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José María Ezquiaga
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José María Ezquiaga
«Regenerar la zona cero significa reconstruir y en muchos casos, reubicar»José María Ezquiaga (Madrid, 1957) es arquitecto y urbanista, la máxima autoridad española en este último ámbito. Gran conocedor del territorio valenciano devastado por la dana, como redactor del Plan de Acción Territorial del Entorno Metropolitano de Valencia, sus opiniones arrojan una interesante luz ... a la pregunta que desde el 29 de octubre se hacen los valencianos: y ahora, qué. Qué hacer con ese entorno para que se ponga en pie y para que, en la medida de lo posible, no vuelva a sufrir una experiencia tan trágica. «No busco culpables, busco soluciones», repetirá a lo largo de la entrevista. «Ahora es el tiempo de analizar, identificar errores y aprender. Y corregir, reparar cosas para no volver a tropezar en la misma piedra, máxime cuando muchos de los problemas no tienen ni una fecha exacta ni un culpable personalizable», sostiene.
- El espacio arrasado por la dana formó parte del encargo que recibió para ordenar el territorio valenciano. ¿Cómo lo definiría?
- Es un territorio muy complejo, pero es que el territorio de todo el entorno de Valencia en sí es así, tiene tal riqueza de estratos históricos y geológicos... Y Valencia es ciudad, sí, pero es también una entidad metropolitana, donde no se ha producido una organización axial. Ahora se estaba dando un mayor crecimiento justamente hacia el oeste que volvía a incidir en la problemática del crecimiento Norte-Sur, algo que se dio en la zona cero hacia los años 80 y que se sustentó muchísimo sobre el automóvil, que es un factor interesante para entender qué pasó el 29 de octubre, esa angustia que tenían los afectados por sus coches. Porque el coche es clave para poder acudir a su puesto de trabajo, la prueba de que la ordenación de ese territorio no se ha configurado en base a una previsión en infraestructuras básicas y de movilidad que acompañe el desarrollo económico y residencial.
- ¿En la zona cero esa previsión nunca se hizo? ¿O se hizo mal?
- Es que hubo un crecimiento tan rápido... Esta cuestión de la dependencia del automóvil pone de manifiesto una característica de ese entorno: que a pesar de que se ha desarrollado el transporte público, existe una enorme dependencia del automóvil. Y eso nos debe hacer reflexionar. Además, aquí entra en juego otro factor muy asociado a la historia de Valencia: el agua, que ha sido protagonista siempre como un bien para la creación de riqueza pero también como una amenaza histórica. Una sensación de riesgo que se ha ido perdiendo. Se pierde la sensibilidad porque desaparece la generación de los bisabuelos y tatarabuelos y se pierde la memoria viva.
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- Y se pierde el miedo.
- Se pierde el miedo y nacen tres problemas. El primero es el problema de la gobernanza, pero también hay un problema de cultura y otro de conocimiento: se ha perdido a nivel popular lo que significa el riesgo de una crecida porque no hay ya transmisión cultural. Muchos de los habitantes de esas zonas anegadas no tenían raíces propias en esos lugares, no tenían a sus ancestros, pero en cambio el conocimiento científico ha dado un salto tremendo en los últimos tiempos. Entre las causas que explicaran estas catástrofes no podemos alegar falta de conocimiento. Y Valencia es un ejemplo de inquietud por atesorar ese conocimiento. No podemos decir que nunca se preocupó por los riesgos del agua. Al revés, es modélica a nivel nacional. Hay respecto a Valencia después de la dana una demonización, cuando en realidad no es para nada despreocupada. Tenemos el Patricova, un Plan Territorial de Riesgos de Inundación de altísimo nivel que se mejora en 2015 y tenemos una estrategia territorial de la Comunidad desde 2011, que ya tenía en cuenta todas estas cuestiones. Evidentemente había riesgo de inundaciones en todas estas zonas pero lo que han dicho todos los expertos es que estamos ante una catástrofe de grandísimas dimensiones, con una localización de las lluvias muy concentrada.
- Pero también es verdad que ese riesgo que cita existía y que...
- (Interrumpiendo) Y que se podrían dar lugar a las simulaciones de inestabilidad de lo que se ha inundado. Sí, se sabía que en caso de catástrofe se iba a producir una inundación. Eso es absolutamente evidencia científica.
- Y eso le lleva a hablar de mejorar la gobernanza.
- Eso me lleva a hablar de que tenemos instrumentos de conocimiento. No podemos quejarnos de nuestros científicos. ¿Dónde está el problema? Pues en la gobernanza, porque se pone de manifiesto algo evidente: que el agua no conoce en términos municipales. Es un bien y también un riesgo, que supera el ámbito municipal e incluso el regional. La reflexión territorial sobre el agua no responde a una competencia municipal. Es un problema macro, de ordenación regional, que se regula sin embargo a través del urbanismo de cada municipio y en seguida se producen saltos y rupturas entre los dos estratos.
- ¿Y qué solución tiene esa amalgama de competencias? ¿La superposición de niveles en la organización territorial explica los casos de mala praxis en la previsión urbanística en la zona cero?
- Exactamente. Hay que defender lo que llamo las escalas intermedias porque para abordar el tema del agua de una manera cabal necesitas ponerlo en conexión con la movilidad, con las actividades económicas, con la residencia, con el medio ambiente... Y a Valencia, que tiene una buena ordenación del territorio regional y buenos planes municipales, le faltan las escalas intermedias de planes comarcales y metropolitanos, el vínculo entre lo macro, como el Patricova y otras herramientas, y lo micro, el municipio. Me tomé la molestia de ver la antigüedad de los planes urbanísticos de los municipios afectados por la dana y observé que en general son planes del siglo pasado, de los años 90. Es un dato interesante.
- Y muy revelador.
- Claro, porque los planes municipales no han podido incorporar toda esa cultura del riesgo que es un hallazgo reciente. La cultura de la prevención es decisiva para la sensibilidad de la gente.
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Elísabeth Rodríguez
-Lo cual nos lleva al tercer punto de su reflexión. Lo de promover un cambio cultural.
- Estoy en contra de esa idea de culpar a la cultura ciudadana, eso de que la gente es poco responsable, porque creo que la ciudadanía cuando tiene información, y se le suministra pausada, sensata y científicamente, la entiende. Y lo entendería en el caso del riesgo de inundación, que es un problema nacional, no valenciano. La dana puede aparecer mañana en Sevilla o en Albacete. ¿Y las personas que habitan en zonas inundables de esas provincias lo saben? Porque tendrán que empezar a preguntarse si las casas donde viven tienen planes en función de su envejecimiento, si están en unas condiciones insostenibles... Y si habría que trasladar a los habitantes del sitio donde viven porque consideramos esas viviendas inhabitables. También creo que hay que empezar a hablar de plantearse planes de alarma con instrucciones concretas para la gente que vive en esas zonas.
- ¿Por ejemplo?
- Por ejemplo, organizar simulacros de evacuación. Yo he tenido ocasión de vivir en Florida, donde por culpa de los huracanes la cultura de riesgo está muy extendida, es cotidiana. Los niños hacen simulacros en la escuela, saben dónde tienen que ir, dónde está el refugio... Las familias saben cuál es el punto de reunión, donde tienen que refugiarse en caso de huracanes. Hay un entrenamiento, un plan de protección civil... ¿Eso es exagerado? Creo que no. En el futuro tendremos que entrenar a la población para situaciones extremas, no sólo responder heroicamente tras una catástrofe. Ahora es un momento muy sensible para darnos cuenta de que no hay que bromear con estas cosas. Lo que ayer parecía improbable puede ocurrir mañana.
Durante la entrevista, José María Ezquiaga también se hace la pregunta que ha aflorado después del 29 de octubre al respecto del impacto tan desdichado que sufrieron los municipios de la zona cero: ese crudo enunciado que habla de un urbanismo para ricos y otro para pobres. « ¿Una mejor ordenación del territorio hubiera evitado una tragedia de esta magnitud? A ver. Una buena ordenación del territorio no responde a los niveles de renta, sino que se ocupa de la provisión universal de los bienes públicos», se responde. Y añade: «Cuando se trabaja sobre la dotación de las infraestructuras o la seguridad, no son temas que tengan sesgo, son universales». «En una economía de mercado, prosigue, «la renta lo marca todo. Y no es que haya un urbanismo de pobres y de ricos o al menos no debiera haberlo desde el punto de vista de la Administración, pero sí hay, sin ninguna duda, una manera de ocupar el territorio, un nivel de prestaciones, un nivel de infraestructuras en las urbanizaciones y los desarrollos distintos en los de mayor renta y los de menor renta». A su juicio, «uno de los deberes públicos es que esto no repercuta en factores esenciales como la seguridad o las infraestructuras públicas generales, igual que no podemos admitir que una población con menor renta tenga peor educación básica que una población con mayor renta. Para Ezquiaga «aunque la tragedia se hubiera dado en el norte de Valencia, el tipo de concentración catastrófica del evento» (en alusión al insólito nivel de precipitaciones) lo hubiera hecho bastante semejante, pero también es verdad, como he visto en América Latina, que los segmentos de población más afectados por inundaciones o movimientos de tierras son las poblaciones con menos renta». ¿Resumen? «En España no tenemos favelas ni vivienda informal a gran escala, pero sí hemos tenido unos crecimientos muy rápidos, muy poco sensibles al medio ambiente. Y ahora toca reflexionar y tomar medidas sobre ese punto».
- ¿Cree que la tragedia del 29 de octubre, aunque esté aún cercana, significará ese cambio en nuestros hábitos que enuncia?
- Y de mentalidad. Esto puede concienciar también en cuanto a ver cómo son nuestros modelos de crecimiento, principalmente lo de ignorar la naturaleza e ignorar el medio ambiente. Yo cada vez veo más el urbanismo y la medicina como muy paralelos. Y pienso en la importancia del buen diagnóstico, apoyado en evidencias científicas, que es clave en medicina, pero también en urbanismo. Imaginemos una medicina que no acabara en el tratamiento, que se quedara solamente en el diagnóstico. Aunque fuera un muy buen diagnóstico, no nos consolaría ni nos curaría. Pues en urbanismo pasa igual. Necesitamos dar ese salto del diagnóstico al tratamiento.
- La gobernanza, de nuevo,.
- Sí, la gobernanza. Pero la buena gobernanza tiene que ser capaz de permear, sobre todo a nivel local. Yo creo mucho en el papel de los municipios, porque son los que están más directamente en contacto con la gente y se tiene una mejor percepción de lo que significa para su término municipal el concepto del riesgo.
- ¿Más medidas a largo plazo? Hay expertos que esgrimen la idea de un nuevo plan sur.
- Conforme voy acumulando más experiencia, soy menos partidario de soluciones drásticas. Ahora, el primer estadio es reparar la situación de drama familiar personal y reconstruir unas mínimas condiciones de habitabilidad. Y en segundo lugar, identificar muy bien lo que ha ocurrido en cada punto. Hay que hacer una auditoría muy cuidadosa porque muy probablemente tendrán que plantearse planes de reubicación de aquellas construcciones que están en lugares que, si esto se volviera a repetir, son insalvables.
- ¿Incluidas viviendas? ¿Trasladar a otros sitios a quienes viven en zonas peligrosas?
- Vamos a ver. Lo podemos llamar reubicación, pausada pero constante, afectando en primer lugar a los entornos que han quedado totalmente destruidos o con evidencia de un riesgo inaceptable. Y debe hacerse pausadamente, porque no todas las viviendas están en el mismo nivel de riesgo. Todo esto conlleva necesariamente a una relocalización pausada. Insisto, pausada. Y cuando digo pausada significa pensada. Para nada se puede actuar de una manera apresurada y violenta en estas circunstancias. Sí, ya sé que es más cómodo decir que se toma a la población y se crea una nueva ciudad en un sitio mejor, pero creo más en que se puede ir haciendo constantemente, que tengan ya unos programas de ubicación de las construcciones de mayor riesgo. Y hacerlo con una visión más territorial, porque no en todos los municipios se va a poder hacer de una manera autosuficiente este reajuste. Y hay que hacerlo con mucho cuidado y contando con la población. Consensuadamente y además incrementando la conciencia ciudadana. Que los planes urbanísticos municipales se actualicen, que quede clarísimo que esas zonas de riesgo no se vuelven a ocupar, que no haya ni un metro cuadrado más construido en esas áreas inundables.
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Arturo Checa
- Su propuesta encaja con otra de las soluciones que manejan expertos en distintas áreas de conocimiento: una visión metropolitana para resolver los problemas de fondo que tiene ese territorio devastado por la dana.
- Desde luego, como urbanista, yo apuesto por soluciones contando con la naturaleza porque tengo la experiencia de qué pasa cuando se le lleva la contraria. Se revuelve, es obstinada... Y hay que tener en cuenta que hay riesgos que no tienen solución. Pero también sostengo que la solución de fondo debe plantearse de modo sensato y trabajando con visión de conjunto. Dónde se puede plantear el crecimiento de un municipio y dónde se puede plantear la ubicación de las viviendas. Por otro lado, el valor del suelo agrícola en la Comunidad Valenciana es también valioso y, claro, luego queremos viviendas en lugares magníficos, pero también que haya alrededor actividad económica y eso afecta al equilibrio territorial. ¿Qué nos dice lo sucedido en la dana en esos municipios? Que sus habitantes se mueven todo el tiempo y eso genera desequilibrios. Lo de los coches que mencionaba es un doble síntoma, de que faltan buenas infraestructuras y buen transporte público. Así que estaría bien hacer algo en favor de la vida de la gente y si lo haces metropolitanamente, mejor, porque estableces un mejor equilibrio entre residencia y empleo, con mejores medios de transporte, que van a repercutir hasta en la esperanza de vida.
- O sea, que la solución tiene que ser metropolitana.
- Sin duda.
- ¿Y que ese gran entorno sea una zona más o menos libre de construcciones, un macroparque inundable que evite los riesgos del desbordamientos, no es una solución más bien utópica?
- El punto número uno de cualquier reflexión territorial hoy en día es hacerlo desde la naturaleza, lo que exige y nos pone encima de la mesa. A partir del paisaje tenemos que ubicar de la manera más armónica posible los asentamientos humanos y las actividades económicas. La geografía no se puede olvidar. Esa es la humildad que tenemos que adquirir de una vez por todas. No podemos ir contra la naturaleza.
- De nuevo, el equilibrio.
- Un equilibrio entre ese espacio de altísimo valor medioambiental y los entornos más adecuados para la regeneración urbana. Y en el caso de la zona cero de la dana, la regeneración urbana significa reconstrucción, reconstrucción y reconstrucción. Y en muchos casos, con reubicación.
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