Pronto se cumplirán ocho años de su despedida, pero todavía cuesta transitar por la acera de los impares de la calle Marqués de Sotelo y al llegar al número tres no levantar la mirada en busca del rótulo de letras verdes que daba nombre ... a la tienda de tejidos Almacenes España establecimiento que durante 75 años contribuyó a tejer la vida de la ciudad del Turia, y la de no pocos pueblos valencianos. Primero desde la Plaza de la Reina, donde se establecieron Ramón Aguas y Fina Baró en 1948, y después desde la calle que enlaza a los viajeros que llegan y salen de la capital con la plaza del Ayuntamiento; el punto en el que los hijos de los fundadores, María José y Ramón Aguas, se instalaron tras el incendio que en 1980 sufrió la primera tienda. Los hermanos siguieron la ruta de sus progenitores hasta que ya en tiempos de la moda 'low cost' y el usar y tirar -en septiembre de 2013- el establecimiento se despidió de una ciudad a cuya historia ha quedado cosido para siempre.
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Fue la tienda en la que muchas generaciones descubrieron el universo del tejido y la costura. Allí aprendieron, pegados a las faldas de sus madres, que no todas las telas son iguales al tiempo que observaban con asombro la destreza con la que los dependientes desplegaban las piezas para que los clientes vieran los colores y estampados de los tejidos que dejaban resbalar entre sus dedos para demostrar su calidad y apresto. «Se desplegaban las piezas y se volvían a plegar en tiempo récord. Se daban como unos golpes en el mostrador para desplegar. Para plegar nos apoyábamos la pieza en la rodilla», explica María José Aguas, una de las propietarias, a quien todavía se la recuerda atendiendo la caja del establecimiento donde los dependientes se servían de la «vara de medir de medio metro porque pesaba menos que la de metro».
Era el comercio donde recién quemados los monumentos falleros se abría un periodo de ofertas que inauguraba una cola interminable de clientes en busca de un buen corte para confeccionar la indumentaria valenciana que se anunciaba desde vistosos escaparates. «Teníamos todas las calidades. Tanto rayones como sedas y lo que la clientela demandaba», explica María José. De almacenes España se salía con todo lo necesario para desfilar con la falla: «Aderezos, peinetas, pelo, calcetines, enaguas». Fue allí donde acudió el popular cantante Manolo Escobar para hacer el traje de su hija Vanessa, que fue Fallera Mayor Infantil de una comisión. «Vino varias veces con su esposa, Anita», apunta Ramón, quien también recuerda que por la casa pasaron Massiel, Mari Samper y el humorista Don Pío.
María José y su hermano, Ramón, se dedicaron en cuerpo y alma al negocio impulsados por el paternal consejo de un emprendedor que tras regentar una pequeña tienda en la plaza de la Virgen amplió el negocio comprando a su anterior dueño el Almacenes España de la plaza de La Reina cuando los valencianos todavía paseaban por la calle de Zaragoza. La recomendación del padre no fue otra que seguir los dictados «de la cultura del esfuerzo, que ahora no está muy de moda», afirma María José.
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El mensaje impulsó a Ramón y a María José a partir de cero después de que la noche del 12 al 13 de marzo de 1980 «un incendio por causas desconocidas nos quemó todo». De la envergadura del siniestro dio cuenta LAS PROVINCIAS esa misma madrugada en una segunda edición que se abría con una crónica que daba fe de estar redactada a las cuatro y media bajo el titular «Grave incendio en la plaza de la Reina». El siniestro, como señalaba el periódico, afectó «esencialmente al número siete», el lugar «donde se encuentran ubicados los tradicionales Almacenes España».
«Nos quedamos sin nada». Así resume María José la situación desde la que retomaron el camino para reabrir en noviembre de ese mismo año en Marqués de Sotelo. Los hermanos dedicaron «todas las horas del día para remontar», explica María José en el mismo relato que asegura que cuando «llegamos, en Marqués de Sotelo al lado de nuestro local estaba Aznar, que vendía tejidos de hogar. Como no nos había quedado género de este, esa parte la dejamos. Nos dedicamos a la indumentaria». Pero Almacenes España encerraba mucho más.
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Lo mismo se podía encontrar un corte de seda salvaje que tela para disfraces. No faltaba la atractiva oferta de «cretonas, batistas y vichis» que se mostraban en la alta tira de estantes tras el primer mostrador entrando a la izquierda. Las cretonas eran casi especialidad de la casa, «en la última época prácticamente ya no había. Casi nadie tenía. nosotros teníamos algunas que hasta nos daba pena venderlas porque ya era muy difícil conseguirlas», puntualiza María José. Y si el cliente levantaba la cabeza contemplaba el despliegue de banderas que se mostraban desde las paredes: «De todas las Comunidades Autónomas y de todos los países del mundo». Y los linos; María José dice de corrido las calidades: «El pañada, el belesa, el dos y medio R...». Y cuando llegaban las rebajas unas cajas repletas de recortes puntillas a bajo precio hacían las delicias de cuantos amaban las labores.
Tras los mostradores conoció María José a «Francis Montesinos que estaba en la plaza de San Jaime, a Valentín Herráiz, a Tomás García el de Hollywood que tenía establecimiento en la plaza del Collado y luego se puso en la calle Correos, a Juan Andrés Mompó de la tienda 'El huevo de oro' de la plaza del Collado». Si estos avales no fueran suficientes para describir la trascendencia que sobre la sociedad valenciana tuvo este comercio sepan que la tienda de los Aguas ha aparecido «en una guía, no sé si inglesa o americana, como uno de los comercios emblemáticos. Figurábamos como tienda con sabor», señala la comerciante.
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Un sabor que Ramón y María José no quisieron que se perdiera y en 1980, cuando ya reinaban el metacrilato y las luces de neón, optaron por conseguir una tienda de estilo clásico. Montaron el local «con mobiliario de tapicerías Valencia, que había cerrado en la calle de Las Barcas. Los mostradores tenían solera. Nos quedamos hasta los escaparates de cristal curvo. Buscábamos no perder nuestra identidad». Incluso reprodujeron el rótulo con marmolina negra y letras doradas, que luego tuvieron que cambiar.
Amparados por esa estética llegaron a 2013. Fueron testigos de un cambio cultural que se llevó consigo talleres de modistas, tardes de costura en casa, ajuares para las novias y el rico vocabulario pronunciado mientras los dependientes cortaban los pedidos de la clientela.
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María Gardó
«Hemos conocido una época y la otra», dice la comerciante. Vivieron el punto de inflexión, «y eso nos hizo reflexionar. Te planteas qué es mejor: ¿seguir trabajando o intentar vivir un poco? Llegas a la conclusión, viendo que la forma de comprar estaba cambiando, de que te falta ánimo para volver a meterte en este mundo tan distinto». A María José cuando pasa por un lugar donde ha desaparecido un comercio se le «encoge el alma». Ahora otra generación les ha seguido. Las hijas de María José se dedican a la indumentaria valenciana en Aguas de Marzo. Son herederas de sus abuelos, incluso de sus bisabuelos, que ya fueron agentes comerciales de tejidos cuando los del oficio vestían traje y corbata.
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