mismo aire experimental, la sensación de gravitar sobre el espacio con una engañosa ligereza. Naves lunares que aterrizarán en l'Elliana como un día aterrizó el chalé primitivo, con esa misma vocación a mitad de camino entre lo experimental y lo clásico, porque todo en el proyecto fundacional apela a la mejor tradición arquitectónica igual que Casa Axis apunta hacia el mismo propósito, a recrear los principios fundamentales del arte adaptados al aquí y al ahora. Un ahora que apunta hacia el otoño, cuando Pantone exponga su obra más reciente en el Centro del Carmen.

Pero es un ahora también más inmediato, el que cristaliza en Casa Axis, un volcán de ideas donde Pantone se acompaña de una tropa de sobresalientes profesionales: el prestigioso estudio de diseño T.O.T. que comanda Ausias Pérez se encarga de la identidad visual, mientras que de la iluminación se ocupa Benoit Lalloz, profesional francés de extraordinario renombre global, y del equipamiento de la antigua discoteca, reinventada como sala de escucha y dotada de un sistema de sonido analógico Hi-Fi de alta eficiencia que firma la empresa valenciana Admire Audio, otra cumbre de su oficio a escala planetaria.

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  1. El eje

Todos esos apellidos añaden su prestigio y su aureola a los que distinguieron a la casa desde su creación. No sólo los del arquitecto Genovés o del promotor Miguel Cañames, su cliente, para quien concibió esta mansión guiado por el elevadísimo gusto por los detalles y singular conocimiento del buen diseño de su época que acreditó el principal ideólogo de la vivienda, Antonio Segura. Y, sobre todo, el nombre del propio Felipe Pantone, que culmina en l'Eliana aquel viaje iniciático que, océano mediante, le trajo primero a Torrevieja y luego hasta esta esquina de Valencia, previo paso por las aulas de la Facultad de Bellas Artes de la Politécnica. Un proteico itinerario, desde el arte callejero hasta las cotizaciones estratosféricas para sus creaciones en salas de subasta de medio mundo, cuyos murales repartidos por el planeta en algo recuerdan a José María Yturralde en su pretensión de indagar sobre los límites de la geometría y sobre cómo organizan nuestra vida y (sobre todo) nuestros sueños.

Es un viaje que no concluye. Digamos que el chalé de l'Eliana sirve a la vez como pista de aterrizaje y de despegue, según la lógica que distingue su discurso: «Yo me dedico al arte visual que es el arte que se consume por los ojos. Que lance preguntas y provoque emociones». Una identidad creativa que obedece al principio triunfante en la era digital, la idea de velocidad («La velocidad equivale a transformación, a cambio», señala), pero que debe enmarcarse en un concepto más amplio, casi una filosofía de vida resumida en la frase con que se despide: «Lo que tenemos que hacer los seres humanos de relacionarnos y con inteligencia, buscando la belleza. Eso será el motor de Casa Axis».

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