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Vicente Huici, sobrino nieto del propietario de Maraguat, en la puerta del bajo de la casa Noguera, donde estuvo la librería. LP

Maraguat, la «preciosa» librería de referencia para los lectores valencianos

TIENDAS HISTÓRICAS DE VALENCIA ·

El establecimiento del arabista Ambrosio Huici vendía textos escolares, figurines y patrones para modistas, mapas y las novedades literarias que mostraba desde un escaparate que miraba al mismo corazón de la ciudan en la hoy plaza del Ayuntamiento

Laura Garcés

Valencia

Lunes, 22 de agosto 2022, 23:23

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Los amantes de la lectura acostumbran a contar con librería favorita. Tal vez a la que hoy viaja LAS PROVINCIAS fue la suya. Y si no, quizás la de sus padres, o quién sabe ... si la de sus abuelos. En la hoy plaza del Ayuntamiento, en ese tramo de acera que delimitan las esquinas de las calles Barcas y Correos, en el bajo del bello edificio neogótico que se levantó conforme a la concepción del arquitecto Francisco Mora, un comercio emblemático en la historia de Valencia abría cada día las puertas para deleite de los amantes de los libros con un nombre que la ciudad todavía recuerda: Maraguat, librería con suelo de madera que fue referencia para los valencianos en el siglo XX. En ese lugar, la capital se permitía disfrutar de un precioso establecimiento nacido para satisfacer los deseos de los lectores y las necesidades de los estudiantes llamando al público desde unos escaparates repletos de novedades de papel que miraban al corazón mismo de la ciudad del Turia. De Maraguat se salía con libros que en las guardas llevaban sello acreditativo del lugar donde habían sido adquiridos. Ya ven, un establecimiento con personalidad. Tanta, que incluso era posible adquirir algún título editado por la casa. Fue librería y papelería, también sello editorial. Y allí vamos, con el deseo de disfrutar del evocador aroma de libro nuevo.

Una tienda «preciosa»

«La tienda era muy bonita». Lo dice Vicente Huici, sobrino nieto del arabista Ambrosio Huici, propietario del establecimiento, para añadir que «fue una institución no sólo por ser librería, también porque era punto de encuentro cultural». No es el de Vicente el único testimonio que habla de la belleza de un establecimiento donde una larga barandilla de madera recorría el piso superior al que, aclara Huici, «sólo podían acceder los dependientes». Rafael Solaz, gran conocedor de la historia de Valencia, la recuerda como una tienda «preciosa» que envolvía cuanto allí se vendía -de la mano de cuatro dependientes- con papel blanco y el nombre de la casa impreso en azul. «Una letra inclinada muy bonita», puntualiza Huici.

La librería Maraguat, en el bajo de la casa Noguera en la plaza del Ayuntamiento. LP

«Al entrar había un escaparate desde el que ya pasabas a la tienda y veías todo lleno de libros», apunta Vicente, quien también recuerda de sus visitas de niño que superado aquel escaparate que trazaba una especie de vestíbulo, el visitante se encontraba «a la izquierda con la papelería, a la derecha la librería, y al fondo, la caja». Y algo más. Contaba la periodista María Ángeles Arazo en las páginas de papel de este periódico, que en Maraguat se descubría un «altillo para los mapas y mostradores con figurines españoles y franceses, en los que insertaban patrones». Eran publicaciones que en tiempos de tardes de costura en casa y encargos a medida a las modistas, se convertían -como relató la periodista- en «reclamo para costureras y señoras que habían seguido cursos de corte y confección».

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Revistas con patrones para la costura

En medio de ese ambiente, que sin duda invitaba a sumergirse en los libros y husmear en aquellas revistas con patrones que desplegados resultaban para los profanos casi tan difíciles de leer como una carta de navegación, se fue escribiendo la historia de la ciudad de la mano de los microrrelatos de sus habitantes, que en buena medida empezaban a pisar aquel suelo de madera desde pequeños. «Siempre iba a Maraguat con mi madre para comprar los libros de texto del colegio. Yo estudiaba en el instituto Luis Vives, y era la librería que teníamos más cerca, la más popular. También estaba Bello, pero allí se iba a comprar plumas estilográficas. Maraguat tenía libretas de rayas con las que practicábamos la caligrafía. Y más adelante compraba allí los libros con los que estudiaba contabilidad, aquellos del debe y el haber», reseña Solaz.

Las lecciones del colegio estudiadas en libros «con una pegatina pequeña dentro con el nombre de Maraguat y la dirección», despertaban deseos de nuevas aventuras a través de las letras a medida que pasaban los años y aquellos niños crecían. Y también a esas generaciones daba respuesta el establecimiento. «Allí compré restos de ediciones de unos libritos de unas cincuenta páginas sobre temas valencianos, y algunos tratados de Almela y Vives», recuerda Solaz, en quien nació el interés por todo cuanto atañía a la historia de su ciudad. Las palabras que en 2007 escribió María Ángeles Arazo también dan fe de cómo aquella librería permitía superar las barreras de la edad a través de la letra impresa cuando habla de una tienda «tan recordada por los amantes de la lectura, por los títulos de las novedades literarias».

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El origen del establecimiento

Entrañable y emblemática dicen quienes ahora hablan de aquel establecimiento que, conforme relató a LAS PROVINCIAS el erudito Arturo Cervellera Moscardó, nació en la esquina de Doctor Romagosa para pasar después a la plaza del Ayuntamiento. La fundó «Salvador Maraguat, antiguo dependiente de la importante librería Ortega de la Bajada de San Francisco. Pasado el tiempo quedó en manos de su hija, Carmen Maraguat», contó Cervellera. Un día dejó aquel emplazamiento para ocupar el bajo de la casa Noguera dando a Valencia un espacio inolvidable.

Nota en el Anuario de LAS PROVINCIAS de 1973 que da cuenta del fallecimiento del dueño de la librería. LP

Maraguat llegó a manos del profesor Ambrosio Huici Miranda, catedrático de latín e insigne arabista con plaza de profesor en el instituto Luis Vives, que no sólo vendió libros, también los escribió para dar a los estudiosos y curiosos aportaciones de gran trascendencia en el conocimiento de la historia y la cultura de la Valencia musulmana. No en vano una calle de la ciudad lleva el nombre de aquel profesor, arabista y librero de origen navarro que se estableció en la capital del Turia para servir lecturas hasta su fallecimiento en noviembre de 1973, noticia que LAS PROVINCIAS recogió en su anuario. Aquel establecimiento al que dio vida en la acera de enfrente del Ayuntamiento del cap i casal le sobrevivió en manos de su viuda hasta que en los albores de la década de los noventa del pasado siglo cerró sus puertas.

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Memoria emocional de la ciudad

Con Maraguat se fueron lecciones de colegio y lecturas nuevas. Pero dejó en no pocas bibliotecas familiares la huella sobre las páginas que hojearon quienes precedieron a los que hoy habitan las casas. El nombre Maraguat quedó impreso en la memoria colectiva indisolublemente unido a ese ejercicio que entrena a la razón pasando páginas en las que se cuentan historias. Pero tal fue su fama, que se incorporó al relato emocional de una ciudad que convirtió la librería en punto de referencia «para quedar con los amigos, y en parada de los coches de lujo para alquilar», relata Solaz cuando habla de aquella plaza de las décadas de los cincuenta y sesenta de la pasada centuria en la que se daba cita la ciudad entera alrededor de Barrachina, Balanzá, el Ateneo o los cines. Y donde además de la Casa Consistorial, muy cerca, abrían sus puertas Correos y Telefónica. Todas las librerías son mucho, pero visto lo visto, Maraguat parece que fue más.

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