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«Una chica que se sonroja; como en los libros». Cuando estas palabras se las dijo a sí mismo Rafael Abad Cosme, hijo del fundador ... de la histórica tienda de bicicletas de la calle Tundidors de Valencia, el comercio llevaba tiempo pedaleando. Y lo sigue haciendo. Ahora, cuando la tienda cumple cien años, la reflexión de Rafael Abad Cosme al ver que Rosa Prieto se ruborizaba mientras hacía cola para entrar en el establecimiento con un recado de su padre -también histórico comerciante de bicicletas- se llena de contenido. Aquella joven se casó con el sucesor del fundador. Los dos compartieron la vida y el siempre ajetreado mostrador de la calle Tundidors, el mismo desde el que hoy, junto a su hijo Martín Abad, y ya sin rubor, confiesa a LAS PROVINCIAS un secreto: ella tiene «alma de dos ruedas«.
Entre las cuatro paredes de la tienda con suelo cubierto de la prestigiosa cerámica Nolla sobre el que se lee «1922», año en el que Bicicletas Rafael Abad abrió las puertas, se ha escrito, y se sigue escribiendo, una auténtica y romántica historia de amor con y por la bicicleta que bien podría dar pie a una novela. O a una saga, como llamamos ahora a esas historias que siguen y siguen alimentando la esperanza de que no acaben nunca.
La emblemática tienda empezó siendo el humilde ultramarinos fundado por Rafael Abad Pérez, «un aragonés de Teruel que se vino a Valencia y después de trabajar varios años» en negocios ajenos, «cuando tuvo algo de dinero» echó mano del espíritu emprendedor para rotular con su nombre un comercio en la capital del Turia, relata Martín Abad, nieto del fundador y actual gerente del establecimiento que se puede permitir el lujo de afirmar que es «la tienda de bicicletas en activo más antigua de España».
Al joven turolense la vida le tenía reservado un lugar fuera de los ultramarinos. Poco a poco el abuelo -establecido en el corazón comercial de la ciudad, muy cerca de la Lonja-, se lanzó a explorar nuevos mundos. Empezó a vender máquinas de coser y todos los accesorios necesarios para el arte de la costura. Luego llegaron las bicicletas. No faltaron los artículos para motos y coches. Pero fueron los pedales los que ganaron la carrera de la especialización.
En aquel 1922 el fundador levantó los cimientos sobre los que construiría una familia. Lo que quizás no sabía, o tal vez sí, es que Bicicletas Abad no sólo iba a ser el escenario de su existencia y del de la instrahistoria de su prole. Además de propiciar un romence entre los suyos, queriendo o sin querer, dejó escrito el borrador para una novela social, la del retrato del devenir de Valencia desde aquellos tiempos de la bici con barra para los hombres, y la de la red de colores salvafaldas para las mujeres, hasta estos días en los que al velocípedo se le llama 'bike' y para circular sobre dos ruedas Valencia se ha inundado de carril bici.
«Hemos vivido muchas cosas: una gran depresión, una guerra civil y su posterior recuperación; hemos ido creciendo junto con la ciudad». Con estas palabras cargadas de razón se presenta la firma en el incontestable fedatario del siglo XXI que es internet.
Martín Abad, que viste ahora el maillot de la centenaria carrera ciclista, no puede ocultar su amor apasaionado no sólo por el negocio, también por el universo de la bicicleta. «La bicicleta es historia de la sociedad», dice con sobrada razón. Y recuerda el pepel del velocípedo cuando no había otro vehículo para acudir al trabajo, para los paseos, par cualquier movimiento. Y salta entonces a la conversación esa joya del cine, del neorrealismo italiano, que es 'Ladrón de bicicletas'. El documento de Vittorio de Sica viene como anillo al dedo para comprender qué supone un negocio como Bicicletas Rafael Abad para una ciudad. Allí está el retrato de un época, una de las caras de la bicicleta a la que Martín Abad añade la mirada romántica cuando habla de vehículo para los paseos. Tercia entonces Rosa Prieto en la conversación para rememorar esa imagen de otros tiempos en las que «los novios subían a la novia sobre la barra de su bicicleta para dar paseos». Y el perfil que dibuja la ilusión inocente de recibir una bicicleta una noche de Reyes. O la cara del deporte, de la Vuelta, del Tour, del Giro, y la cada vez más extendida bicicleta de montaña.
Para calquier uso y a lo largo de cien años, allí en la esquina de siempre -además de en otros emplazamientos- ha estado y está la emblemática tienda que, como apunta Martín, no ha querido perder la esencia de un comercio tradicional. «Guardamos el suelo Nolla como oro en paño». Cualquier accesorio, desde unos pedales, hasta la cubierta más delicada pasando por los transportines, las cestas... Para la bici clásica de paseo, para el joven deportista que compite, para circular por la ciudad. Para el pequeño de la casa... Allí en el histórico chaflán de la calle Tundidors está todo, todo desde aquellos días en los que la firma se anunciaba en los antiguos tranvías que circulaban por las calles de Valencia.
Otras tiendas
«La Falla en su cincuenta aniversario reprodujo los anuncios que se habían puesto de la tienda en sus libbrets», reseña Martín. Y eso en la ciudad del Turia quiere decir muchas cosas. Bicicletas Rafael Abad es una familia, pero es también barrio. Es parte del destino que un día acogió a aquel turolense que abrio un establecimiento hoy en manos de la tercera generación y con la mirada puesta en una cuarta. «Le he preguntado a mi sobrina, y no descarta seguir. No dice que no». Mientras, ya piensan en cómo soplar las cien velas de la preciosa y sabrosa tarta de cumpleaños que merece la ocasión.
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